ACTO SEGUNDO
Sale PEREA, y luego, CELIA
PEREA:
¡Jesús! ¿Quién creyera tal?
¡Ah
pobres enamorados!
¡Cuán
ciegos y despeñados
buscan
el último mal!
Sale CELIA
CELIA:
Perea, ¿de dónde bueno?
¿Qué
hay de nuevo? ¿Habéis corrido
la
ciudad? ¿Habéis tenido
rastro
del traidor Arseno?
PEREA: Con
razón lo habéis llamado
rastro,
porque aunque lo hallé
a él
mismo, de lo que fue
el
rastro sólo ha quedado.
CELIA:
Hablad claro.
PEREA: Ya me aclaro.
Digo
que sé donde está
Arseno.
CELIA:
Decildo ya.
PEREA: No sin
causa me reparo,
Porque no son muy sabrosas
las nuevas que dél he hallado.
CELIA: Pues
¿qué son? ¿Hase casado?
PEREA: No más
que con dos esposas.
CELIA:
¿Dos?
PEREA:
Y está con ellas preso.
CELIA: ¿Luego
no soy sola yo
a la
que Arseno engañó?
PEREA: ¡Qué
bien lo entendéis! No es eso.
CELIA: Pues
¿qué? No lo dilatéis.
PEREA: Sosegad
el pecho inquieto;
que
donde está, yo os prometo
que
seguro lo tenéis.
CELIA:
¿Está muerto?
PEREA: Vivo y fuerte
Está;
no es ése su mal,
mas
otro tan general
a todos
como la muerte.
CELIA: ¡Qué
flema, viejo, tenéis,
cuando
cólera rebozo!
¡Oh,
muera yo con un mozo!
PEREA: Y aún
con él vivir querréis.
CELIA: No
quiero saberlo ya.
Idos de
aquí. ¡Qué pesado!
PEREA: Ya lo digo, aunque forzado.
Arseno,
señora, está
adonde cuantos nacieron
son llamados con razón,
y los escogidos son
los que menos merecieron;
y
estos escogidos pocos
son en
serlo desdichados,
Porque
viven encerrados
en la
casa de los locos.
CELIA:
¿Agora estamos en eso?
PEREA: Y en
eso está Arseno agora.
CELIA: ¿Estáis
sin seso?
PEREA: Señora,
bien
pudiera estar sin seso,
pues
que vi sin él a Arseno,
de
tosco sayal vestido,
tras
una reja oprimido,
todo de
prisiones lleno.
CELIA: ¿Qué decís?
PEREA:
La verdad digo.
CELIA:
¿Burlaisos?
PEREA:
No, por San Pablo.
Cuando
en cosas graves hablo,
¿suelo
burlarme contigo?
CELIA: ¡Oh
mal haya el que escribió,
Arseno,
el papel que ha sido
la
causa de haber perdido
vos el
seso, y a vos yo!
Salió de mi casa Arseno
lleno
de rabia y pesar;
debióse
el triste de andar
toda la
noche al sereno;
y de
celos del suceso
del
papel, de no dormir,
de
imaginar y sentir,
perdió
el desdichado el seso.
¡Mal
haya tanto celar!
¡Ay de
ti y ay de mí triste!
Mas
mira bien si lo viste;
que te
pudiste engañar.
PEREA: En
vano remedios pones.
No me
engañé; porque allí
también
a Sanchillo vi
con su
saco y sus prisiones.
CELIA: ¿Qué
hay en mi mal que no crea?
¿Puedo
yo velle y hablalle?
PEREA: Tan
cerca está de la calle,
que
nadie sin que lo vea
por
ella podrá pasar;
que yo
por eso lo vi,
que
pasando por allí,
acaso
volví a mirar.
CELIA:
¿Cómo me detengo tanto?
Vamos,
dadme el manto luego.
PEREA: ¡Ved si
tiene tasa el fuego!
CELIA:
¡Hola! Acabad. Ese manto.
Vanse. Sale
ARSENO, a una reja, con saco de loco.
Después SANCHO, [tambié con saco de loco]
ARSENO: Bien
se echa de ver, fortuna,
Cuán ciega tus dones das,
pues al que merece más
te
muestras más importuna.
Bien
se echa de ver, Amor,
tu
niñez y seso poco,
pues
que castigas por loco
a quien
te sirve mejor.
SANCHO:
Triste vida es la de un loco,
que
está todo el día holgando,
solamente imaginando.
ARSENO:
¿Trabájase en eso poco?
SANCHO:
Solamente revolver
pensamientos en su oficio,
que al
que tenga más jüicio
bastarán a enloquecer.
Y tú
¿qué piensas, señor?
Mas
puesto que loco estás,
mis
locuras pensarás.
ARSENO: Sí; que
pienso en el amor.
SANCHO:
Lleve el diablo el cieguecillo,
hijo de vil ramera.
¿Tiénete de esta manera,
y
porfías en seguirlo?
Al
demonio es parecido
el que
vive enamorado,
más
perdido y más penado,
y menos
arrepentido.
ARSENO: ¿Qué
me importa ya olvidar
la
causa, si el daño siento?
SANCHO: No dar
a la causa aumento;
que
crece de imaginar.
Da
en pensar en otra cosa;
y pues que locos estamos,
una locura escojamos
más
útil y más gustosa.
¿Sabes qué tema sospecho
que
hará olvidar cualquier mal?
ARSENO: ¿Qué
tema? Di.
SANCHO: Decir mal
de todo cristiano a hecho;
que
puede un discreto dar
mil
jüicios, por tener
licencia para poder
hartarse de murmurar.
Por el Príncipe empecemos;
que, pues por locos nos dio,
de su mano nos firmó
la
licencia que tenemos.
Tras
él su padre ha de ir,
luego todos los humanos;
sólo de los escríbanos
no me atreveré a decir.
ARSENO: ¡Ay,
Sancho, que de mi mal
divertirme en vano quieres!
SANCHO: ¡Lleve
el diablo a las mujeres. . .
y aun a quien las quiere mal!
Salen ARDENIA e INÉS, con manto
INÉS:
¿Veslo?
ARDENIA:
Sí, y no me está bien
tan
presto, Inés, encontrase;
que es
muy cerca de la calle,
y
cuantos pasan lo ven.
INÉS:
Fácil lo remediarás
con el
administrador.
SANCHO: Pues yo también tuve amor
a Inés. . .
INÉS: (¿Tuve amor no más?) Aparte
SANCHO: Y
vive Dios, que después
que
padezco esta mancilla,
si no
es para maldecilla,
no me he acordado de Inés.
INÉS: (¿Así, traidor? Pues callad, Aparte
que vos me la pagaréis.)
ARSENO: Ojos,
¿qué es esto que veis?
Alma,
decid la verdad.
ARDENIA: ¿Tan
poco en mi fe te fías,
que
dudas de esta fineza?
ARSENO: No dudo
por tu firmeza,
mas por las desdichas mías.
ARDENIA: Todas las puedes creer,
y no que te falte yo,
ARSENO: Pues
para mí, si esa no,
¿qué desdicha hay que temer?
ARDENIA: Ésta
que pasando estás.
ARSENO: Ésta es
gloria para mí;
que los
tormentos por ti
deseo,
mi bien, no más.
ARDENIA: ¡Ay,
señor! que desta suerte
causártelos no querría;
mas es
tal la dicha mía...
ARSENO: Di que
es el no merecerte.
ARDENIA: El
no haberme ya alcanzado
prueba
tu merecimiento.
ARSENO: Con ese
mismo argumento
no merecerte
he probado,
pues
alcanzo el bien de verte;
y es
llano, porque ¿quién fuera
tan
dichoso que te viera,
habiendo de merecerte?
ARDENIA: Tú,
que para más pesar,
a ambas cosas has llegado,
porque de esta suerte el
hado
te
tiene más que quitar.ARSENO:
Atormente, alargue, impida,
quite,
condéneme a loco;
que
todo, mi Ardenia, es poco
si duran tu fe y tu vida.
ARDENIA:
Infórmente mis intentos
de mi
fe, mas no los casos;
que mi
desdicha los pasos
impide
a mis pensamientos.
Mi
vida no es muy segura;
que
como solo el morir
de ti
me ha de dividir,
témolo
de mi ventura.
Demás de que el verte así
es
insufrible tormento.
ARSENO: Mi
bien, si así estoy contento,
¿Por
qué te dueles de mí?
ARDENIA:
¿Cómo no ha de atormentarme
El caso
de Arnesto?
ARSENO: En eso
no te
quejes del suceso,
pues
que pudiste avisarme.
ARDENIA:
¿Cómo, si yo no sabía
tu
casa, que por tu mal
me has
callado desleal?
ARSENO: Estar
pudiera en espía
a tu
puerta o tu ventana
quien
me diera aviso de ello.
ARDENIA: Inés
sola pudo hacello,
y ésa desde la mañana
hasta que entraste aguardó;
llamóla
entonces Arnesto,
y
aunque quiso volver presto,
antes
el mal sucedió.
Al
fin la desdicha mía
todo lo supo ordenar,
pues
que pudo hacer llegar
a
Arnesto en tan fuerte día.
ARSENO: No
te aflijas; que no mucho,
Pues te
veo, se ha perdido.
ARDENIA: En eso
mi fe ha podido
más que el hado con quien lucho.
ARSENO:
¿Cómo aquí a venir te atreves
estando
tan fresco el caso?
¿De tu
hermano no haces caso?
ARDENIA: Eso y
más e mi fe debes.
Mi
padre a misa salió,
tras él
a besar la mano
al
príncipe fue mi hermano,
y tras
él a verte yo;
Aunque el tormento que saco
de
verte así es de tal suerte,
que más
quisiera no verte.
¡Tantos
hierros, tanto saco!
SANCHO:
Pues, Inés, ¿no nos hablamos?
¿De qué
nace la hinchazón?
¿No te
ha dado comezón
el oír
a nuestros amos?
Que
yo te juro que a mí
me la
ha dado de manera,
que a
un loco amores dijera,
si no
te tuviera aquí.
Inés, ¿qué es esto? Después
que de
este modo me tienes,
¡Me lo
pagas con desdenes
y con
berrinches, Inés!
¿No
te dueles de este saco
que me
han vestido por ti?
¿Todavía estás así?
¡Oh,
lleve el diablo al bellaco
que
por tu amor se arresgó,
y de
esta suerte se ve!
También
yo enojarme sé.
Aguarde
que la hable yo.
ARDENIA: Con
el administrador
alcanzallo todo espero;
que si
algo puede el dinero,
yo lo tengo, y tengo amor.
Saldrás con la noche oscura
a
verme; pero de día
tu vida
importa y la mía
que
prosigas tu locura.
Aquí
estarás regalado. . .
¿No lo has sido estos dos días?
Y en cuenta dos joyas mías
al mayordomo he envïado.
ARSENO: Bien
se ha portado conmigo.
ARDENIA: Así te
habrás de pasar
aasta
que a más dé lugar
el Príncipe mi enemigo.
SANCHO: Pues
¿no me ruegas? ¿Qué es esto?
mas ya,
Inés, ya te entendí.
El mozo
anda por ahí
del
recién venido Amesto.
CELIA, con manto, tapada; y PEREA
PEREA: ¿Veislo
ya, señora?
CELIA: Sí,
¡y
ojalá que no lo viera!
¡Ah
traidor!
PEREA:
Mas ¿si no fuera
esta
locura de ti?
A INÉS
ARDENIA:
Cúbrete; que tiende el paso
hacia
acá esta rebozada.
A ARSENO
SANCHO: Celía
es ésta.
ARSENO:
Importa nada;
que ya
sabe Ardenia el caso.
CELIA:
Lleguemos; que no hay cordura
para
poder sufrir esto.
SANCHO: (Acá
viene. Ello habrá presto
en
todos harta locura.
CELIA: Dios
guarde a vuesasmercedes.
ARDENIA: Y a
vuesamerced.
CELIA: No pocos,
según
veo, son los locos
a quien
prenden estas redes.
¡A
un furioso aprisionado
tan en
seso se visita!
0 no es
cuerda la visita,
o no es
loco el visitado.
Dél
lo visto me da indicio
que fue
fuerza enloquecer;
porque,
¿a quién tanta mujer
no le
quitará el jüicio?
A
ARDENIA
INÉS: Celos son éstos.
ARDENIA: Yo rabio.
INÉS: ¿Por qué callas?
ARDENIA: ¿Soy mujer
baja para responder?
INÉS: Yo, si
quieres. . .
ARDENIA: Cierra el labio.
CELIA: Mas
lo que en este suceso
me
causa admiración, es
que
quieran dél más, después
de
haberle quitado el seso.
Aunque si las ha engañado,
como a
alguna que yo sé. . .
ARSENO: Parad;
que hasta aquí callé
porque
habéis de fuera hablado;
mas
ya decís que sabéis;
y antes
que lleguéis a erraros,
será
justo refrenaros;
que
temo que os despeñéis.
A ARSENO
SANCHO:
Perdidos somos: gran tiento
has
menester en hablar;
que
Ardenia se ha de enojar.
ARSENO: ¿De
qué, sí sabe este cuento?
Celía, yo estoy admirado
de ver
que cara tengáis
para
hablar como me habláis
tras el
suceso pasado;
mas
vuestro proceder loco
a darme
a entender comienza,
o que
no tenéis vergüenza,
o que
me tenéis en poco.
Y
¡ojalá que el no estimarme
os mueva
a que así me habléis,
pues si
en poco me tenéis
estáis
cerca de dejarme!
Haceldo; que os está mal
seguir
a un loco, ¡por Dios!
Válgame, Celia, con vos
este estado,
este sayal.
Dejadme: ¿qué pretendéis?
¿Déboos
algo? Y si os debiera,
sólo
estar preso pudiera;
ya lo
estoy: ¿qué más queréis?
Dejadme: a Persio seguid;
que os
es más cierto deudor.
ARDENIA: (Celos
le pide. ¡Ah traidor!) Aparte
SANCHO: Has hablado como el Cid.
CELIA: Ni
engaños ni fingimientos,
ni del
papel la invención
han de
impedir mi razón,
ni han de mudar mis intentos.
Y si
por cumplir acaso
con las
que os han escuchado,
de ese
modo habéis hablado,
yo os
sabré atajar el paso;
CELIA: Ni
engaños ni fingimientos,
ni del
papel la invención
han de
impedir mi razón,
ni han
de mudar mis intentos.
Y si
por cumplir acaso
con las
que os han escuchado,
de ese
modo habéis hablado,
yo os sabré atajar el paso;
que pues vos tan claro
hablastes,
yo también claro he de
hablar;
que a otra no habéis de
engañar
del
modo que me engañastes;
que
sabrán las que han oído
las
culpas que me ponéis,
que
palabra me tenéis
dada de
ser mi marido.
ARDENIA: ¿Qué
tengo que esperar más?
Vamos.
ARSENO:
¡Señora!. . .
ARDENIA: No creas
ni que ya jamás me veas,
ni que me verás jamás.
ARSENO:
Vuelve, escucha. . .
ARDENIA: Indicio fuera
de
quererte perdonar.
Vanse ARDENIA e INÉS
ARSENO: ¿Por
qué me quieres matar
Sin
oírme? -- Vuelve, espera. --
Celía, demonio, mujer
vete,
déjame. -- Señora,
vuelve.
-- Vete, engañadora.
¿Qué
esperas? ¿Qué hay más que hacer?
Vete; que ya, fiera arpía,
de la
boca me has quitado
el más
sabroso bocado.
¡Ay,
perdida gloria mía!
Vase
CELIA:
Voyme, traidor, desleal,
voyme,
y os prometo a Dios
de no
acordarme de vos
sino
para haceros mal.
Vamos.
SANCHO:
Para no volver.
CELIA: En San
Juan me dejaréis,
Perea,
y os volveréis
a seguir esa mujer.
Procurad velle la cara,
y sabed
su casa y nombre.
Vanse CELIA y PEREA
SANCHO: Si
empieza a caer un hombre,
hasta
el postrer mal no para.
¡Buenos, Celia, nos dejáis!
¡Buenos
quedamos por vos!
Presos,
sin blanca y ajenos
De todo
humano favor.
Pensaba
yo que durara
la
prisión como empezó,
al
comer, cualque gallina,
al
cenar, cualque capón.
Espantástenos la caza.
Perdió
por vos mi señor
a
Ardenia, y a vos por ella,
y a
Inés por entrambas yo;
y ya
nos será forzoso
comer la endeble porción
de un
loco, que quien la vea
dirá
que otra vez sirvió.
Comeremos hormiguillo,
mar
donde nunca alcanzó
sólo un
grano de avellana
el loco
más nadador.
¡Luego
habrá mudar camisa!
Ya me
considero yo
hecho de aquestos ejidos
el ganadero mayor.
De todas estas desdichas
vos, Celia, la causa
sois.
¡Plega a Dios, fiera celosa,
que no
os lo perdone Dios.
Vase. Salen PERSIO
y TRISTÁN
TRISTÁN: ¿Ya
eres justicia, señor?
PERSIO: Ya soy
justicia, Tristán.
TRISTÁN: Y según
las cosas van,
presto
serás la mayor.
¡Plega a Dios que años sin cuento
te dure
tanta ventura!
que yo
no juzgo segura
dicha
con tal fundamento.
PERSIO:
Calla. Atrévete a acabar.
Ya que
a emprender te atreviste,
pues la
mayor parte hiciste
de la
obra en comenzar.
TRISTÁN: Bien
me atrevo; mas recelo
cuando
alzas torres al viento,
como no
es firme el cimiento,
verlas todas en el suelo;
que de tu parte en
engaño
se
fundan, pues descubierto
quien
eres, mira si es cierto
que
fabricas por tu daño;
pues
el Príncipe, bien ves,
si
tanta merced te hace,
que de
amor de Ardenia nace,
y
mudable el amor es.
PERSIO: Todo
puede prevenirlo
buen
ingenio y buen cuidado:
mi
engaño va bien fundado,
nada puede descubrillo.
Cartas de Arnesto a Justino
no
pueden llegar jamás,
pues tú
siempre en casa estás
a
impedilles el camino.
TRISTÁN: Sí;
mas si Arnesto viniera
por ser ya muerto su tío,
como
escribe. . .
PERSIO: Al poder mío
pienso
que no se opusiera,
porque ¿de dónde tendría
el
dinero que conviene
para el
pleito, si el que tiene
su
padre está a cuenta mía?
pues
no teniéndolo, ¿cúya,
Tristán, la vitoria fuera?
TRISTÁN: ¿Y si
él dineros trujera
de
Roma?
PERSIO:
Aun no fuera suya;
que
estoy informado y cierto,
por las cartas que he leído,
de los negocios que ha
habido
entre
Justino y Roberto;
y la
letra contrahago
de
Arnesto, que es un buen modo
de
asegurarme.
TRISTÁN:
Con todo,
Señor,
no me satisfago;
que
es la verdad enemigo
muy
fuerte. Y si a eso vinieras,
sospecho que no tuvieras
al
Príncipe por amigo;
que
mal gusto le ha de hacer
el
cuidado con que miras
por
Ardenia, y la retiras
de
donde la pueda ver.
PERSIO: Ya,
Tristán, a Arnesto escrito
tengo, en nombre de su padre,
que
estarse en Roma le cuadre;
con que
esos lances evito:
demás de que pienso dar
muy
presto fin a este enredo,
Porque
ya sufrir no puedo
tanto
mudo desear.
no
puedo abstenerme ya
del
agua estando sediento;
que es
tanto más el tormento
cuando
el bien más cerca está.
Mil
veces he acometido,
con la licencia de hermano,
sólo a
tocarle la mano
y
ninguna me he atrevido.
Así
mis glorias limita,
Tristán, el amor crüel,
y
aquella licencia que él
me
debiera dar, me quita.
Así
estoy de amor y miedo
como al
que soñar sucede
con el
toro, que ni puede
moverse
ni estarse quedo.
Pues
descubrirle quien soy
y mi
afición, es perderme;
que es
forzoso aborrecerme,
pues
causa a sus penas doy.
TRISTÁN:
Tiempo, lugar y ventura
muchos
hay que la han tenido,
pero
pocos han sabido
gozar
de la coyuntura.
Quien el dolor que padece
ha
dicho a su dama bella,
si una
Ocasión se le ofrece
y no se
atreve a cogella,
no
tener otra merece;
mas
quien, como tú, procura
mover
una peña dura
que ha
de extrañar tu intención,
aguarde
con la Ocasión
tiempo,
lugar y ventura.
Regálala francamente;
que con
la más rica es
el dar un medio valiente,
en
requebrarla cortés,
en
servilla diligente;
y
después que le hayas sido
amante,
galán, marido
mejor
que hermano, has de usar
de una traza que en amar
muchos
hay que la han tenido.
Cuéntale una y otra historia
de
Amor, que lleve encubierta
su
dulzura, gusto y gloria;
que el
apetito despierta
de estos bienes la memoria.
De
este modo entra Cupido;
a esta
traza has de ir asido.
Muchos
alcanzar pudieran,
si el
orden guardar supieran;
pero
pocos han sabido.
Tras de la historia de amor
meterás
la deshonesta,
que le
dé un lascivo ardor;
que en
la materia dispuesta
entra
la forma mejor.
Y si
en la plática dura,
detenida en su dulzura,
por más
que a lo honesto excedes,
¡allí
es Troya! Entonces puedes
gozar
de la coyuntura.
PERSIO:
Diestro estás: por Dios, que invidio
Lo que
de arte de amar sabes.
TRISTÁN: Ni me
invidies ni me alabes,
Sino al
ingenioso Ovidio,
de
quien lo dicho aprendí;
que,
aunque en servir he parado,
mi
latincillo he estudiado.
Mas
Ardenia viene aquí.
PERSIO:
Escóndete donde veas
si sigo
bien tu lición;
que hoy
tendrá fin mi pasión.
TRISTÁN: Mira
que prudente seas;
que
entrar su padre podría,
y fuere
un trance crüel.
PERSIO: Si
entrare, en este papel
Muéstrale uno
fundo
la disculpa mía.
Vanse y escóndanse detrás de una
cortina. Sale
ARDENIA
ARDENIA:
(Quien tiene amor mal sosiega,
Aparte
y menos
quien da en celar,
y menos
quien a tocar,
cual
yo, un desengaño llega.)
PERSIO:
Señora. . . Ardenia. . . ¿Qué es esto?
Háblala turbado sin llegar a ella
(¿Qué
dudo? ¿Qué hay que temer? Aparte
¿No soy
hombre? ¿No es mujer?
¿No me
tiene por Arnesto?
¿Qué
hay que esperar?)
ARDENIA: ( Ay, Arseno, Aparte
cuán
injusta pena llevo!)
A TRISTÁN
PERSIO: ¿No es bueno que no me atrevo
a
llegar, Tristán?
TRISTÁN: No es bueno.
¿Eres potro de Gaeta
más
cobarde cada día?
PERSIO: Crece
más la cobardía
cuanto
más amor me inquieta.
A ella
Hermosa hermana, ¿qué hacéis?
ARDENIA:
¿Yo? Nada.
PERSIO:
¿En que imagináis?
ARDENIA: En
nada.
PERSIO:
Pienso que estáis
triste,
hermana.
ARDENIA: ¿En qué lo veis?
PERSIO: En
esas cortas respuestas
y ese
semblante severo;
y
aunque os doy lugar primero
entre
las damas honestas,
casi
llego a sospechar
que os da pena este tirano
de
Amor.
ARDENIA:
¿Es celarme, hermano?
PERSIO: Es
sentir vuestro pesar,
bella Ardenia, hermana mía,
porque
no sé qué otra cosa
a una
dama tan hermosa
puede
dar melancolía;
porque si cosas queréis
que el
dinero alcanzar pueda
nada en
gozallas os veda,
pues
por vuestro me tenéis.
pues
de sangre, de belleza,
de
gracia y de discreción,
cosas
que debidas son
sólo a
la naturaleza,
no
sois tan pobre, que en nada
invidiosa de otra estéis;
antes
pienso que podéis
ser de
todas invidiada.
Y
así saco, Ardenia hermosa,
por
forzosa consecuencia
que es
de amor esa dolencia.
ARDENIA: No me
faltaba otra cosa.
PERSIO: Si
ésa te falta, imagina
que
serás discreta mal;
que es
fuego Amor, que el metal
dél
entendimiento afina.
Conmigo es el argumento
que
tiene fuerza mayor,
que
quien tiene mucho amor
tiene mucho entendimiento.
¿Qué
sutilezas no enseña
el
Amor, qué discreciones,
qué
agudezas, qué invenciones,
a un
rudo, a un bruto, a una peña?
¿Quién en fiestas y torneos
entre
todos se señala,
sino el
amante que iguala
las
obras con los deseos?
En los brutos animales,
si en ello adviertes, verás
de lo que oyéndome estás
mil
evidentes señales.
TRISTÁN: (¡Qué bien sigue mis licíones!)
Aparte
PERSIO: ¿Dónde hay más dulces despojos
que un mirarse, y por los
ojos
leerse
los corazones?
¿Dónde hay el bien de un favor
en
recibirse y en darse?
¿Un
celar, un enojarse,
un
reñir de puro amor?
Tómale la mano
¿Un
juntar palma con palma
y los
dedos entre sí
trabados, decirse así
dos mil
requiebros del alma?
¡Dulce bien, grata alegría!
¡Oh!
¡Quién con términos claros
pudiera
significaros
lo que
siente el alma mía!
Que como esta mano veis
que
está en vuestra mano bella,
viérades mi alma en ella,
pues en
ella la tenéis,
viérades cómo en el pecho
secreto
me martiriza
tanto
fuego, que en ceniza
me
tiene todo deshecho.
Pues
no será sinrazón
que con
la nieve que toco
tiemble
por la boca un poco
el
fuego del corazón.
Bésale la mano
ARDENIA: ¡Jesús! ¿Son veras?
PERSIO: ¿Por qué
no lo
han de ser? Veras hablo.
ARDENIA: ¡Ay,
Dios!, ¿si le tienta el diablo?
TRISTÁN: (Más
sabe que le enseñé.) Aparte
ARDENIA:
Suelta la mano.
PERSIO: Sería
de
jüicio poco sano,
teniendo el bien en la mano,
soltarlo, señora mía.
ARDENIA:
¿Estás loco?
PERSIO: Loco estoy.
ARDENIA: ¿Qué
intentas?
PERSIO:
Dame esos brazos.
ARDENIA: Primero
me harás pedazos.
¿Sabes
que tu hermana soy?
Suelta la mano
PERSIO: No
entiendes el fin que llevo.
Sé que
eres hermana mía;
mas ser mi dama fingía.
(A
aclararme no me atrevo.) Aparte
ARDENIA: A fe
que estuve turbada.
PERSIO: Haz,
Ardenia, lo que hicieras
si tú
la que adoro fueras
o
esquiva o enamorada,
lo
que tú escogieres.
ARDENIA: Bien,
deja
eso.
PERSIO:
¿El esquivo modo
tomas? Pésame; que todo
se irá
en vencer tu desdén.
Mas vaya.
ARDENIA:
No hay que cansarte;
que no
quiero ser tu dama.
PERSIO: ¿A
quien como yo te ama,
tan
dura podrás mostrarte?
¿No
conoces, gloria mía,
que a un
amor tan excesivo
no es
bien mostrar pecho esquivo,
siquiera por cortesía?
ARDENIA: Digo
que no quiero ser
tu
dama.
PERSIO:
El amor ofendes
más
leal.
ARDENIA: ¡Si no me entiendes!
TRISTÁN: (Si no
te quiere entender.) Aparte
PERSIO: La
fe más firme desechas
que vio jamás el Amor
y el más constante amador
que empozoñaron sus flechas
si la afición que te muestro
pagaras, señora mía,
¿qué
bien el mundo tendría
que
igualase con el nuestro?
Si
te esquivas de esa suerte
por mi
poco merecer,
sabe que está por nacer
quien
haya de merecerte.
Y si
alguno ha de alcanzarte
de
cuantos por ti padecen,
entre
los que no merecen,
nadie
me iguala en amarte.
Mas de amor tan excesivo,
hermosa esquiva, confieso
Bésale la mano
Que en
esta mano que beso,
sobrado
premio recibo.
¡Pues qué si con lazo estrecho
juntando a tu pecho el mío,
venciese tu hielo frío
con el
fuego de mi pecho!
Vala a abrazar
ARDENIA:
Arnesto, aparta. ¿Qué intentas?
¿Son
veras éstas? Desvía.
PERSIO: ¡Oh qué
bien, hermana mía,
una
esquiva representas!
Resiste, Ardenia querida,
no con
muy firme desdén;
mas
resiste como quien
se
huelga de ser vencida.
ARDENIA: Deja
ya ese antojo vano.
PERSIO: Que no
es vano, mi bien fío,
puesto
que es del amor mío
el
objeto soberano.
ARDENIA: (El
hilo vuelve a tomar. Aparte
No hay
quien lo saque de amor.)
PERSIO: Al paso
de tu rigor
va creciendo
en mí el amar.
ARDENIA:
(¿Cómo le podré decir
Aparte
que el
disgusto que le enseño
no es
fingir que le desdeño,
mas no
querello fingir?)
Digo, Arnesto, que no quiero
tratar de esto.
PERSIO: ¡Tal rigor!
ARDENIA: Que no
quiero ser tu amor
fingido
ni verdadero.
PERSIO: Bien
excedes en dureza
a las más duras mujeres,
pues ni aun fingiendo me
quieres
pagar
mi extraña firmeza.
ARDENIA: ¿No
me entiendes?
PERSIO: Bien te entiendo.
. .
(Mas no
te quiero entender.) Aparte
Dices
que no quieres ser
amor mío, ni aun fingiendo;
y no
sé tan bella dama
por qué
ha de ser tan crüel,
ni en
la boca de la miel
nacer
la amarga retama.
Mas
un abrazo, mi bien.
ARDENIA:
Aparta. Mal me conoces.
Mira
que daré mil voces.
PERSIO: Eso es
muy propio también;
mas
fuera bien que dijeras
"daré mil voces," sin dallas,
porque
pueden escucharlas
y pensar que son de veras.
ARDENIA: Y
pensarán lo que es;
que de
estas cosas no gusto,
ni
siendo mí hermano, es justo
que
estas liciones me des.
PERSIO: Y si
no fuese tu hermano
yo sino un firme galán
que por
ti muero, ¿serán
estas
liciones en vano?
Si
hubiera fingido yo
ser tu
hermano, y no lo fuera,
Ardenia, ¿esperar pudiera
que me
quisieras, o no?
Dime, ¿parézcote bien?
¿Mi
modo te satisface?
¿Mi
talle y rostro te aplace,
y mí
condición también?
ARDENIA:
(¡Válgame el cielo! ¿Qué es esto?
Aparte
Casi por creer estoy
que no
es Arnesto; mas hoy
sabré
si es galán o Arnesto.)
PERSIO:
Habla.
ARDENIA:
(Yo lo he de engañar.)
Aparte
Digo
que si tú no fueras
mihermano, señor, pudieras
que yo
te amase esperar;
que
esa gentileza y cara,
ese talle y discreción
y apacible condición
¿a qué peña no obligara?
Yo
te confieso, señor,
que mil
veces te he mirado
y
dicho, "¡Ojalá que el hado
así me
diese el amor! "
PERSIO: Pues
si quiso conformar
el
cielo nuestros intentos,
vayan
fuera fingimientos.
¿Qué
tengo más que esperar?
Señora, no soy tu hermano;
que
aunque a gran dicha tuviera
serlo,
gran desdicha fuera
perder
lo que agora gano.
Mi
gloria, tu amante soy.
Ya pongo en tus manos bellas
mi vida y honor. Por ellas
he de ser o no ser hoy.
No
porque soy forastero
te
estará mi sangre mal;
que
donde soy natural
soy
notorio caballero.
Deeto te satisfarás,
Ardenia, cuando tú quieras.
Dame
esos brazos: ¿qué esperas?
Dentro
de casa tendrás
entre tanto a tu galán,
con que de tu edad florida
goces,
Ardenia querida,
sin
temer el qué dirán.
Dame, vida por quien muero,
las
primicias de mi amor.
ARDENIA:
Detente. Aparta, traidor.
PERSIO: Acaba.
ARDENIA:
Tente, embustero.
PERSIO:
¿Para qué fingiendo vas
contra
lo que has confesado?
Ya, mi bien, me he declarado
y tú declarada estás.
No
tengo ya que temer;
aguardar fuera ignorancia.
ARDENIA: Es muy
larga la distancia
desde
el decir al hacer.
PERSIO: La
lengua siempre interpreta
lo que
siente el corazón.
ARDENIA: Tal vez
declara intención
contraria de la secreta.
Por
saber si eras Arnesto,
Aquello
fingí, traidor.
Da voces
¡Padre!
¡Señor! ¡Ah Señor!
PERSIO: (En
gran peligro estoy puesto.) Aparte
ARDENIA: ¡Así, traidor, embustero!. . .
TRISTÁN: (El
viejo viene. Esta vez Aparte
nos han
de apretar la nuez. . .
pero
remediallo espero.)
Llégase a ellos
Famoso el picón ha estado.
ARDENIA: ¡Picón!
TRISTÁN:
Yo digo, señora,
que
eres sabia; mas agora,
vive
Dios, que la has tragado.
Sale JUSTINO, quedándose a la puerte
JUSTINO: (A
Ardenia escucho alterada.) Aparte
ARDENIA: Malas burlas son, Arnesto.
TRISTÁN: Mi
señor viene.
JUSTINO:
¿Qué es esto,
muchachos?
PERSIO: Señor, no es nada.
De entre hermanos son
pendencias.
JUSTINO: ¿Sobre
qué?
PERSIO:
Ahí fue una porfía. . .
¿Qué es cansarte? Es niñería.
Todas son impertinencias.
JUSTINO:
Vete, niña, a tu labor.
ARDENIA: (Mi
sospecha se ha aumentado.) Aparte
Vase
PERSIO: Si la
causa te he callado
de esta
pendencia, señor,
ha
sido porque mi hermana
no se
despeche, sabiendo
que no
sólo yo lo entiendo;
mas te
digo que es liviana.
Mas
si palabra me das
de
hacerte de ello ignorante
con
ella, un caso importante
al
honor nuestro sabrás.
JUSTINO: Di;
que callar prometo.
PERSIO: éste en
la manga tenía;
yo
quitársela quería;
Saca el papel
resistióme, y en efeto
se
lo quité. Mira en él
si
nuestro honor ha ofendido,
porque
noticia he tenido
que es
de un galán el papel.
Lee
JUSTINO: "Con tu papel, gloria mía,
fue mi
contento de suerte,
que
como un pesar da muerte,
pensé
morir de alegría.
Pase el
casi eterno día;
llegue
la noche, en que veo,
según en tu papel leo,
que
para hablarte hay lugar;
que
iré, si en, tanto esperar
no me
mataré el deseo.
-- Tuyo."
PERSIO:
¿Qué dices señor?
JUSTINO: Que es
mujer tu hermana, Arnesto,
y ¡ay
de aquél que tiene puesto
en una
mujer su honor!
PERSIO: Si
tú me hubieras creído
no
corriera a nuestra cuenta
esta
liviandad y afrenta,
sino a
la de su marido.
JUSTINO: Otra
vez he dicho ya
que a
nuestro Príncipe es justo
no
dalle tan gran disgusto,
porque
de amor ciego está.
Esto
fue mientras creía
que mi
honor no peligraba
y que
tu hermana miraba
como yo
por la honra mía;
mas
ya, Arnesto, que la veo
tan
cerca de ser perdida,
aunque
se pierda la vida,
dar
vida al honor deseo.
Salen ARDENIA e INéS, escondídas tras
una puerta
ARDENIA: Lo
que entre los dos platican
escuchemos desde aquí;
que las sospechas en mí
por puntos se
multiplican.
[TRISTÁN le habla a PERSIO al
oído
TRISTÁN:
Señor, ¿en qué has de parar?
¿Dónde
va tu pensamiento?
PERSIO: Presto
verás lo que intento.
Conmigo
la he de casar.
JUSTINO: Pues
¿quién te parece a ti,
de los
mozos de la corte,
que
para este caso importe?
PERSIO: Un
forastero está aquí,
que
es principal, es altivo
y es
prudente, aunque es mancebo:
su
nombre es Persio, y le debo
no
menos que el estar vivo.
INÉS: Así
se llamaba aquél
de
quien Arseno pidió
celos a
Celia.
PERSIO:
Al fin yo
quisiera casar con él
a mi
hermana. . .
ARDENIA: (Muerta soy.) Aparte
PERSIO:
...porque sé que no le pago,
si lo
que digo no hago,
la
obligación en que estoy.
Demás de que es conveniente
al
recato que tenemos;
que al
Príncipe le diremos
que es
un cercano pariente;
que
no siendo conocido,
será
fácil de creer,
lo que
no pudiera ser
si
fuera de aquí el marido.
¿Qué dices?
JUSTINO:
Que es singular
en todo
tu entendimiento.
Trátalo
luego.
PERSIO:
Al momento
a
Persio voy a buscar.
Vase JUSTINO
TRISTÁN: Señor,
yo no lo entiendo.
PERSIO: Oye la
traza:
He de
decir que Persio se ha partido
a su
tierra, y que yo voy a alcanzarlo.
Iréme
así a mi patria, donde en nombre
de Persio, pues lo soy, ante escribano
a
Justíno enviaré poder bastante
para
que con mi Ardenia me despose.
Vendré,
descubriréme y gozaréla.
ARDENIA: (¿Qué
hablarán en secreto?) Aparte
TRISTÁN: Mucho alcanza
quien
ama.
PERSIO:
Hoy salgo de un confuso abismo.
TRISTÁN: Hoy
eres el tercero de ti mismo.
Vanse PERSIO y TRISTÁN. Salen ARDENIA e INÉS
INÉS: ¿De qué es el llanto, señora?
ARDENIA: Cuando
tales cosas ves,
¿A
quien tiene amor, Inés,
le
preguntas de que llora?
INÉS: ¿Tienes amor todavía
a Arseno?
ARDENIA:
¡Qué necia estás!
INÉS: Juraste
no verle más,
por lo
de Celia, aquel día.
ARDENIA:
Jurélo; mas en aumento
el amor
va de hora en hora.
INÉS: Pues si
crece amor, señora,
Da
remedio a tu tormento.
Cásate con él: ¿qué esperas?
ARDENIA: ¿Cómo,
Inés? ¡Con un traidor,
que a
otra mujer tiene amor!
INÉS: Celosa
lo consideras.
Si
primero a Celia amó
que
viniese a conocerte,
y luego
que llegó a verte,
a Celia
por ti olvidó;
si
ella lo sigue amorosa,
y él
desdeñoso resiste,
como tú
misma lo viste,
sin
razón estás quejosa.
ARDENIA: Bien has dicho. Ya revoco
mi
sentencia. Quiero verlo.
INÉS: Es
verdad que para hacerlo
habías
menester muy poco.
ARDENIA: Para
el administrador
quiero
escribir un papel.
INÉS: ¿Y qué has de decir en él?
ARDENIA: Que al
que causa mi dolor
deje
esta noche venir
a
verme, y le llevarás
un
presente.
INÉS:
Bien harás
en eso.
ARDENIA: Voy a escribir.
Vanse
FIN DEL ACTO SEGUNDO