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Salen al son de chirimías el REY, SEVERO y PALANTE, que sacan
pendientes del cuello una medallas doradas. Arrodíllanse ante el altar
REY: Délfica gloria, refulgente Apolo,
del cielo cuarto ilustrador eterno,
a quien los hados concedieron solo
de la luz la tiara y el gobierno;
que desde Arturo al contrapuesto polo,
y desde el alto impíreo al hondo infierno
con tus piramidales rayos miras,
mientras el carro de diamante giras;
que yo en la edad de joven floreciente
el cetro mueva en la inexperta mano
que dilata su imperio en el oriente;
tu vaticinio, que jamás es vano,
ciego me alumbre y tímido me aliente.
El orden de reinar en paz me explique,
y en mí y en mi corona pronostique.
VOZ: Pide a Licurgo el árbol venturoso. Dentro
Cubren el altar y tocan chírimías
SEVERO: Aquí cesó el oráculo febeo.
REY: Su respuesta me deja más dudoso.
Su fin no entiendo, y sus palabras creo.
SEVERO: Interpretarlo, pues, será forzoso,
para cumplir, señor, vuestro deseo.
REY: Diga Palante qué misterio esconde,
según su voto, lo que el dios responde.
PALANTE: Yo entiendo, gran señor, que Apolo ordena
que de Licurgo el espartano imites
la vida singular, de ciencias llena,
porque el bien de tu reino facilites.
REY: Tu explicación, Palante, es muy ajena
de la verdad, si la razón admites;
que el cargo de reinar no me reserva
tiempos que dar al culto de Minerva.
PALANTE: Yo quedo convencido, y ya deseo
que vuestra alteza la sentencia obscura
REY: De este reino cretense la ventura
el santo vaticinio, según creo,
pronostica, y del todo la asegura,
si las leyes traslado a este hemisferio,
que dio Licurgo al espartano imperio.
PALANTE: Gran rey de Creta, no a tu ingenio agudo
hay ciego enigma, frase no secreta.
a la respuesta del mayor planeta
darse otra explicación.
si vuestro gran saber nos la interpreta,
que la entendáis mejor. Decid, Severo.
SEVERO: Obedeceros, no enmendaros, quiero.
"Pide a Licurgo el árbol venturoso",
dijo el dios, y mi lengua así lo explica:
No hay árbol para un reino más dichoso
que el de la oliva, porque paz publica;
pues pedirlo a Licurgo el luminoso
que si de él gobernáis acompañado,
aseguráis la paz de vuestro estado.
Que si, como decís, Febo quisiera
que mandase guardar vuestro estatuto
las leyes que él dio a Esparta, no dijera
que le pidáis el árbol, sino el fruto.
El árbol dijo; y si esto se pondera,
del mismo causador es atributo,
la oliva vendrá a ser de esta corona.
REY: Yo quedo de las dudas satisfecho.
Vos habéis sus misterios penetrado.
SEVERO: Lo que mandastes, gran señor, he hecho.
Mi explicación pedistes, yo la he dado;
mas no por esto presumió mi pecho
mejor que vos haberlo interpretado;
que aunque en hacerlo os haya obedecido,
a vuestro parecer estoy rendido.
REY: Si os sujetáis a mí como discreto,
porque soy vuestro rey, Severo amigo,
a vuestro parecer yo me sujeto,
que de vuestra prudencia soy testigo.
Sin duda es ése el celestial decreto,
y a su precisa ejecución me obligo;
sólo ya resta agora saber dónde
esa oliva de paz la tierra esconde.
SEVERO: Tu venturoso reino es quien merece
igual tesoro, si verdad pregona
alguna vez la fama, y enriquece
tan estimable piedra tu corona;
pero mudado el nombre, le oscurece
villano traje la real persona;
que graves causas de piadoso celo
tanto le ocultan a su patrio suelo.
REY: Pues si con otro nombre en traje rudo
su luz eclipsa en ásperas montañas,
¿quién le hallará?
SEVERO: La humana industria pudo
vencer dificultades más extrañas.
REY: Ya con la vuestra conseguir no dudo
más altas y difíciles hazañas.
SEVERO: Mi ingenio, si gustáis, no dificulta
desvanecer la nube que le oculta.
REY: De los servicios grandes que habéis hecho,
Severo noble, a mi real corona,
éste será el mayor.
del clima helado a la abrasada zona
no hay conquista imposible, que mi pecho
no se atreva a emprender. Vuestra persona
mil lustros viva; que al momento parto
a obedecer al dios del cielo cuarto.
REY: Partid, y para gastos del camino
lo que queráis pedid al Tesorero.
que ha trazado esta ausencia de Severo
en favor de tus ansias tu destino;
que sin su amparo fácilmente espero
amado espero, y desespero amante.
Vanse los dos. Salen por una parte TEÓN, y
CRIADOS con MENGA; y por otra CORIDÓN con una olla
CORIDÓN: ¡Menga! ¡Ah, Menga! (¡Qué embebida Aparte
le está escuchando! Yo vea
a quien me casó con ella.
¿me estáis vos haciendo ofensa?
embarazadas las manos...!)
TEÓN: No tiene el mundo riquezas,
que a tu hermosura no ofrezca.
CORIDÓN: (Él habla, y ella le escucha. Aparte
Concertada esta la fiesta.)
TEÓN: Dame los brazos, serrana.
CORIDÓN: (Si llega a brazos con ella, Aparte
MENGA: Ved que vendrá mi marido.
CORIDÓN: (¡Ay, que la abraza!) Aparte
CORIDÓN: (Mas que he de quebrar la olla, Aparte
La arroja
Por Dios, que no ha de comerla.
CORIDÓN: ¡Favor, que achaques de ciervo
LICURGO: ¿Pues cómo?
LICURGO: Si tú, que eres su marido,
no lo estorbas, ¿cómo intentas
que yo me encargue de hacerlo?
CORIDÓN: Yo só, Lacón, una bestia,
LICURGO: Tú eres su marido, llega;
a estorbarlo tu presencia.
CORIDÓN: Pues venid vos a ayudarme.
LICURGO: Yo iré contigo. No temas;
que mi gente le entretenga.
CRIADO 1: Está haciendo la cuenta
No estorbéis.
querran contra mí en la cuenta.
quien ha de dar cuenta de ella.
LICURGO: ¡Tened! No le maltratéis,
CRIADO 1: Este villano está loco.
CRIADO 2: Morir sin duda desea.
CRIADO 2: Presto probará sus manos,
LICURGO: ¿De qué tirano crüel,
TEÓN: ¿No veis qué puesto en razón
es el villano?
TEÓN: Sin duda enojarme intentas.
LICURGO: Yo lo que es justo pretendo.
TEÓN: Pues, villano, aunque lo sea,
LICURGO: Coridón, dame ese tronco;
con sangre escrita en sus penas.
Quítale a CORIDÓN el bastón, y
ríñen; y vanse retirando TEÓN y sus CRIADOS
MENGA: ¡Ay de mí! ¿Qué puedo hacer?
CORIDÓN: ¡Buena la habéis hecho, Menga!
¡Matadle!
que a mí, para las pendencias,
se me han quebrado las fuerzas!
Salen TELAMÓN y algunos VILLANOS
CRIADO 1: Libra, señor, tu persona;
que el número se acrecienta
de villanos.
VILLANO: ¡Mueran los crïados, mueran!
LICURGO: No mueran. ¡Tened, amigos!
antes, pues por él sus vidas
que alborotados concurren,
CRIADO 1: Estatuas merece eternas
Al descuido
que yo no se lo pregunto,
porque con eso les diera
TELAMÓN: No volveré sin saberlo.
CORIDÓN: Por Dios, Lacón, gran paciencia
LICURGO: Si se escapó el ofensor,
CORIDÓN: Antes fuera justa empresa,
Vanse todos. Salen SEVERO, con gabán, y
SEVERO: En este desierto prado,
hoy todos los labradores,
TELEMO: Ya bajan mil por el monte.
SEVERO: (Hoy goza buena ocasión Aparte
mi artificiosa invención,
si es por dicha este horizonte
el depositario mudo
todas mis mercaderías.
TELEMO: El jüicio he de perder.
SEVERO: Cuando consiga el efeto,
y en tanto que no se alcanza,
Hacen dentro ruido de baile de villanos
TELEMO: ¡Qué regocijados vienen
los villanos!
holocaustos de alegría.
TELEMO: El seso en las plantas tienen.
TELEMO: Mientras yo la tienda saco,
Salen LICURGO, CORIDÓN, LIDORO, BATO,
VILLANOS y MÚSICOS, cantando al son del villano, y
bailando. Estén SEVERRO y TELEMO, que tiende en el teatro
varias cosas, como espadas, guitarras, libros y vestidos, y lo
demás que se nombra adelante. Cantan los MÚSICOS
MÚSICOS: "Sacrificios soberanos
voluntades por tributos.
sacrificios a Titán."
LICURGO: ¿Tú no bailas? ¿Qué tristeza,
Coridon, la tuya es?
LICURGO: ¿Al fin se despareció
tu mujer?
-- ya entendéis -- se me escondió.
me aflige.
LICURGO: ¿Y es?
LICURGO: ¿De qué?
CORIDÓN: De que la he de hallar.
LIDORO: Hora es ya de comenzar
¿hay quién me apueste a luchar?
CORIDÓN: Luchemos los dos, Lidoro.
LIDORO: Si, Coridón; que tenéis
CORIDÓN: Y si es pulla, que no valga.
CORIDÓN: Quien se atreva hay en el prado.
BATO: No, con vos no, porque vos
CORIDÓN: ¿Otra vara? Mas, ¿qué tienda
es ésta de varias cosas?
SEVERO: Baratas son y curiosas.
CORIDÓN: ¡Quien tuviera mucha hacienda
para comprarlas!
Hablan aparte LICURGO y TELAMÓN
TELAMÓN: A tu ofensor he seguido;
Recatáronse de mí
de suerte, que en tres jornadas,
pero ya que su recato
me ocultó el nombre, un retrato
que contigo venga a hacer
Por dicha sera instrumento
LICURGO: Con el tiempo y con su ayuda
¿para qué le quiero yo?
esta esquila presunción.
LIDORO: Compradla vos, Coridón.
CORIDÓN: ¿Otra vara? ¡Bueno va!
MÚSICOS: "Sacrificios soberanos
Vanse los VILLANOS y los MÚSICOS
LICURGO: Agora quiero llegarme,
TELAMÓN: Compra también para mí.
LICURGO: Viejo honrado, el claro Febo
os guarde.
¿A que os inclináis aquí?
Algo comprad.
LICURGO toma una espada y tiéntala
SEVERO: Pues ved ésta, que al dios Marte
LICURGO: Pudiera, a no estar pasado.
SEVERO: (No sois bisoño en el arte.) Aparte
¿No os contentará ninguna?
LICURGO: Con todo, pienso comprar
Dale dineros, y las espadas a TELAMÓN
la prevención hasta ver
el efeto.
TELAMÓN: (Así ha de hacer Aparte
SEVERO: Ved si queréis otra cosa.
LICURGO: Estos libros, ¿de quién son?
SEVERO: Las leyes con que Solón
en favor de Pisistrato,
SEVERO: Él fue, sin ajeno agravio,
el legislador más sabio.
los demás, y es imprudencia.
SEVERO: (Parece que lo ha sentido.) Aparte
Pues decid, ¿quién le ha podido
hacer jamás competencia?
LICURGO: (¡Qué arrojado mercader!) Aparte
Más sabréis de mercancías
que de leyes.
porque no le compelieran
a derogallas, y es cierto
que no se hubiera encubierto
LICURGO: Quien tal piensa se ha engañado.
(A cólera me ha movido.) Aparte
SEVERO: (¿El color habéis perdido? Aparte
no dar resplandor de sí.)
Ya el encubrirme es en vano.
LICURGO: Conocerla y respetalla
SEVERO: Puesto que debéis saber
LICURGO: ¿Dónde me queréis llevar?
SEVERO: El rey de Creta a llamar
LICURGO: (¡Dioses! ¿Si me ha conocido? Aparte
no es mucho en descuido tal;
mas negaré, pues de mí
SEVERO: Secretos son los jüicios
y obedeced.
TELEMO: ¿Esto sólo ha pretendido
tu disfraz?
Vanse todos. Salen DIANA y MARCELA
MARCELA: A la mitad ha llegado
DIANA: Hasta que venga mi hermano
mi padre, no es conveniente
entregarme al sueño vano.
MARCELA: El rey le llamó, y ya ves
DIANA: Eso mismo es, mi Marcela,
despertador del cuidado;
DIANA: ¿Quien?
cierto recado importante
no será.
que salvoconducto tiene
DIANA: Bien dices. Abrirle puedes.
MARCELA: A la mujer que es honrada,
nunca de escrúpulos leves
Salen el REY y PALANTE, de noche. Hablan aparte
los dos
PALANTE: Bien tu dicha lo ha dispuesto.
DIANA: ¿Que es esto?
¿Es el rey?
DIANA: ¿Quién, Palante, esperaría
la obediencia de mi rey.
REY: Si hay culpa aquí, toda es mía.
DIANA: Bien, recelando mi daño,
MARCELA: ¿Quién previniera este engaño?
REY: ¿Qué es esto? ¿En qué demasías
Cuando yo, tan satisfecho,
con que a nuestros pensamientos
tu hermano, a quien descuidado
en mi antecámara tengo,
que pensé que agradecieras?
DIANA: Supremo Rey, no te espante
en un mismo corazón,
dos contrarios miro en él
que a un tiempo me ofende y ama.
Y si es así, no te espante,
REY: En venirte a ver, no creo
el presentarme a tus ojos?
DIANA: No es lisonja, si con daño
que es muy claro que no usaras
y así yo, que el tuyo creo,
pues con eso he disculpado
logremos las esperanzas
REY: ...que la ocasión vuela y pasa.
no he de pensar que te ofendo.
DIANA: (Resuelto está. ¿Que he de hacer? Aparte
prostrada la honestidad.
mi obligación a mi amor.
Mas esta resolución
puesto que al honor se atreve,
porque no se pierda todo.
DIANA: Tú permite que un momento
porque en el estar podría
alguna crïada mía,
DIANA: Los instantes de tu ausencia
trueco yo a siglos de infierno.
PALANTE: Mil veces dichoso amante
quien tal bien llegó a alcanzar.
MARCELA: La gente está como pudo
REY: ¡Ay, Marcela amiga! Piensa
que mi agradecido pecho,
de este gusto que me has hecho
no halla justa recompensa.
Sale DIANA, con una espada desnuda
DIANA: Escúchame, rey, primero
te impida un mar de mi sangre.
Pone la guarnición de la espada en el suelo,
REY: ¿Que es esto? Di, ya te escucho.
De esto no hay por qué te traiga
testimonios, tú lo sabes;
que la estimación lo prueba
con que siempre le trataste.
sus invencibles lealtades.
y con tal valor, que en Grecia
y quieren tus ceguedades
presentes premios no alcancen,
pues por servirte, y por darle
los decretos celestiales,
injusto tú las quebrantas
debiéndole tu honor,
¿Qué troglodita inhumano,
si eres hombre, no quebrantes
libertad para enfrenarte,
también la tendrás, si quieres
a no atropellar ingrato
obligaciones tan grandes.
Que yo no te adoro menos,
y aunque es la mujer más frágil,
besa las extremidades,
que para acercarte a mí
un movimiento señales,
a mi honestidad mi sangre;
y a mi fama eternidades.
MARCELA: (¡Gran valor!) Aparte
PALANTE: (¡Gran fortaleza!) Aparte
REY: (¡Determinación notable!) Aparte
que persuadirme. Ausentarte
REY: ¡Plugiera a los dioses santos
que pudieran quebrantarse
hizo la paz inviolables!
que cuando en fuegos marciales
que con recíprocas suertes
eternamente se casen
Conspirarán contra mí
mis gentes si despertase,
quebrantando estos conciertos,
y tú a mí; y temores tales
que el dios de amor puede darme.
DIANA: Pues si a tu razón de estado
de que yo atienda a la mía.
REY: Sí, pero...
REY: Ya vuelvo atrás. No derrames
¿Tanto pueden tus crueldades?
¿Quién vio más estrecho lance?
DIANA: El segundo es imposible
que su pretensión alcance;
REY: ¡Ay de mí! ¿Qué puedo hacer?
Hablan aparte el REY y PALANTE
PALANTE: Pues goza de ésta, y no temas
que por mas que te amenace
REY: ¿Que arriesgue me persüades
no es posible remediarse?
que a mujer determinada
PALANTE: Pues encomiéndalo al tiempo.
DIANA: ¿Qué haces?
Resuélvete ya. Resuelve
REY: Venciste, ingrata, venciste.
Vive, y logra tus crueldades;
tu falsedad declaraste,
pues a todo lo que dices,
contradice lo que haces.
DIANA: Eso no. ¡Detente, espera;
que es eso también matarme!
REY: Porque te quiero te matas,
DIANA: Como honrada te resisto,
REY: ¿Luego quieres que te tenga
DIANA: Sólo quiero que le guardes
decoro a mi honestidad.
REY: ¿Cómo puede amor guardarle?
la estimación de mis partes.
que tus honestas crueldades,
aunque me ofenden, me obligan.
DIANA: ¡Eso sí que es obligarme!
REY: Tuyo seré eternamente,
de tu honestidad mi amor.
DIANA: En mí verás un diamante.
REY: Guárdente, mi bien, los dioses.
DIANA: Los dioses, mi bien, te guarden.
PALANTE: ¡Válgate Dios por mujer,
MARCELA: ¡Válgate Dios por galán,