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Salen don JUAN y BELTRÁN, de noche y con linternas
BELTRÁN: Si así te vas quitando inconvenientes,
por hambre vencerás a don Ramiro.
JUAN: A ejecutar la inclinación aspiro
de que he tenido impulsos tan valientes,
que, cuando otros motivos no tuviera,
es cierto que lo hiciera
sólo por ver cumplido este deseo
de que sin rienda fatigarme veo.
BELTRÁN: En errar o acertar esta jornada
te va a ser César esta noche o nada.
JUAN: Siempre ayuda al osado la Fortuna.
BELTRÁN: Y en esto pienso yo, sin duda alguna,
que los mismos doblones
que entramos a robar, con avisarnos
a voces donde están, han de ayudarnos
por salir de tan lóbregas prisiones;
pues, según don Ramiro los encierra,
no sirve de moneda agora el oro
más que cuando ocupó, inútil tesoro,
el centro oscuro en su nativa tierra.
JUAN: Comencemos la empresa; que Morfeo
sepulta en las corrientes del Leteo
BELTRÁN: Envidia tengo a los que están dormidos;
que de sueño me tienen alcanzado
las noches que nos hemos desvelado
buscando a don Domingo inútilmente.
riñendo aquella noche se mostrase,
y que después trocase
que no sólo faltase al desafío,
pero se haya ocultado
de suerte que la industria y el cuidado
JUAN: ¿Qué más venganza quiero? ¿Pude darle,
Beltrán, mayor castigo que obligarle
BELTRÁN: Él, pienso yo, que ha sido el victorioso,
pues estará, conforme a su costumbre,
dondequiera que esté, sin pesadumbre,
puesto en acomodarse su cuidado
mientras los dos nos hemos desvelado.
Don JUAN alumbra y BELTRÁN va sacando
en el postigo; si estampada en cera
la original se hubiera fabricado
nos sacara más presto de cuidado.
JUAN: Lo mismo es ser maestra.
las guardas y la puerta se ha rendido.
JUAN: Entremos pues pisando lentamente,
porque somos perdidos si la gente
BELTRÁN: Paso para su cuarto es esta puerta.
JUAN: Ábrela pues, Beltrán; que es avariento
y en los que est n detr s de su aposento,
por guardarlo mejor, tendrá en tesoro.
BELTRÁN: Las llaves pienso que habilita el oro.
porque en el aposento más distante
del de Ramiro hemos de entrar primero;
que hay menos riesgo y tiene por ventura
la distancia mayor por más segura.
BELTRÁN: Éste en el corredor es el postrero.
La cerraja es pequeña. Menor llave
es menester. Entró como en su casa.
BELTRÁN: Aquí no hay nada.
al otro más adentro.
JUAN: No está seguro allí. Robarlo espero.
BELTRÁN: ¿Y si despierta y defenderlo intenta?
JUAN: Será su vida precio de mi afrenta.
Sale don DOMINGO en jubón, sin espada. Sacan las espadas don
DOMINGO: ¿Quién es?
¿Así a Leonor pusisteis en olvido?
¿Así vuestra palabra habéis cumplido
que, porque nada pueda disculparos
en el mismo delito vengo a hallaros?
DOMINGO: Escuchadme, don Juan.
no salisteis al campo, y por sagrado
la misma casa donde
aumentáis mis ofensas os esconde?
¿Ésta era la ocasión que os [impedía]
salir al campo a fenecer la mía?
¡Para romper la fe que prometisteis,
para más agraviarme me pedisteis
Juzgad vos vuestra culpa, y las razones
que tengo de mataros y vengarme.
DOMINGO: ¡Tened! Nada arriesgáis en escucharme,
pues sin armas me veis con que os lo impida.
No es, don Juan, en defensa de mi vida
Más importa que yo. Pues caballero
sois, no os importa menos. Esto os pido,
porque interrumpa con rigor violento
su primer movimiento,
para vengar, don Juan, vuestros agravios,
los últimos acentos de mis labios.
me provoca a vengar de vuestra injuria,
que tengo de escucharos
que del castigo es término la muerte,
y la venganza, es cierto
que la siente el morir, no el haber muerto.
DOMINGO: Ved pues, don Juan, primero
Dale un papel. Don JUAN lo lee
que me sirva de carta de creencia,
porque no pongáis duda en la evidencia
y la firma conozco de su Alteza.
DOMINGO: La noche, pues, que vos de mí ofendido,
para satisfacer la injuria vuestra
del campo libre a la marcial palestra
provocasteis mi acero, en cumplimiento
de este que ves preciso mandamiento,
siendo la suya ley tan poderosa,
más que la vuestra ocasión forzosa.
Llegó su Alteza, pues, de cuyo intento
el indicio menor, mas no podría,
pensar jamás que tan extraño fuera.
"Venid," me dijo el Príncipe, "conmigo."
de Ramiro paró y en un momento,
siendo una seña suya el mandamiento,
Entramos y Ramiro, su privado,
en este sitio en que me halláis nos puso.
Solos aquí los tres, rompió su Alteza
y dijo... No podréis, don Juan, creello,
pues yo, aunque reconozco su fiereza,
cuando intentos oí tan atrevidos
pensé que se engañaban mis oídos
y agora al referiros esta historia
crédito apenas doy a la memoria.
"Ya sabéis," dijo, "que mi padre Alfonso,
Rey de León, el ya cansado acero
al ocio rinde y en la vaina olvida,
como quien ve el ocaso de su vida,
cuando contra las huestes sarracenas
el juvenil orgullo basta apenas.
También sabéis que su caduca mano
del reino intenta gobernar en vano
el timón, que de fuerza necesita
que con Neptuno y Aquilón compita;
y así yo, porque espero
sucederle en el reino, y considero
que es mejor prevenir inconvenientes
que daños remediar ya sucedidos,
resuelvo trasladar de la persona
de mi padre a mi frente la corona
sin aguardar su muerte. Prevenidos
tiene ya en mi [favor] sus escuadrones
Castilla; facilitan prevenciones
de la Reina mi madre mis intentos;
y mis vasallos todos, mal contentos
y cuantos ricos, nobles, poderosos
del bien común, conmigo se conjuran;
y éste fue de llamaros el intento,
para que, haciendo el mismo juramento
que los demás, conmigo
quedéis por alïado y por amigo."
con tan ardiente furia despertara
que el daño esconde cuando el premio enseña.
el alquitrán oculta disimulan,
cuando en las cumbres que al Olimpo emulan
ostentan blanca nieve, las montañas
que dan tumba a la vida y al deseo
y si es entonces de centella breve
concitado el azufre, espesa nube
de fuego y humo a las estrellas sube
y es ceniza después cuanto fue nieve,
dando el asombro tantos escarmientos
cuanto el estruendo espantos a los vientos?
Pues el incendio veis, y veis la furia
con que mi pecho reventó a la injuria
de la lealtad que guarda mi nobleza
a mi Rey natural; que, aunque es su Alteza
primogénito suyo y la corona
espera de León, mientras no herede
presumir que no toca a su persona
tan bien como a la mía
la obligación de súbdito y vasallo.
Antes, si la piedad ha de juzgallo,
es más culpable en él la alevosía;
que, conspirando otro vasallo, sola
la fe quebranta que a su rey le debe,
y él a su padre y a su rey se atreve.
de Alfonso funda la razón tirana
de anticipar la sucesión, en eso
fundo yo más la culpa de su exceso;
porque si tan vecina
la muerte de su padre considera,
¿por qué no espera lo que presto espera?
¿Por qué la ley humana y la divina
quiero violar, anticipando el [plazo]
que ya limita de la Parca el brazo?
Al fin, don Juan, yo respondí, yo hice
lo que podéis pensar del que esto os dice,
en que ni la amenaza de la muerte
me halló menos leal o menos fuerte.
O ya fuese piedad, o ya cautela
permitirme la vida
con publicarlo, su atrevido intento,
me entregó a la prisión de este aposento
él me ministra con su propia mano.
Éstos mis casos son, ésta mi historia;
y pues el cielo permitió que os vea,
el medio y la ocasión cual fuere sea,
volved, don Juan, volved a la memoria
de vuestros altos ínclitos pasados.
Despierte en el leal heroico pecho
de los divertimientos que dormido
con engañoso halago lo han tenido.
[Proponga ejemplo, emulación pretenda
al valor vuestro el mío;
pues en regalos sepultado y frío,
no hay riesgo, no hay trabajo que no emprenda.
cuando fui cera ya siendo diamante
en advirtiendo que manchar intenta
el cristal puro de mi honor la afrenta
de la sangre leal. El fuego ardiente
que al nacer informó, don Juan valiente,
no apaga jamás; sólo se oculta
cuando el vicio en cenizas se sepulta;
y en vos, si oculto yace, yace vivo
entre los yerros el valor nativo.
Produzca, pues, incendios cuando el viento
de la traición, con animoso aliento,
de vuestra sangre incita la centella,
de fuego que vivió muerta ceniza.
No la naturaleza
en quien principio halló vuestra nobleza,
se rinda a la costumbre advenediza;
mostrad, librando al Rey, que los errores
que han desmentido en vos vuestros mayores,
no de la inclinación fueron defectos,
sino del ocio vil propios efectos,
y que, de la ocasión solicitado
Gozad esta ocasión, pues os la ha dado
de cobrar la opinión, pues la perdisteis.
don Juan, a los borrones que os afean
esta hazaña leal, para que vean
los émulos en ella restauradas]
las glorias adquiridas y heredadas.
JUAN: Basta. Callad. Si no queréis que el pecho,
que ya a tantos fervores viene estrecho,
cuando requieren casos tan atroces
antes, para el castigo que yo ordeno,
del rayo el golpe que la voz del trueno.
Dadme esos brazos, pero no los brazos,
que no merezco tan heroicos lazos.
Esas plantas me dad porque mi boca
imprima en ellas agradecimientos
de los nobles y altivos pensamientos
a que vuestra elocuencia me provoca.
¡Oh, en el honor y la lealtad primero!
qué aliento celestial a vuestros labios
consejos dicta en mi favor tan sabios
que no sólo a mi ciego desatino
pero sin el castigo el escarmiento?
Por vos gané lo que por mí he perdido.
Seré muriendo el que naciendo he sido.
En la misma nobleza que he heredado
otra vez vuestra lengua me ha engendrado.
Y pues con esto no igualarse pruebo
lo que de vos me quejo a lo que os debo,
que con razón me hicieron vuestros labios;
que, si yo fabriqué mi propia mengua,
yo, que la causa os di, os moví la lengua.
Amigo os llamo ya; que fuera necio
si en tal ganancia recatara el precio.
Y juro, por lograr vuestra fineza,
que he de trazar al punto prevenciones
[que impidan los intentos de su Alteza
de que me da evidentes presunciones],
fuera del justo crédito que os debo,
gran copia de soldados castellanos
que ocupan ya los muros zamoranos.
DOMINGO: Partid, don Juan; que yo, porque a su Alteza
faltando yo de aquí, de recelarse,
preso me he de quedar; que esfuerzo tengo
con que a mayores males me prevengo
por salir con la empresa. Mas decidme,
¿cómo entrasteis aquí?
a fines me trujeron acertados.
No os puedo decir más, y adiós, amigo;
que yo a libraros o a morir me obligo.
DOMINGO: Librad al Rey, como de vos se espera,
don Juan; que poco importa que yo muera.
JUAN: Ve cerrando las puertas,
a don Ramiro no le dé recelos.
BELTRÁN: ¿Y el hurto queda en cierne?
mi inclinación mudaron,
que al fuego de lealtad me acrisolaron;
de que vengo a entender que, porque hubiese
quien de Alfonso los daños impidiese
permitieron mi error porque se vea
que mal no sufren que por bien no sea.
Si tú vas convertido, yo admirado
de ver tan valeroso acomodado.
Vanse. Salen el PRÍNCIPE, don RAMIRO, NUÑO y
PRÍNCIPE: ¿Fueron, Ramiro, a llamarle?
RAMIRO: No puede [tardar], señor.
PRÍNCIPE: Quiero con este color
y con esto de su acero,
en mi intento asegurarme.
como por ser tan afecto
RAMIRO: Es verdad, y así ser ,
de sentimiento le deis
PRÍNCIPE: Lo que por vuestra nobleza
NUÑO: Una tarde, habrá seis días,
le pidió de no estorbarle
Despidiéronse, y la noche
una menos de las horas
un gentilhombre la vez
aquella tarde le había
ya que con las plantas no.
le aguardaban, que, en la voz
y con esto los perdió
sin que de esta confusión
nos pudiésemos librar
Nunca después de este caso
vivo o muerto un breve indicio
la diligencia mayor.
Y así, pues tantos convencen
la muerte, y de que el cadáver
os suplicamos, señor,
PRÍNCIPE: Con lo que habéis escuchado
Con indicios tan vehementes
privilegios al amor;
y así, mientras la verdad
es fuerza, don Juan, que estéis.
JUAN: (¿Qué he de hacer? ¡Válgame Dios! Aparte.
mas de la misma verdad
otro al descargo.
que nada en esta ocasión,
JUAN: Pues, preguntadle a Ramiro
Hablan a excusa de los criados
RAMIRO: ¿Quién de caso tan secreto
PRÍNCIPE: ¿Si sabe ya mis intentos?
JUAN: (Turbados están los dos.) Aparte.
PRÍNCIPE: Don Juan, ¿cómo lo sabéis?
del caso la conclusión
Demás que cierta ocasión
por entonces la cuestión;
y más por averiguar
Y así, apartándome de él,
tuvo, aunque es ciego el Amor,
y otro con él a la puerta
después de hacer una seña
salió el que le acompañaba,
Aunque allí me halló esperando
del aurora el resplandor,
ni en cuantas vueltas al cielo
que nunca de ella faltó
una centinela mía;
y así es llana presunción
como interesado en ello,
porque es más rico que yo
PRÍNCIPE: (Por su engaño y mi ventura Aparte
Habla aparte a RAMIRO el PRÍNCIPE
PRÍNCIPE: En albricias de que ignora
con su engaño os conforméis,
RAMIRO: Mucho más caro, señor,
PRÍNCIPE: Pues, sabiendo lo que yo
las fiestas.
PRÍNCIPE: No han de hacerse sin vos;
JUAN: (En vano obligarme intenta.) Aparte
No es ése el impedimento.
si tan poco siento yo,
PRÍNCIPE: Sentido está de perder
vuestra hija.
de sus costumbres.
por mi cuenta.
Vanse. Salen don JUAN y BELTRÁN con botas y
BELTRÁN: Hora que es fin de la pena
de una posta endemoniada,
y yo a ti, porque ya el sol
JUAN: Loco me tiene el contento.
BELTRÁN: ¡Oh, cómo tu carta obró!
lo que ellas en ensillarse.
de que tú mismo en persona
JUAN: ¡Oh, qué gran gusto me has hecho,
y a qué buen tiempo ha venido!
en el zaguán.
Salen el REY, con botas y espuelas, y dos criados
los brazos, don Juan, prevengo.
JUAN: Como rey, señor, me honráis.
en vuestra casa.
REY: ¿Cómo?
los castellanos que esconde
en esta conspiración
que, porque la dilación
REY: ¡El mismo que yo engendré
si culpa engendrarlo fue.
JUAN: Vamos; que ya de la oscura
nos llama.
Ramiro, le prenderéis
sin defensa y descuidado;
Y yo sin dificultad
REY: Tanto, don Juan, me obligáis,
al premiaros.
hacer que por mi lealtad
pues que de la alevosía
que os tocare.
BELTRÁN: No es
JUAN: No temo, juntos los dos,
BELTRÁN: Contempla, señor, agora
la providencia de Dios.
y otro tan acomodado?
JUAN: No hay suceso que no tenga
prevención en Dios, Beltrán.
BELTRÁN: Por eso dijo el refrán:
"No hay mal que por bien no venga."
Vanse. Salen el PRÍNCIPE, RAMIRO, LEONOR y
PRÍNCIPE: Esto habéis de hacer por mí.
y advertid que es lo que os pido
lo que a todos nos importa
que os tiene amor, pretendemos
a conformarse conmigo
sabréis, pues de publicarse
LEONOR: Yo lo hiciera, mas Constanza
es con él más poderosa.
PRÍNCIPE: ¿Cómo?
Dilo, prima.
PRÍNCIPE: Si es así, Constanza, goza
CONSTANZA: Si ha de obedecer el pecho,
PRÍNCIPE: Llamadle, pues, don Ramiro.
LEONOR: No pienso que es fácil cosa
es, Leonor, quien le aprisiona
en tu casa.
vuestra Alteza?
Para nada os puede ser
DOMINGO: No es la vez primera agora
Constanza es premio que estimo,
pongo en vuestros pies la boca;
pero con tal condición,
Ésta es mi resolución.
PRÍNCIPE: Y la mía que proponga
DOMINGO: Muriendo ha de sustentar
RAMIRO: ¿Qué es esto?
REY: Dadme esa espada, García.
vuestra obstinación, seré,
llueva el cielo conjurados.
RAMIRO: (De una vez la vida y honra Aparte.
sin defensa?
que el cielo y la tierra enojan.
del Príncipe.
que, a quien desdichado vive,
de un príncipe...
y que vos le descubristeis
intención, por él a mí
y dos villas, las que él mismo
y a quien, como veis, os honra.
JUAN: (¡Qué prudencia!) Aparte
BELTRÁN: (¡Qué cordura!) Aparte
DOMINGO: (¡Con qué buen medio la nota Aparte
RAMIRO: Con ganancia tan notoria,
RAMIRO: Fuerza es ya que me conozca
en ser vuestra venturosa.
que mejoraréis las obras.
con que es fuerza que a quien soy
y a quien eres corresponda.
REY: Don Domingo, ¿qué aguardáis
DOMINGO: Señor, vuestras plantas solas
a alcanzarlo, de ambas bodas
Ésta es mi mano.
DOMINGO: Quien alcanza el bien que adora,
BELTRÁN: Agora faltan las mías,
REY: Piensa tú lo que te importa
según tu estado; que a mí
FIN DE LA COMEDIA