ACTO SEGUNDO
Salen LEONOR y CONSTANZA
LEONOR: De
suerte, Constanza, estoy
que me
falta el sufrimiento.
CONSTANZA: En tan
justo sentimiento
ningún
consuelo te doy.
LEONOR: Pensar
que podrá el temor
hacerme
sufrir su ausencia
ni que
tendrá mi obediencia
jurisdicción en mi amor
es
engaño conocido.
Prima, don
Juan me ver
o moriré;
que no está
en nuestra
mano el olvido.
CONSTANZA: No hay
consejo que le cuadre
a quien se
abrasa de amor;
pero si es
cierto, Leonor,
lo que te
ha dicho tu padre
de don
Juan, ¿será razón
que el
furor te desenfrene
y te
pierdas por quien tiene
tan
perdida la opinión?
LEONOR: ¡Ay,
prima! No has penetrado
de mi
padre los intentos.
Trazas son
y fingimientos;
que
[fabrica] su cuidado
los
delitos con que afrenta
a don Juan
por no [casarme];
que tanto
llega a dañarme
su condición
avarienta,
que por
no apartar de sí
el dote
que de él espero.
¡A su
guardado dinero
tiene más
amor que a mí!
[Esta,
prima, es la ocasión;
que don
Juan no puede ser
que deje
de proceder
conforme a
su obligación.]
CONSTANZA: ¿Qué
delito no se espera
de la vil
necesidad?
Si he de
decirte la verdad
no es ésta
la vez primera
que a
don Juan le han imputado
en mi
presencia en Zamora
más
excesos que tú agora
a tu padre
has escuchado.
LEONOR: ¡No
puede ser, no, Constanza!
Hablada vienes sin duda
de mi
padre, y en su ayuda
solicitas
mi mudanza;
que
está don Juan tan sobrado,
aunque por
servirme ha sido
pródigamente perdido,
que estas
casas ha comprado
que
pared en medio están,
en que don
Domingo habita.
¡Mira tú
si necesita
de
hacienda ajena don Juan!
CONSTANZA: Puede
ser, mas yo te digo
lo que de
la fama oí,
y de que
lo cuenta así
al tiempo
doy por testigo.
LEONOR: Mi
suerte le habrá imputado
[falsas
culpas; que bastó,]
Constanza,
quererle yo
para ser
tan desdichado.
Sale INÉS
INÉS: Don
Domingo de Don Blas
licencia
aguarda, señora.
LEONOR: ¡Eso me
faltaba agora!
CONSTANZA: Antes,
prima, porque estás
disgustada, será bien
divertirte; que mil cosas
de él me
han contado gustosas.
LEONOR: Ha dado en
quererme bien
y
aunque tiene calidad
y es muy
rico y nada necio,
por figura
le desprecio;
porque la
comodidad
con tan
cuidado procura
que en
esta vida no tiene
otra
atención, y así viene
el extremo
a ser locura.
CONSTANZA: Por eso
mismo, Leonor,
pues como dices te adora,
le hemos de probar agora
y ver si
en él al amor
la
comodidad prefiere.
¿Qué
arriesgas en ello, puesto
que no
volverá tan presto
tu padre?
INÉS: Y yo,
si viniere
te daré
aviso.
LEONOR: Entre, pues;
que no
reparo en si es justo,
siendo,
Constanza, tu gusto.
Ponte a
esa ventana, Inés.
Salen NUÑO y don DOMINGO, con capa hasta la espada,
sombrero muy
bajo y de muy poca falda, y valona sin golilla.
DOMINGO: Ya con
razón colegía,
de
tardarse la licencia,
que entrar
a vuestra presencia,
señora, no
merecía.
LEONOR: Fue
forzoso; si ha tardado
la
respuesta, perdonad.
DOMINGO: No ha sido
incomodidad;
que la
aguardaba sentado.
LEONOR: (Mira
si de sus extremos Aparte.
se olvida,
prima.)
DOMINGO:
Y agora,
si dais
licencia, señora,
será bien
que nos sentemos;
que yo
no apruebo el decir
que
debemos enseñarnos
a estar en
pie y a cansarnos
para
poderlo sufrir
cuando
es fuerza; porque, ¿a qué
pueden a
mí condenarme,
si es
fuerza, más que a cansarme
entonces y
estarme en pie?
Y
pudiendo no llegar
jamás la fuerza, el enfado
habré sin
fruto pasado
que me
pudiera excusar.
CONSTANZA: No lo
funda mal.
DOMINGO: (Leonor, Aparte.
Nuño, es
bizarra y esy bella;
pero la que está con ella
no me
parece peor.)
NUÑO: (¿Si
mudas el pensamiento?) Aparte.
Siéntanse, quedando LEONOR en medio
DOMINGO: Por si
habéis imaginado,
de haberos
yo visitado,
que fue todo atrevimiento
del
amor por quien suspiro,
sabed que,
viniendo agora
de fuera,
supe, señora,
que fue el
señor don Ramiro,
vuestro
noble padre, a verme;
y yo, con
esta ocasión,
pagando mi
obligación,
de ella he
querido valerme
para
entrar donde os ofrezca
sacrificios mi cuidado;
porque, ya
que no pagado,
contento
al menos padezca.
CONSTANZA: (Prima,
en la comodidad Aparte
le
prueba.)
LEONOR:
Nunca entendiera
que tan
atrevido fuera
ni, con
tanta libertad
siendo la primera vez
que me
habléis, se declarara
vuestro
amor; que cara a cara
y con
tanta desnudez,
quien
dice su voluntad
más que
enamora, desprecia.
DOMINGO: No os
espantéis; que se precia
de desnuda
la Verdad.
Y como
ya mis enojos,
mirándoos,
dije algún día,
me pareció
que no había
de hablar
siempre con los ojos.
Y al fin, deciros mi amor,
puesto que
abrasarme veo,
era mi
mayor deseo;
y así tuve
por mejor
que,
atrevido a declararlo,
sufráis
vos mi atrevimiento,
que
padecer yo el tormento
que me
daba el desearlo.
LEONOR: Según
esto, ¿vuestro antojo
preferís a
mi respeto,
y hace en vos mayor efeto
vuestro gusto que mi
enojo?
Basta.
Por hoy pasará
el haberos
yo escuchado
y haberme
vos visitado
con esta
ocasión que os da
la
obligación que decís
que a mi
padre le pag is;
pero
quiero que advirtáis
si en mi afición proseguís
que tan
difícil conquista
en mi
esquivez emprendéis
que apenas
alcanzaréis
una
palabra, una vista,
sin que
para merecellas
más veces el alba os halle
dando
quejas en mi calle
que
contéis al cielo estrellas.
CONSTANZA: (Aquí
es ello!) Aparte.
DOMINGO: No entendéis,
según
colijo, Leonor,
el fin a
que [aspira] amor
pues tal
condición ponéis.
Cuando
paguéis mi cuidado
tras de
tanto trasnochar,
¿qué fruto
podéis sacar
de amante
tan serenado?
Si os han de tocar mis daños,
¿no es
mejor quererme agora
cuando
tengo yo, señora,
más salud y menos años?
LEONOR: No os
juzgué tan material.
DOMINGO: Por dicha,
¿será cordura
que en
material hermosura
busque yo
gusto mental?
Pienso
que yerra el camino
quien
trueca un orden tan llano.
Lo humano
quiere a lo humano,
lo divino
a lo divino.
Y al
fin, porque mis intentos
entendéis,
en vuestro amor
gustos
pretendo, Leonor,
que no
pretendo tormentos.
Mirad,
pues si es acertado
que
negocie mi esperanza
placeres
en confïanza
con
pesares de contado.
Cuando
miro un pretendiente
que con
mucho afán procura
la
comodidad futura
despreciando la presente,
le digo, "Necio ambicioso,
contra tus
intentos pecas,
pues
buscas el bien y truecas
lo cierto
por lo dudoso.
¿Sabes
tú que gozarás
lo
porvenir que apercibes?
Acomoda lo que vives
y no lo
que vivirás."
Y así,
Leonor bella, advierto,
aunque
aspiro a tal favor,
que el
bien presente menor
prefiero
al mayor incierto.
Hoy
vivo. ¿Esperanza? Es vana
la de
[mañana, y no doy]
las
certidumbres de [hoy]
por las
dudas de mañana.
LEONOR: Quien
no quiere padecer
no
merecerá jamás.
DOMINGO:
Atormentarse no más,
¿Es medio
de merecer?
¿No hay
regalos? ¿No hay servicios?
¿No hay
fiestas? ¿No hay galanteos?
¿No
merecen los deseos?
¿No
obligan los beneficios?
¿Por fuerza he de trasnochar?
¿Qué me
hubiera a mí importado
haber dos
veces pagado
esa casa,
si el estar
a la
vuestra tan cercana
no ha de
excusar que me halle,
como
decís, en la calle
tantas
veces la mañana?
LEONOR: ¿Dos
veces la habéis pagado?
DOMINGO: Un ladrón,
un embustero,
un sutil
Caco, el dinero
cobró de
mí adelantado,
no
siendo suya, de un año;
y otra vez
se la pagué,
porque de
ella me agradé,
al dueño.
Levántase LEONOR con furia
LEONOR:
(Cierto es mi daño Aparte.
Cierta
es de don Juan la afrenta;
testigo
soy de ella yo,
y con esto
confirmó
cuanto de
él la fama cuenta.)
Idos,
con Dios, idos presto,
don
Domingo de Don Blas.
No quiero
escucharos más
que me
habéis muerto.
Vase [LEONOR]
DOMINGO:
(¿Qué es esto? Aparte.
Que me
juzga considero
ya su
esposo, bien lo arguyo
pues que
siente como suyo
el gasto
de mi dinero.)
Decidla
que tal cuidado
no le dé
mi desperdicio,
porque
siendo en su servicio,
daré por
bien empleado
mucho
más. Entrad, entrad.
CONSTANZA: Sí, diré;
mas sin creer
que lo
haréis, que [os puede] ser
de alguna
incomodidad.
DOMINGO:
Engañada estáis, por Dios,
que el
gasto más opulento
hiciera yo
muy contento
por cualquiera de las dos.
CONSTANZA: ¿Por mí
también?
DOMINGO: La beldad
que en vos
miro lo merece.
ONSTANZA: Querer a
dos os parece,
sin duda,
comodidad.
Vase [CONSTANZA]
DOMINGO: Sábeme,
Nuño, quién es
esta dama.
NUÑO: Tu
intención
conozco en
tu condición.
Saberlo es
fácil de Inés.
Vase [NUÑO]
INÉS: Mi señor
viene.
DOMINGO:
Saldré
a
recibirle. Favor
fue sin
duda que Leonor
lo
sintiese, si no fue
de
condición recatada
el
disgusto que mostró,
sintiendo
que gaste yo
por no quedar
obligada.
Sale RAMIRO
RAMIRO: ¿Vos en
mi casa, señor
don
Domingo?
DOMINGO:
Haber sabido
que
primero he merecido
de vos el
mismo favor
fue
causa de anticiparme
a pagar mi
obligación
por saber
si es la ocasión
tener algo
que mandarme.
RAMIRO: El
príncipe don García
para las
fiestas que agora
trata de
hacer en Zamora
a convidaros envía.
Ésta la
ocasión ha sido
de
buscaros.
DOMINGO:
Tal favor
del
Príncipe mi señor,
¿cuándo yo
le he merecido?
Yo
acepto de buena gana
lo que a
mí me está tan bien;
mas vos
haced que me den
a la
sombra la ventana.
RAMIRO: ¿Qué
ventana? Estáis errado;
cañas
habéis de jugar.
DOMINGO: ¨Eso
llam is convidar?
Errado
habéis el recado.
Convidar dice, Ramiro,
fiesta en
que tengo de holgarme;
que
habiendo yo de cansarme
no es
convite sino tiro.
RAMIRO: Pues también
a torear
de parte
suya os convido.
DOMINGO: ¿En qué le
tengo ofendido
que quiere
verme rodar?
Apenas
capaz me hallo
de
gobernar sólo a mí,
¿e iré a
gobernar allí
al toro, a
mí y al caballo?
No hay
cosa de que me asombre
con más
razón que del uso
que la ley
del duelo puso
entre una
fiera y un hombre.
Si a mi
posada viniera,
Ramiro, el
toro a buscarme,
aun
entonces el vengarme
puesto en
razón estuviera;
mas si
yendo yo a buscallo,
no estando
de él ofendido,
el toro es
tan comedido
que hiere sólo al caballo,
y no a
mí, ¿por qué el crüel
[fuero del
duelo me obliga
a que
arriesgado le siga
y me
acuchille con él?]
Si a un
hombre, que tanto vale
como
valgo, determino
desafïar,
un padrino
que las
armas nos iguale
al
campo llevo conmigo.
¿Y he de
reñir con la espada
contra
fuerza aventajada
siendo un
bruto mi enemigo?
Doy
pues que llego a matallo.
¿Es bien
que arriesgue la vida
un hombre
a vengar la herida
que un
toro le dio a un caballo?
Entre
dos hombres jamás
pongo paz
por no arriesgarme.
¿Y un
caballo ha de obligarme?
¿Vale por
ventura más?
El
peligro de la vida
quiero
dejar, y dejar
la
desdicha de rodar,
la pena de la caída.
¿Hay
cosa más desairada
que un
hombre medio aturdido,
bañado en
polvo el vestido
y con la
gorra abollada,
esforzarse y no acertar
con la
guarnición, turbado
el color,
y rodeado
de mil
pícaros, buscar
el
toro, los acicates
arando el
suelo, y formando
rayas,
quizá procurando
escribir
sus disparates?
Si a
estos gustos me convida,
el
Príncipe me perdone.
Quien la
vida a riesgo pone
donde no
le va la vida,
hace
muy gran necedad.
Siempre
que a nadar entré,
Ramiro,
fue haciendo pie
hacia la
profundidad,
con
gran tiento caminando;
y cuando
el agua sentí
al pecho,
luego volví
hacia la
orilla nadando.
No he
de arriesgar con los toros
la vida;
que no arriesgara
más si
vencer me importara
un
ejército de moros.
RAMIRO: Al
Príncipe lo diré
de esa
suerte.
DOMINGO: Más compuesta
le podéis
dar la respuesta.
Decidme,
¿cuánto podré
gastar
yo para lucir
estas
fiestas?
RAMIRO:
Mil ducados.
DOMINGO: Luego os
los traerán contados.
Con ellos
quiero servir
a su
alteza, que sospecho
que está
con necesidad;
y así mi
comodidad
resultará
en su provecho
y en mi
disculpa; que entiendo
que más
gusto le he de hacer
[con]
dárselos sin caer
que con
gastarlos cayendo.
Vase [DOMINGO]
RAMIRO:
[Injusto] nombre os ha dado
la fama
que loco os llama;
que mejor
puede la fama
llamaros
desengañado.
Vase [RAMIRO].
Salen don JUAN y BELTRÁN
BELTRÁN: De allí
salió. Yo le vi.
JUAN: ¿Ramiro le
admite ya,
y la
licencia le da
que jamás
yo merecí?
Él lo
codicia, Beltrán,
para
esposo de Leonor.
¡Ah, don
Ramiro! ¿Es mejor
don
Domingo que don Juan?
BELTRÁN: Para
serlo basta ser
él más
rico; bien lo fundo
puesto que
no tiene el mundo
más linaje
que "tener."
JUAN: La
riqueza importa poco
si de loco
la opinión
la
deslustra.
BELTRÁN:
Socarrón
le llamo
yo, que no loco.
JUAN:
[Beltrán], yo resuelvo entrar
a hablar a
doña Leonor;
si es el
que dice su amor,
las obras
lo han de mostrar.
Si es
firme su pensamiento,
si por esposo
me quiere,
déme la
mano, y no espere
que de su
padre avariento
la
insaciable condición
a don
Domingo la entregue,
y a mi
amor con esto niegue
el cabello [la] Ocasión.
BELTRÁN: ¿Pues
mudas ya parecer,
señor?
JUAN:
¿Cómo?
BELTRÁN:
¿No decías
que a don
Ramiro querías,
robándole,
empobrecer,
para que él mismo te ofrezca
a doña
Leonor, así
haciéndote
rico a ti
lo mismo
que le empobrezca?
JUAN: Sí,
Beltrán; mas el postrero
ese
remedio ha de ser,
si de otra
suerte vencer
la
dificultad no espero.
Y por
lo menos agora
me
conviene averiguar,
para
poderlo estorbar,
si don
Domingo la adora,
y gozar
su mano espera
por premio de inesperanza;
por si una
vez la alcanza,
tarde el
remedio viniera.
BELTRÁN: Él
viene allí.
JUAN: Pues yo quiero
agora
notificarle
mi amor,
Beltrán, por quitarle
estorbos
al bien que espero.
Salen don DOMINGO y NUÑO
DOMINGO: ¿En
fin, se llama Constanza
la que
estaba con Leonor
y es su
prima?
NUÑO:
Sí, señor.
DOMINGO: Es
hermosa.
NUÑO: La
mudanza
colegí
de tu cuidado
en
mandándome informar.
DOMINGO: Mudanza no
has de llamar
a la que
es razón de estado.
Nuño,
quien sólo un caballo
tuviere y
sólo un amor
será
esclavo del temor
de
perderlo o de cansallo.
Querer
sin apelación
es forzosa
tiranía,
y el amor
que desconfía
crece con
la emulación.
Tenga
Leonor a sus ojos
quien
castigue su rigor
y yo al
lado de Leonor
quien
mitigue sus enojos.
No me
pareció Constanza
menos que
su prima bella.
En Leonor
pondré y en ella
igualmente
mi esperanza.
La que
me quiera he de amar;
la que no,
no he de querer;
que en
esto, corresponder
quiero más que conquistar.
NUÑO: Bien harás
si te permite
el amor
esa elección.
DOMINGO: No permito
a la pasi¢n
yo jamás
que me la quite.
Un
papel le llevarás
luego a Constanza.
NUÑO:
Si amor
tienes a
entrambas, señor,
entrambas
las perder s.
JUAN: Si muy
de prisa no vais,
señor don
Domingo, oíd
una
palabra.
DOMINGO:
Decid;
que lo que
vos importáis,
señor
don Juan, lo primero
ha de ser.
JUAN:
Nadie en Zamora,
según es
público, ignora
que por la
belleza muero
de doña
Leonor, la hermosa
hija de
Ramiro; y siendo
yo quien
soy, con causa entiendo
que es
obligación forzosa
de
cualquiera caballero
no
oponerse a mi afición.
DOMINGO: Digo que
es obligación
y que de
mi parte quiero
cumplirla; que, aunque es verdad
que yo su
amor pretendía
porque el
vuestro no sabía,
preferir
la antigüedad
es cortesano respeto.
(Nada
pierdo, pues Constanza Aparte.
me
obligaba a esta mudanza.)
Y así
olvidarla os prometo.
¿Queréis más?
JUAN: Fío de vos
que lo
haréis.
DOMINGO:
Como quien soy
de ello la
palabra os doy.
JUAN: Dios os
guarde.
Vanse don JUAN y BELTRÁN
DOMINGO:
Guárdeos Dios.
NUÑO: ¡Qué fácil
y qué sin pena
la dejas!
DOMINGO: No
era [cordura]
reñir por
una hermosura
que tiene
achaque de ajena.
Si en
esto culparme quieres,
es necedad
conocida;
porque no hay
más de una vida,
Nuño, y
hay muchas mujeres.
Vanse. Salen don
JUAN y BELTRÁN
BELTRÁN: Este
estorbo ha ya cesado;
mas, ¿cómo
te entraste así?
¿Quieres
que te encuentre aquí
Ramiro?
JUAN: Desesperado
y sin
paciencia me veo;
o a Leonor
he de perder
o
obligarla a resolver
a dar fin
a mi deseo.
BELTRÁN: Esto es
hecho; ya Leonor
está aquí.
Sale LEONOR
LEONOR:
Don Juan, ¿qué intento
os ha dado
atrevimiento
de entrar
en mi casa?
JUAN: Amor,
tormento, rabia, despecho,
furia,
desesperación;
que no sufre
la pasión
ya la
prisiones del pecho.
En los
peligros son años
los puntos
de dilaciones;
[breves
determinaciones]
remedian
eternos daños.
Resuelto vengo, Leonor.
Ramiro a
mi voluntad
se opone;
mas si es verdad
que me
queréis, y el amor
ha
conformado a los dos,
mostradlo
aquí, que os advierto
que o sin
vos volveré muerto
o vivo,
Leonor, con vos.
LEONOR:
Mientras batallan, don Juan,
dos
contrarias calidades,
las mismas
contrariedades
materia a
sus fuerzas dan;
mas, en
llegando a vencer
una de
ellas, la vencida,
cuanto más
pierde la vida,
más fuerza
aumenta al poder,
incentivo a la venganza,
materia a
la actividad
de la
opuesta calidad
que de ella victoria alcanza.
Así el
amor que os tenía,
mientras a
las persuasiones
de tantas
murmuraciones
que os
infaman resistía,
en
ellas mismas hallaba
ocasión de
estar más ciego,
y la
resistencia el fuego
de mi
pecho acrecentaba;
mas, al
fin, con tal violencia
verdades
claras, que son
noche de
vuestra opinión,
vencieron
mi resistencia;
que
cuanto fue de quereros
más
incentivo el amor,
tanto es
materia mayor
agora de
aborreceros.
¿Mi
pecho ha de preferir,
mi afición ha de estimar,
mis ojos
han de mirar,
mis oídos
han de oír,
a quien
deslustra su fama
con una y
otra bajeza,
y su
natural nobleza
con sus costumbres infama?
¿Y a
quien ya causarme enojos
tan poco
llega a temer,
que no
recela poner
sus
afrentas a mis ojos,
pues la
más vecina casa,
-- porque ni él pueda negar
sus
infamias, ni ignorar
pudiese yo
lo que pasa --
no
siendo suya, ha arrendado
para que
en su afrenta vil,
Caco
embustero y sutil,
atrevido
el engañado
le
llamase en mi presencia
sin saber
que me ofendía?
¿La mano
pretende mía
quien da
tan franca licencia
de
murmurar su opinión?
Teniendo
yo por marido
a quien
tanto la ha perdido,
¿mereciera
estimación?
¿Ni aun
de vos? No soy tan necia
que quiera
darme a entender
que
estimará a su mujer
quien su
mismo honor desprecia.
Idos de
aquí, persuadido
a que ya
de vuestro amor
sólo me
queda el dolor
de haberos
favorecido.
Vase [LEONOR]
JUAN:
¡Espera! ¡Escucha, señora!
BELTRÁN: Es por
demás.
JUAN:
¡Ay de mí!
¿Posible
es que tal oí?
BELTRÁN: ¡Estamos
buenos agora!
JUAN: ¿Esto,
rigurosos cielos,
en mis
desdichas faltaba?
¿Mi pena
no me bastaba?
¿No me
sobraban mis celos?
De los
mismos desvaríos
que en
lisonja de tu amor
cometí,
ingrata Leonor,
¿haces
desméritos míos?
BELTRÁN:
¡Siempre, vive Dios, temí
este fin!
JUAN:
Pues, ¿quién pensara
que ya que
Leonor culpara
los yerros
que cometí,
no
hubiera, al menos en cuenta
del
descargo recibido,
ver que yo
no haya temido,
por
servirla más, mi afrenta?
BELTRÁN: [Bien
lo pudiera entender
quien la
fabulilla vieja
supiera de
la corneja;
que ha
mucho ya que por ser
tan común
nadie contó,
y de puro
no contada
es de
muchos ignorada,
y así he
de contarla yo
porque
el caso se acomoda
y tú, para
disculpar
a Leonor,
la has de escuchar.
Asistir
quiso a la boda
del
águila, mas se halló
la corneja
tan sin galas
que adornó
el cuerpo y las alas
de varias
plumas que hurtó
a otras aves, de manera
que apenas
llegó a las bodas
cuando
conocieron todas
sus
plumas, y la primera
el
águila la embistió
a
cobrarlas con tal furia
que para
la misma injuria
ejemplo a
las otras dio.
-- ¡Detente!
¿Qué rabia es ésta?
-- dijo la corneja -- Advierte
que sólo
por complacerte
y por
venir a tu fiesta
más
brillante las hurté.
Y el
águila respondió,
-- Necia, ¿por ventura yo
pudiera
culpar tu fe,
siendo
tu fortuna escasa,
cuando
galas no trujeras,
o con las
tuyas vinieras,
o
estuviéraste en tu casa?
Y al
fin, como t£ saliste
castigado
del desdén
de Leonor,
salió también
corrida,
desnuda y triste.
¡Y
pluguiera a Dios que dieran
siempre
con igual rigor
esta pena
al mismo error!
Que yo sé
bien que advirtieran,
menos
falsos, más de cuatro,
que, con
ajeno vestido,
el aplauso
han merecido
del
púlpito y del teatro.]
JUAN: Lo
hecho, [Beltrán] ya está hecho;
lo que
resta es remediar
lo
porvenir y dejar
este
agravio satisfecho
de don
Domingo que habló
tan
libremente de mí
a doña
Leonor.
BELTRÁN:
Si a ti
Caco sutil
te llamó,
¿qué
nombre dará a Beltrán
que echó
la llave al enredo?
JUAN: Muy presto
sabrá, si puedo,
cómo ha de
hablar de don Juan.
Vanse y salen don DOMINGO, quitándose capa y espada y
NU¥O y MAURICIO, de noche
MAURICIO: Señor,
si quieres cenar
es hora
ya.
DOMINGO:
Majadero,
hora es
cuando yo quiero.
El tiempo
ha de señalar
el
reloj, que no dar leyes;
que en
esta puntualidad
contra la
comodidad
tengo
lástima a los reyes.
El
manjar me sabe más
cuando yo
lo he menester,
y no tengo
de comer
porque
comen los demás.
El uso
común dispuso
hora en
esto señalada,
voluntaria, no forzada.
No ha de
obligarnos el uso.
Bastará
que nos lo acuerde;
que quien
antes de tener
hambre se
pone a comer,
no sabe lo
que se pierde.
Dime,
dime, ¿recibió
el
billete?
NUÑO:
Recibióle,
y no sin
gusto.
DOMINGO:
¿Y leyóle,
Nuño
amigo?
NUÑO: Y
le leyó.
DOMINGO: ¿Y qué
respondió Constanza?
NUÑO: La
respuesta fue muy corta.
DOMINGO: ¿Y qué
fue?
NUÑO:
Callar.
DOMINGO:
No importa;
vida tiene
mi esperanza.
Nuño,
no camina mal
a su
puerto mi deseo,
si aquel
epigrama creo
que hizo
de Nevia Marcial.
"Escribí, no respondió
Nevia;
luego dura está.
Mas pienso
que me querrá
pues lo
que escribí leyó."
Haz que
me den de cenar,
Mauricio,
agora; que agora
que tengo
yo gana, es hora.
Vase MAURICIO
NUÑO: ¡Qué poco
tardó en llegar!
DOMINGO: Lo que
faltaba tardó,
que es
gana, y su nombre infiere
que viene cuando ella quiere
y no
cuando quiero yo.
Sale MAURICIO
MAURICIO: Un
mancebo, al parecer
ilustre,
que te ha buscado
esta tarde
con cuidado,
dice que
te quiere ver.
DOMINGO: ¿Qué me
querrá?
MAURICIO: Yo sospecho
que un
papel te viene a dar.
DOMINGO: ¿Papel
antes de cenar?
¡Oh, qué
disgusto me has hecho!
Carta o
billete jamás
me des en
tal ocasión;
que me
quita la sazón
el cuidado
que me das.
Entre;
que ya lo has errado
con darme
las nuevas de él
y no me
dará el papel
más
disgusto que el cuidado.
Sale un GENTILHOMBRE con un papel. Dalo a don DOMINGO. Él
toma una luz y lee aparte
GENTILHOMBRE: Éste
en secreto mirad;
que a su
dueño he de llevalle
la
respuesta.
Lee
DOMINGO:
"En vuestra calle
esta noche
me aguardad
luego
que su sombra fría
ocupe de
nuestro polo
el
término, y venid solo.
El príncipe don García."
(¡El
Príncipe! Letra es ésta Aparte.
de su
mano. Que aguardar
no tenéis,
donde es callar
y obedecer
la respuesta.)
¡Hachas, hola!
GENTILHOMBRE: ¿Adónde vais?
DOMINGO: A
acompañaros iré
como debo.
GENTILHOMBRE:
No saldré
yo de aquí
si no os quedáis.
DOMINGO: Servir
es obedecer,
y no
obliga a quien porfía.
Vase el GENTILHOMBRE
El
príncipe don García
mi persona
ha menester.
Sacadme
presto una espada,
una cota y
un broquel.
(Si he de
ir acaso con él Aparte.
a alguna
ocasi¢n pesada
es
cordura ir prevenido.)
NUÑO: ¿No
quieres cenar, señor?
DOMINGO: En tocando
al pundonor,
Nuño, de
todo me olvido.
Siempre
vivo a lo que estoy,
según mi
sangre, obligado;
que por
ser acomodado
no dejo de
ser quien soy.
NUÑO: Es la
cota muy pesada;
no la
sufrirás, señor.
DOMINGO: En tocando
al pundonor,
Nuño, no
me pesa nada.
Saca MAURICIO las armas
NUÑO: ¿Es acaso
desafío?
DOMINGO: Nada me
has de preguntar.
MAURICIO: ¿Hémoste
de acompañar?
DOMINGO: Solo he de
ir.
NUÑO:
De ti confío
que de
todo bien saldrás.
DOMINGO: En tocando
al pundonor,
Nuño,
revive el valor
y muere en
mí lo demás.
Vanse. Salen
BELTRÁN, con un billete,
y don JUAN, de noche.
JUAN: Entra,
Beltrán, y el billete
le entrega
en su propia mano.
BELTRÁN: Pienso que
es intento vano,
porque su
opinión promete
que a
estas horas acostado
estará ya;
que la fama
como
sabes, no le llama
sin causa
"el acomodado."
Y si
esta misma razón
considero,
desconfío
de que
acepte el desafío;
porque de
su condición,
señor,
presumir es justo
que por
respuesta ha de dar
que no
suele trasnochar
para cosas
de más gusto.
Y si
acaso es tan cobarde
como lo
colijo de él,
sólo
servirá el papel
de
avisarle que se guarde.
JUAN: Dices bien.
BELTRÁN: Señor, espera,
que una
luz llega al zaguán.
JUAN: Él sale
fuera, Beltrán.
BELTRÁN: ¡Y
solo! ¿Quién tal creyera?
La
llave a la puerta ha echado
por de
fuera.
JUAN:
Quiero hablalle.
BELTRÁN: Su cuidado
está en su calle,
pues en
ella se ha parado.
Sale don DOMINGO, de noche
JUAN: Ya
tengo más ocasión
que a la
venganza me obligue;
que esto
muestra que prosigue
la
comenzada afición
de
Leonor.
BELTRÁN: Infieres bien.
DOMINGO: (Gente
viene. ¿Si será Aparte.
Éste el
Príncipe?) ¨Quién va?
JUAN: Señor don Domingo, quien
os
buscaba con cuidado.
DOMINGO: ¿Es don
Juan?
JUAN:
Sí.
DOMINGO: Ya me habéis
hallado. ¿Qué me queréis?
JUAN: No es
lugar acomodado
éste
para lo que os quiero.
Solos al
campo los dos
salgamos;
que allí con vos
tengo un
negocio.
DOMINGO:
Yo espero
una
precisa ocasión
en este
mismo lugar,
a que no
puedo faltar.
Decidme
aquí la razón
que
tenéis de sentimiento
que os
obligue a desafío;
que si,
como yo confío,
es injusto
el fundamento,
con
desengañaros, quiero
no faltar
yo a la ocasión
que
espero, y la obligación
que de
sacar el acero
nos
pondrá el haber salido
al campo
excusar, supuesto
que si os
engañáis en esto,
no me doy
por ofendido.
JUAN: Porque
sé que la ocasión
de mi
agravio es verdadera,
la diré;
que si pudiera
esperar
satisfacción
la
callara hasta salir
al campo;
que el aguardar
satisfacción es mostrar
poca gana
de reñir.
Vos,
cuando a Leonor hablasteis
porque
arrendado os había
esta casa
sin ser mía,
"Caco
sutil" me llamasteis.
DOMINGO: Nunca
la verdad negué.
JUAN: Ésta es la
ofensa que quiero
que
sustente vuestro acero.
DOMINGO: Luego,
¿porque os igualé
al
sutil [Caco], ofendido,
don Juan,
me desafiáis?
JUAN: Siendo
quien sois, ¿no juzgáis
cuán
grande ese agravio ha sido?
DOMINGO: Pues,
el pensamiento mío
según eso
me engañaba.
JUAN: ¨Cómo?
DOMINGO: Porque
yo esperaba
de Caco
este desafío.
JUAN: ¡Que os
atreváis de ese modo
a
agraviarme!
DOMINGO:
Si a reñir
al campo
hemos de salir,
reñiremos
sobre todo.
JUAN: Vamos,
pues; que no permite
mi enojo
más dilación.
DOMINGO: Ni a mí
cierta obligación
que de
este puesto me quite,
como he
dicho, por agora.
Y así,
porque yo no sé
cuánto en
él me detendré,
señalad el
puesto y hora
para
mañana, y veréis
que salgo,
como quien soy,
a
buscaros. De ello os doy
la
palabra.
JUAN: No
saldréis
que el
ser tan acomodado
arguye
poco valor.
DOMINGO: En tocando
al pundonor,
estás, don
Juan, engañado.
Conmigo
el valor nació,
las
fuerzas he de adquirir;
que ellas
han de conseguir
lo que el
valor emprendió.
Y
cuanto más me acomodo
cuando
inquietudes no tengo,
tantas más
fuerzas prevengo
a mi valor
para todo.
Y sólo advertiros quiero
que podéis
echar de ver
cuánto me
va en no perder
lo que en
esta calle espero,
pues
dilato la venganza
del
agravio que me hacéis
en mostrar que no tenéis
de mi
valor confïanza.
JUAN: Ya
según exageráis
que os
importa no salir
de esta
calle, a colegir
vengo que
me quebrantáis
la
palabra; porque aquí,
¿qué
puede, sino el amor,
deteneros,
de Leonor?
DOMINGO: Nunca a lo
que prometí
falté,
y reservo también
ese
agravio al desafío.
JUAN: No tiene
paciencia el mío.
Aguardar
no me est bien
ocasiones dilatadas
cuando me
importa vengarme.
DOMINGO: Pues si no
podéis sacarme
de la
calle a cuchilladas,
es vana
vuestra porfía.
BELTRÁN: ¿Qué
esperamos?
JUAN:
El acero
no saques
tú; que no quiero
reñir con
superchería.
Acuchíllanse
DOMINGO: No
importa; hábil como a dos,
basto solo
cuando llego
a sacar la
espada.
BELTRÁN:
(¡Fuego, Aparte.
rayo,
furia es! Vive Dios!
En
Cantalapiedra ha dado
don
Juan. Pero, ¿quién pensara
que a todo
se acomodara
tan bien el acomodado?
JUAN: ¡No vi
tan valiente acero
jamás!
DOMINGO: Don
Juan, gente viene
y advertid
que no os conviene,
si es
acaso quien espero,
que os
halle en esta ocasión
que ya
lograr no podéis,
y no es
bien que me estorbéis
que cumpla
mi obligación
sin
fruto; y, pues os mostré
con tanto
valor agora
que mañana
el puesto y hora
que me
señaláis iré,
señaladle, y cese aquí
la
cuestión; que me daréis
a
entender, si no lo hacéis,
que
medroso ya de mí,
queréis
que esta gente sea
medianera
entre los dos.
JUAN: Bien
decís, y así con vos
se
ver , como desea,
mi
pecho. A esta misma hora
mañana,
esperadme aquí,
porque
evitemos así
sospechas,
y de Zamora
solos y
juntos los dos,
a la
estacada saldremos
que
entonces señalaremos.
DOMINGO: Yo os
aguardo.
JUAN:
Adiós.
DOMINGO:
Adiós.
Vase [DOMINGO]
BELTRÁN: Valor
tiene.
JUAN:
Vivo o muerto
he de
salir de cuidado.
BELTRÁN: Huélgome
que hayas sacado
mi blanca
de este concierto.
Vanse
FIN DEL ACTO SEGUNDO