ACTO PRIMERO
Salen doña LEONOR e INÉS
LEONOR:
¿Quién será este forastero,
que tan
falso y recatado
hace
con tanto cuidado
de
nuestra calle terrero?
INÉS: De
esta casa el primer suelo
es
primer cielo, señora,
de la
luna de Teodora;
y el
segundo es cuarto cielo
de
tu sol, cuyo arrebol
da al
alba perlas que llore;
y no es posible que adore
la luna, si ha visto el
sol.
LEONOR:
¡Quién supiera la verdad
de sus
intentos!
INÉS: Leonor,
¿es
curiosidad o amor?
LEONOR: Agora
es curiosidad,
y
está en saber su intención
ser
amor.
INÉS:
Dame a entender
cómo
puede proceder
de
saberla, tu afición.
LEONOR: Si
tocas de un instrumento
sola
una cuerda, verás
que
están mudas las demás,
si es
disonante su acento;
más
si alguna está en distancia
y en
consonancia debida,
suena
sin tocarla, herida
sólo de
la consonancia
de
aquella que se tocó;
que
mostrar el cielo quiso
la
virtud, en este aviso,
de la
amistad. Así yo
tengo en tal punto templada
mi
pasión, que si supiere
que
este galán no me quiere,
será
muda o será nada;
mas
si adora mi favor,
tocado
sólo del viento
de su consonante acento,
sonará
también mi amor.
INÉS: Pues
si logras este empleo,
de don Juan, ¿qué hemos de hacer?
LEONOR: Poco
sentiré perder
lo que
ganar no deseo.
Por concierto se ha tratado
conmigo
su casamiento;
provecho, y no gusto, siento
en
admitir su cuidado.
Y si
el forastero es cierto
que me
quiere y me merece,
noble,
como lo parece,
donde
hay amor no hay concierto.
INÉS: Pues
de ese cuidado quiero
sacarte.
LEONOR:
¿Cómo?
INÉS:
Un crïado
que
siempre, señora, al lado
he visto del forastero,
me
hace señas, y en la calle
le vi
agora; y pues estás
sola
conmigo, si das
licencia, quiero llamalle.
LEONOR: Bien dices. Llámale, pues;
y porque venir podría
mi
hermano, ponte en espía
en ese
balcón, Inés.
INÉS: Ya
conoces mi cuidado.
Vase INÉS
LEONOR: No con
severo rigor
le
niegues la dicha, amor,
a quien la ocasión has dado.
No
siempre el dorado arpón
a costa
de penas dé
los
gustos.
Sale INÉS
INÉS:
Ya le llamé,
y sube.
LEONOR:
Ponte al balcon.
Amor tengo, y mucho amor,
pues tan turbada le
espero.
Vase INÉS y sale CAMPANA
CAMPANA: (La
dicha del forastero Aparte
me
negoció este favor.
La
mozuela se ha rendido
a las señas que le he hecho...
Pero, ¿qué miro? Sospecho
que en
el puerto me he perdido.)
Quiere irse CAMPANA
LEONOR:
Volved, mancebo.
CAMPANA: Venía...
LEONOR: No os turbéis; yo os he mandado
llamar.
CAMPANA:
(Presto me ha faltado Aparte
la
dicha que ya creía.)
¿No
queréis que me turbara
luego
que a veros llegué,
puesto que me deslumbré
de ver
el sol cara a cara?
LEONOR:
¿Cómo os llamáis?
CAMPANA: Tengo el nombre
más
hinchado y campanudo
que
siendo de mujer, pudo
ponerse
jamás con hombre,
y el
que da cada mañana
a todo
preste dormido
más
enfadoso rüido.
LEONOR: Decid ya cuál, es.
CAMPANA: Campana.
LEONOR:
¿Quién es ese caballero
a quien
servís?
CAMPANA:
Claro está,
pues le
sirvo, que será
mi amo.
LEONOR:
Su nombre quiero
saber.
CAMPANA:
Don Diego de Luna.
LEONOR: ¡Buena alcuña!
CAMPANA:
¡Y cómo buena!
Por ser de rayos tan llena,
tiene opuesta la Fortuna.
LEONOR: Pues
no le conozco yo,
forastero le imagino.
CAMPANA: No es
sino hijo de vecino
del
lugar donde nació.
LEONOR: Ya
me obligáis a pensar
que
oculta prendas mayores.
CAMPANA: ¿Por
qué?
LEONOR:
Porque es de señores
traer
consigo un juglar.
CAMPANA:
Cuando imagino que os doy
gusto
en esto, ¿os enfadáis?
LEONOR: Sí; que de burlas estáis
cuando de veras estoy;
y
con ellas, porque quiero
abreviarlas, os diré
la ocasión por qué os llamé.
Decid a
ese caballero
que
quien este cuarto habita
es doña
Leonor Girón,
cuya
sangre y opinión
al sol
mismo rayos quita;
que yo he de tomar estado
con hacienda y calidad,
con
hermosura y edad
que a
mil nobles da cuidado;
y
que su mucho asistir
en esta
calle, y mirar
a esta
casa, puede dar
contra
mi honor qué decir;
que
su afición importuna
declare
a quién solicita,
que a muchas desacredita,
sin obligar a ninguna;
y si, por ventura, es
cierto,
como
presumo, que adora
la
belleza de Teodora,
lo dé a
entender; que le advierto
que
si constante porfía
ocultando la ocasión,
de las
demás la opinión
aseguraré en la mía,
con
dar a mi hermano cuenta
de mi
ofensa y de su injuria,
porque
con violenta furia
ponga
remedio en mi afrenta.
Quiere irse doña LEONOR
CAMPANA:
¡Oíd, por Dios!
LEONOR: ¿Qué queréis?
CAMPANA: Pues de
vuestro enojo ciego
al
arcabuz distes fuego,
que la
respuesta escuchéis;
que
ya que os habéis llegado
tan de veras a enojar,
de
plano he de confesar
al
potro de vuestro enfado.
LEONOR: (Bien le he obligado a decir Aparte
la verdad sin
declararme.)
CAMPANA: (El
caso viene a obligarme, Aparte
por
deslumbrarla, a mentir;
que
así quiero la intención
de don
Diego asegurar,
pues
tanto importa ocultar
que es
Teodora su afición.)
Don
Diego, señora, os vio;
que en
esto se cifra todo,
pues
decir que os vio es el modo
de
asegurar que os amó;
y si
algun indicio ha dado
de amar
a doña Teodora,
es disimulo, señora,
no
verdad de su cuidado;
porque es tan alto sujeto,
el
vuestro, que desconfía,
y si
amarlo es osadía,
no
publicarlo es respeto.
LEONOR:
(Cierta es mi dicha.)
Aparte
CAMPANA: Y me admira
que, si
en el terso cristal
vuestro
hermoso original
tal vez
su retrato mira,
ofensa hagáis semejante
a don Diego en presumir
que no
sabrá distinguir
del
amatista el diamante.
A
pesar del sufrimiento,
no os
ha dicho su pasión;
que si
ha tenido ocasión,
le ha faltado atrevimiento;
mas
si cobarde ha callado,
ya no
os temerá crüel;
que,
pues las partes que en él
habéis
visto os dan cuidado,
las
que ignoráis, con razón
esperan vuestros favores;
que
dibujos exteriores
bosquejos del alma son;
que
en calidad y valor,
en
discreción y prudencia,
poderle
hacer competencia
es la ventaja mayor;
y
tanto...
LEONOR: ¡Tened! Decis
que las partes que en él veo
me dan cuidado, y deseo
saber
de que lo inferís.
CAMPANA: De
que llamarme habéis hecho,
y de
que me preguntáis
quién
es, y solicitáis
saber
quién le abrasa el pecho.
Todo
esto muestra cuidado;
y pues
que de él no sabéis
mas partes de las que veis,
ellas son las que os le han
dado.
LEONOR: De
lo que os he dicho yo,
que me
da, habéis de inferir,
su
asistencia qué sentir;
que
cuidar sus partes, no.
CAMPANA: Si
no os pareciesen buenas,
ni os
diera, señora mía,
qué
recatar su porfía,
ni qué
imaginar sus penas;
y asi, sus méritos son
causa en vos de esos efetos;
que los indignos sujetos
no merecen atención.
LEONOR: Al
fin, ¿por fuerza queréis
que
confiese amarle?
CAMPANA: Quiero
que
entendáis que yo lo infiero,
no que
vos lo confeséis;
que
publicar sus cuidados
a la
primer diligencia
las señoras, es licencia
de poetas mal mirados,
que escriben, aunque
les sobre
la
ventura, sin decoro;
mas no
de aquellos que el oro
saben
distinguir del cobre.
Y así, por no ocasionaros
a incurrir en semejantes
indecencias, me voy antes
que lleguéis a declararos,
pues no poco por agora
mi
señor ha conseguido,
supuesto que habéis sabido
que
sois vos la que él adora;
y si
luego en su ventura
vuestro
amor se declarara,
la
liviandad apagara
lo que
encendió la hermosura.
Vase CAMPANA
LEONOR: ¡Que
bien hizo en refrenarme!
Que
según estoy, no fuera,
si un
punto se detuviera,
posible no declararme.
Sale INÉS
INES: ¿Qué
tenemos?
LEONOR:
Que he vencido.
El
forastero es mi amante.
INÉS: ¿Luego
tu amor consonante
su
crïado habrá entendido?
LEONOR: Aunque la lengua ocultó
cuanto
pudo mis enojos,
en las voces de los ojos
la consonancia entendió.
INÉS: Los
celos entran agora
de don
Juan y del Marqués.
LEONOR: El
secreto importa, Inés;
que
aunque es mi amiga Teodora,
es hermana de don Juan,
y solicita su gusto;
y darle
a entender no es justo
que he admitido a otro galán.
INÉS: Es verdad, y fuera bien
advertirlo al forastero
y a su
crïado.
LEONOR:
Yo infiero
que es
excusado, pues quien
tanto ha ocultado su amor
a quien
lo ha de remediar,
a quien
lo puede estorbar
sabrá
ocultarlo mejor.
Mas
nunca la prevención
dañó.
Toma el manto, Inés,
y tú,
pues ciega me ves,
puedes
con esa ocasión,
como que sale de ti,
por no
ofender mi decoro,
darle a
entender que le adoro,
y
ofrecerle que de mí
alcanzarás que le dé
audiencia esta noche.
INÉS:
Piensa
que tu
gusto, sin ofensa
de tu
opinión, dispondré.
Vanse doña LEONOR e INÉS.
Salen con DIEGO, de
color, y el MARQUÉS
MARQUÉS:
Digo, pues, que en esta calle
vive
preso mi cuidado;
nunca a
pisarla he llegado
que en
ella también no os halle.
Pesárame de encontrarme
con
vos; y pues yo, don Diego,
que con
la demanda llego
soy
quien debo declararme,
sabed que quien me atormenta
es doña
Leonor Girón;
su
oriente es aquel balcón,
del sol
venturosa afrenta.
Allí
vivo y allí muero,
ella es
el norte que sigo;
desde
Flandes sois mi amigo...
DIEGO: No
dígáis mas; que no os quiero
permitir ese cuidado;
que de
él os debo sacar
brevemente, por pagar
el que
a mí me habéis quitado.
Otra
hermosura, Marqués,
adoro,
cuyo preceto
me
obliga a guardar secreto.
MARQUÉS: No
importa saber quién es,
pues
con eso voy de vos
satisfecho y obligado.
DIEGO: Vivir podéis confïado
de mi amistad.
MARQUÉS:
Guárdeos Dios.
Vase el MARQUÉS
DIEGO:
Siendo publico el efeto,
ser
secreta la ocasión,
dar a
entender la afición
y
desmentir el sujeto,
¿cómo puede ser, Teodora?
Y, ¿cómo puede dejar
de asistir y de obligar
quién recela y quien
adora?
Sale CAMPANA
CAMPANA: Bien
puedes darme, señor,
albricias.
DIEGO:
¿De qué, Campana?
CAMPANA: De que
tiene tu amor llana
la
dificultad mayor;
que
doña Leonor Girón,
que ha
notado tus paseos,
me llamó, y de tus deseos
me preguntó la ocasión;
y
yo, como la vi mía,
la
logré, y le dije que ella
era la
candida estrella
que en
el mar de amor te guía.
DIEGO: Mal has hecho.
CAMPANA: ¡Bueno es eso!
DIEGO: Echado
me has a perder.
Ya no
es posible tener
en mi
afición buen suceso.
CAMPANA:
Cuando imaginé que había
hecho
más que si pusiera
una
española bandera
en un
muro de Turquia,
¿me
das ese galardón?
DIEGO: Si; que
a Teodora perdí.
CAMPANA:
Entremos en cuenta aquí
y
estemos a la razón.
Tú dices que te conviene
que
nadie entienda que adora
tu
ardiente pecho a Teodora,
porque,
supuesto que tiene
su
hermano tan gran poder,
por su
sangre y su dinero,
y eres pobre y forastero,
si lo llegase a saber
primero que tu esperanza
logres
con Teodora bella,
recelas
en ti y en ella
el
remedio y la venganza;
y por esto me has mandado
hacer, trazar y fingir
cuanto
no fuere decir
que es
Teodora tu cuidado.
¿Es
todo esto asi, señor?
DIEGO: Todo es
así.
CAMPANA:
Escucha agora.
Si has
de seguir a Teodora
y
disimular su amor,
si a
su casa noche y día
has de asistir y mirar,
y esto no se ha de
ocultar,
¿qué
mejor traza podía
haber dado, que fingir
que es
Leonor la que te abrasa
pues
vive en su misma casa?
Y junto
con desmentir
sospechas, si viene a darte
entrada
en ella, podrás
ver a
Teodora, y saldrás,
si
ambas están de tu parte,
del
riesgo en que estás agora,
obligadas de tu amor,
con el
engaño Leonor,
y con
la verdad Teodora.
DIEGO: Y en
llegando a colegir
Leonor
que a Teodora quiero,
dime
tú, ¿qué fin espero?
Que mal
se le ha de encubrir
siendo su vecina.
CAMPANA: Mira,
pasar
con facilidad
la
mentira por verdad,
y la
verdad por mentira;
que
ella ya lo ha presumido
y yo le
he dicho, señor,
que por
encubrir su amor,
el de Teodora has fingido.
DIEGO: ¿Que
lo cierto ha sospechado?
CAMPANA: Y de
suerte lo afirmó,
que si
engañándola yo
no la
hubiera deslumbrado,
ésta
sin duda es la hora
que te
diera por perdido,
porque
lo hubiera sabido
don
Sancho, que es de Teodora
amante, su mano espera;
y, con
esto, en el honor
le
toca, y así Leonor,
su hermana,
se lo dijera.
DIEGO:
Dices bien e hiciste bien.
CAMPANA: ¡Gloria
a Dios! Asegurarte,
y, como
dicen, sangrarte
en
salud, será también
acertado, y prevenir
a
Leonor, si hay ocasión
de
hablarla, que la aficion
fingida
has de proseguir
con
Teodora; que supuesto
que los
dos le habéis de dar
por
puntos qué sospechar,
la
asegurarás con esto.
DIEGO: Sí;
pero falta que aplique
remedio
a un nuevo cuidado,
supuesto que he asegurado
hoy al
marqués don Fadrique
de
que a Leonor no pretendo,
de
quien él es ciego amante.
CAMPANA: Esto es
lo mas importante
al fin
que vas previniendo,
pues
te dispone su amor
lo
mismo que tu pudieras
desear;
que cuando quieras
desengañar
a Leonor,
lo
fundaras con razon
en los
celos del marqués,
pues de
un poderoso es
vitoria
la pretensión.
DIEGO: No
está la dificultad
en eso;
la del marqués
siento
sólo.
CAMPANA:
No lo es,
supuesto que la verdad
llevas, señor de tu parte;
y
debajo de secreto,
si te
vieres en aprieto,
puedes
con él declararte;
que
mientras los casos dan
remedio
más importante,
vivir y
trampa adelante,
es en
la corte refrán.
DIEGO:
Fuerza es, al fin, por agora
proseguirlo; que mi amor
si
desengaña a Leonor,
se
declara por Teodora;
que
es lo que estoy recelando.
Vase don DIEGO.
Sale INÉS, con manto, tapada
y haciendo señas con la cabeza que la sigan
INÉS: Ya
me han visto.
CAMPANA: Una tapada
salió
de allá, y recatada
por
señas nos va llamando.
DIEGO:
Sigámosla, pues que Amor
me dice
que es mensajera
de
Teodora.
CAMPANA: Mas, ¿qué fuera
si lo
fuese de Leonor?
Vanse todos. Salen
don JUAN, de camino, doña TEODORA, don
SANCHO, y CONSTANZA a la sala
JUAN:
Hermana, don Sancho queda,
mientras vuelvo, en mi lugar,
ya que
no puedo excusar
la
partida.
SANCHO:
En cuanto pueda,
procuraré que Teodora
no os
eche menos.
JUAN: Mirad
que os
toca su honor.
SANCHO: Fïad
de lo
que mi fe la adora,
su
regalo y mi asistencia;
que en
lo que toca a su honor,
suplir
sabrá su valor,
mejor
que yo vuestra ausencia.
Don JUAN habla aparte a doña TEODORA
JUAN: Dame los brazos, y advierte
sólo que me va la vida
en
hallarte reducida,
cuando
vuelva, hermana, a verte,
a
ser de don Sancho esposa;
pues
trocando solamente,
a mi
firme amor consiente
que
goce a Leonor hermosa.
TEODORA: El
cielo os traiga a mis ojos
con
salud.
Llora
JUAN:
Sancho, adiós.
Vase don JUAN
SANCHO: Él
quiera que de los dos
cesen,
don Juan, los enojos
cuando del Betis volváis
a
Manzanares. Teodora,
no
lloréis si de la aurora
ser afrenta
no intentáis,
ni
agravéis mi fe constante
con
sentimiento tan vano,
si las
penas de un hermano
puede
aliviar un amante.
TEODORA: Yo
estimo, como es razón,
las mercedes que me hacéis.
(Mas las lagrimas que veis, Aparte
no nacen del corazon;
que
para hablar a don Diego
deseaba
la partida
de don
Juan.)
SANCHO:
(Contra una vida,
¿no
basta de amor el fuego?
Y la
rabia de un desdén,
¿no
basta, sagrados cielos,
sin que
en sospechas y celos
se
abrase el alma también?
Un forastero galán
a estas
rejas he encontrado
mil
veces; y mi cuidado,
pues la
ausencia de don Juan
al
suyo dará osadía
mas
libre, ha de ser agora
centinela
de Teodora,
y del
forastero espía.)
Sale CONSTANZA
CONSTANZA: Tus
primos te están, señor,
aguardando.
SANCHO:
A hacer vendrán
las
cuentas. (Mas no me dan Aparte
los cuidados de mi amor,
que
tan celoso se ve,
licencia para olvidalle;
y más
cuenta con la calle
que con
las cuentas tendré.)
Teodora, adiós; y más perlas
no vertáis; que ofenderéis
a mi
amor si las vertéis
mientras no puedo cogerlas.
Vase don SANCHO
TEODORA: ¡Qué
pesado es un amante
aborrecido! Constanza,
siglos
tardó la esperanza
de este
venturoso instante;
que
desde el ultimo día
que en
Sevilla al ausentarme
le vi,
no ha podido hablarme
don
Diego.
CONSTANZA:
Saber querría,
si te alegró el ver partir
a tu
hermano, ¿cómo tanto
pudo en
los ojos el llanto
el
corazón desmentir?
Que
en una causa no más
contrarios efetos son.
TEODORA: Oye una comparación,
Constanza, y lo entenderás.
El
leño que aun no el verdor
del
fértil tronco ha perdido,
por un
extremo encendido,
por el
otro vierte humor.
Yo estaba llena de enojos
y así
mi pecho, al entrar
el
gusto, arrojó el pesar
en
lágrimas por los ojos.
A
don Diego es menester
dar
aviso de la ausencia
de don Juan.
CONSTANZA:
Tu diligencia
puede
la suya ofender.
Excusado es avisalle
de lo
que su amor le avisa;
que de
la aurora la risa
llorando le halló en la calle.
Mas
Leonor viene.
Sale doña LEONOR
LEONOR: Teodora,
¿estás
muy triste?
TEODORA: Don Juan
es mi
hermano y mi galan;
dos
males el alma llora.
LEONOR: Para
aliviarlos me ordena
don
Sancho que de tu lado
no me
aparte.
TEODORA:
Ese cuidado
es
aumento de mi pena.
(¡Que nunca falten al bien Aparte
azares!
)
LEONOR:
Con este intento
me
manda que en tu aposento
pase
las noches también.
TEODORA: Yo
lo estimo. (Sus desvelos Aparte
entiendo; con esta traza
quiere
guardarme, y disfraza
con mi
lisonja, sus celos.)
LEONOR:
(Parece que le ha pesado;
Aparte
y esto,
y saber que desdeña
tanto a
don Sancho, me enseña
que otro
amor le da cuidado;
y me
importa que conmigo
se
declare, por poder
declararme yo, y tener,
para el
nuevo amor que sigo,
ocasión, pues he de estar
en su
cuarto; y si mi ciego
amor le
oculto, don Diego
no me
ha de poder hablar;
y de
la noche pasada,
que por el balcón me habló
y de ambas partes quedó
nuestra afición
declarada,
estoy gustosa de suerte,
y tan
del todo rendida,
que los
instantes de vida
sin él,
son siglos de muerte.)
Teodora, ya la ocasión
llegó en
que es bien que deshagas
los
agravios con que pagas
mi
verdadera aficion;
que en tus suspiros, amiga,
en tus ansias y tristezas,
y en despreciar las
finezas
con que mi hermano te obliga,
en
tu pecho he conocido
algún
oculto cuidado;
y ya,
aunque haberlo fïado
de mi
fe no hayas querido,
por
fuerza lo he de saber
estando
en tu compañía.
Haga
pues la cortesía
lo que
la fuerza ha de hacer;
que
la palabra te doy
de
estar siempre de tu parte, o
si no
basta a asegurarte
mi
amistad, siendo quien soy.
TEODORA: ¿Yo,
Leonor, otro cuidado?
LEONOR: Mujer soy y mujer eres;
no lo niegues, si no
quieres
una
enemiga a tu lado;
que
si conmigo enmudeces,
con
falso pecho me tratas;
y, si
amiga te recatas,
enemiga
me mereces.
TEODORA:
(¿Qué he de hacer? ¿Puede dañarme
Aparte
Leonor
más, si declarada
la
obligo, que si agraviada
la dejo
con recatarme?
¿No
sabe ya que a su hermano
aborrezco? ¿No sospecha
la
causa? Si ve la flecha,
¿por
que le oculto la mano?
Para
verme con don Diego
he
esperado esta ocasión;
y
cuando ya el corazón
no es
capaz de tanto fuego,
¿no
tengo de gozar della?
Pues si
la pierdo callando
de
conocido, y hablando
me
arriesgo sólo a perdella,
¿qué
tengo que recelar,
si
entre hablar y enmudecer,
callando es cierto perder,
y
hablando puedo ganar?
Y
pues, por más que lo impida,
ha de
saberlo, mejor
me está
que sepa mi amor
obligada que ofendida.)
Ya,
mi Leonor, ya no es justo
dejarte
de declarar
mi
pecho, por descansar,
cuando
no por darte gusto.
Sabe
que yo tengo amor
a un
gallardo caballero...
Qué
poco he dicho! ¡Que muero,
amiga, diré mejor
por el joven más galán
que al amor gastó saetas,
sin que a mis ansias inquietas
el respeto de don Juan
y de don Sancho el intento
hayan, Leonor, permitido,
que
hablándole, haya podido
dar
alivio a mi tormento!
Ésta
es de mi confusión
la
causa, y de que tu hermano
conquiste mi pecho en vano;
ésta,
Leonor, la ocasión,
y el
de ocultarla de ti;
y
haberme tú asegurado,
siendo
quien eres, la ha dado
para
decírtela aquí.
LEONOR:
Teodora, ya me obligué,
pues te ofrecí mi favor,
y no tendrá en ti tu amor
más
alientos que en mi fe.
TEODORA: Dios
te guarde; que de ti
mucho
más, Leonor, confío;
y ya
que del pecho mío
la
mejor porción te di,
sólo
que guardes secreto...
Y si
presumiere acaso
del amor en que me abraso,
por
indicios el sujeto
don
Sancho, amiga, te pido
que le deslumbres, pues ves
el peligro de los tres;
porque don Juan ofendido,
ciego mi amante, y celoso
don
Sancho, ¿qué desventura
no
sucederá?
LEONOR:
Segura
corre a
tu fin amoroso;
que
la vida me verás
perder
antes que el secreto
descubra que te prometo.
TEODORA: A mí,
Leonor, me la das.
Pero, díme, ¿ya salió
tu
hermano de casa?
LEONOR: Agora
en su
escritorio, Teodora,
con mis primos se encerró
a
hacer unas cuentas.
TEODORA: ¿Luego
tendré
seguro lugar
de
hablar al que adoro, y dar
dulce
alivio a tanto fuego?
LEONOR: Bien puedes; que todo el día,
sin
duda, habrán de ocupalle.
TEODORA: Pues
llega, si está en la calle,
Constanza, a esa celosía,
y
hazle señas.
CONSTANZA: Cualquier seña
a su amor le bastará;
que es
lince, y no perderá
de
vista la más pequeña.
Vase CONSTANZA
LEONOR: (Ya
he conseguido mi intento; Aparte
que
empeñada así Teodora,
segura le
puedo agora
confïar
mi pensamiento.)
Vuelve CONSTANZA
CONSTANZA: Ya
viene.
LEONOR:
Quiero dejarte
gozar a
solas tu amor.
TEODORA: Tú no
embarazas, Leonor;
fuera
de que para darte
disculpa, si la deseas,
de mi
loco desvarío,
quiero
que del dueño mío
las bizarras partes veas.
LEONOR: Y lo haré; pero no es justo
impedir como testigo;
que el
testigo más amigo
quita
licencias al gusto.
Oculta en este aposento
le veré
sin estorbar.
TEODORA: Bien te
puedes retirar,
Leonor,
que sus pasos siento.
LEONOR: (¿Cuándo con mi forastero Aparte
gozaré
dichas iguales?)
Éntrase doña LEONOR en el cuarto, y deja
entornada la puerta
TEODORA:
¡Cuántas penas, cuántos males
troqué
a la gloria que espero!
Salen don DIEGO y CAMPANA a la antesala
CAMPANA: ¿Si
te habrá visto Leonor
entrar?
DIEGO:
Con ella asenté,
cuando
esta noche la hablé,
que le
he de mostrar amor
a
Teodora.
CAMPANA:
Limitar
importa
las ocasiones;
que muchas demonstracíones
la pueden desengañar.
Don DIEGO y CAMPANA pasan a la sala, y doña LEONOR
entreabre la puerta del aposento
DIEGO: ¡Señora! ¿Quién a la suerte
debió
gloria tan crecida?
TEODORA: Pues
llegó hasta aquí la vida,
despreciar puedo la muerte.
LEONOR:
(¿Que es don Diego a quien adora?)
Aparte
TEODORA: ¡Que te
veo!
LEONOR:
(Yo creía Aparte
que don
Diego lo fingía;
que no
le amaba Teodora.)
TEODORA:
¡Cuánto me cuestas!
DIEGO: ¡Y cuanto
he
padecido por ti,
mi bien!
LEONOR:
(Licencia le di Aparte
de
fingir; pero no tanto.)
DIEGO: ¿De
qué te turbas? ¿Qué es esto?
TEODORA: Pasos
siento en la escalera,
y ser
don Sancho pudiera.
Constanza...
CONSTANZA:
¿Señora?
TEODORA: Presto,
cierra a ese cuarto la puerta.
CONSTANZA: Tarde
tu temor me avisa;
que el
recebimiento pisa
don
Sancho ya.
TEODORA:
¡Yo soy muerta!
CAMPANA: ¿No
dije yo?...
TEODORA: ¡A ese aposento
presto
os retirad los dos!
DIEGO: ¿Yo?
TEODORA: ¡No
repliques, por Dios,
que me va el honor!
DIEGO: Tu intento
cumpliré, porque de suerte
miro,
señora, tu honor,
que ha
de hacer en mí valor
lo que
no hiciera la muerte.
Retíranse don DIEGO y CAMPANA al aposento donde
está Leonor
TEODORA: ¡Que
de tormentos me dan
con
cada gusto los cielos!
Sale don SANCHO a la sala
SANCHO: No fueron vanos mis celos.
¿Apenas partió don Juan,
cuando ya a nuestras afrentas
las puertas abres, Teodora?
Están doña LEONOR, don DIEGO y CAMPANA en el
aposento
LEONOR: ¡Falso
don Diego!
DIEGO: ¡Señora!
CAMPANA: (¡Éstas son otras quinientas!) Aparte
DIEGO: ¿Aquí estabas?
LEONOR: ¡Sí, traidor!
DIEGO: (¿Hay tal desdicha?) Aparte
CAMPANA: No den
tus labios, por fingir bien,
ese nombre a mi
señor.
LEONOR:
¿Esto es fingir?
DIEGO: Claro está.
CAMPANA: O ha de
ser del mismo paño
de la
verdad el engaño,
o el
remiendo se verá.
DIEGO: No mostrándole afición,
¿cómo
pudiera engañarla?
LEONOR: O no
habéis de requebrarla
o ha de
acabar la invención.
DIEGO: Ley
es tu gusto, Leonor.
TEODORA: Mirad,
don Sancho...
DIEGO: En tu mano
fundo
mi bien.
SANCHO:
Vuestro hermano
dejó a
mi cargo el honor
de
esta casa.
CONSTANZA:
(¿Hay mas extraña Aparte
confusión?)
TEODORA:
(¡Yo soy perdida!) Aparte
CAMPANA: (Ya ha
quedado persuadida. Aparte
¡Lo que
el proprio amor engaña!)
SANCHO: ¿Y
mis celos?
Salen dos cortesanos, PRIMOS de don Sancho, a la
antesala
PRIMO 1: Demudado
tomó la
espada y salió.
PRIMO 2: Desde
que entré, le vi yo
divertido y alterado,
puesto el cuidado en la calle.
PRIMO 1: Eso me
le ha dado a mí;
que es
deudo nuestro; y de aquí
hemos
de ver si importalle
podemos algo.
SANCHO: Él entró;
que yo
le vi, y no ha salido:
tú le
tienes escondido;
con que se verificó
Mete mano
mi
agravio y el de tu hermano.
TEODORA: ¿Qué
hacéis? ¡Mirad...!
SANCHO: ¡Vive Dios,
que he
de vengar a los dos...!
DIEGO: ¡Eso
fuera si esta mano
no
gobernara este acero!
Sale don DIEGO del aposento, hace frente a don SANCHO y
se acuchíllan
PRIMO 1: ¡Esto
es fuerza!
Pasan de la antesala a la sala los PRIMOS, y
pónense al lado de don SANCHO y ríñen. Salen
del aposento doña LEONOR y CAMPANA
LEONOR: ¡Ay, desdichada!
TEODORA: ¡Muerta
soy!
CAMPANA:
Espada a espada
riñe
quien es caballero.
DIEGO: Herido estoy. No es hazaña
darme, don Sancho, la
muerte
con
ventaja.
TEODORA:
¡Triste suerte!
SANCHO: Yo os
la diera en la campaña
solo; que solo emprendió
vuestro
castigo mi acero.
TEODORA: ¡Don Sancho,
tened!
LEONOR: (¿Qué espero Aparte
Que si
él muere, muero yo.)
TEODORA: Ved
que con vuestra venganza
queda
mi opinión perdida.
LEONOR:
(Arriesgar quiero la vida
Aparte
por tan
dichosa esperanza.)
¡Hermano, no le matéis!
¡Primos, valedme! ¡Mirad,
que es
mi esposo!
PRIMO 1: ¡Refrenad,
Atajándole
don
Sancho, el furor!
SANCHO: ¿Qué hacéis?
¡Dejadme!
Cae don DIEGO en una silla
DIEGO:
Tarde ha venido
vuestra
fineza, Leonor;
que yo
muero.
PRIMO 1:
¿No es mejor
que
deis a Leonor marido
que
hacer afrenta a los dos?
LEONOR: Don
Diego de Luna, hermano,
puede,
honrarme con su mano;
que es
tan bueno como vos.
TEODORA:
(¡Guárdente, Leonor, los cielos! Aparte
No me
atrevo a interceder;
que a
don Sancho han de encender,
más que
su ofensa, mis celos.)
SANCHO:
(Pues satisface la injuria
Aparte
de
Leonor siendo su esposo,
y de mi
incendio celoso
con
esto cesa la furia,
el
remedio a la venganza
prefiero.) Ved si a la vida
ha dado
puerta la herida.
CONSTANZA: Aun da
su aliento esperanza
de
vivir.
SANCHO:
Primos, partid
a
buscar un cirujano.
PRIMO 1: Yo voy
a buscar la mano
más
dichosa de Madrid.
Vase el PRIMO 1
CAMPANA: Un
confesor le llamad;
que está expirando.
PRIMO 2: Yo voy.
Vase el PRIMO 2
TEODORA: ¡Qué
desdicha!
LEONOR:
¡Muerta soy!
SANCHO: A mi
cuarto le llevad
que
en él es bien que se cure,
pues es de Leonor esposo;
y de
este caso es forzoso
que el
secreto se asegure.
CAMPANA: De
su vida desespero;
que
está muerto en lo pesado.
TEODORA: (Él
muere por desdichado Aparte
y yo
por amante muero.)
LEONOR:
Campana, con paso lento,
en
movimiento süave
le
lleva, porque no acabe
de
matarle el movimiento.
TEODORA: En
todo muestras, Leonor,
que es
tu amistad verdadera.
LEONOR: (¡Ay de
mi! Mejor dijera Aparte
que es
verdadero mi amor.)
SANCHO: De honor y celos, Teodora,
los excesos perdonad.
TEODORA: En vano
espera piedad
quien
ofende a la que adora.
FIN DEL ACTO PRIMERO