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Mientras tanto Amazán estaba ya en camino a la capital de Albión, en su carroza tirada por seis unicornios, y soñaba con su princesa. Vio un coche caído en una zanja; los criados se habían alejado para buscar ayuda; el dueño del coche permanecía tranquilamente en su vehículo, sin mostrar la menor impaciencia y divirtiéndose en fumar porque en esa época se fumaba: se llamaba milord What - then, lo que significa aproximadamente Ya mí que en la lengua a la cual traduzco estas memorias.
Amazán se precipitó en su dirección para ayudarlo; enderezó solo el coche, hasta tal punto su fuerza era superior a la de los otros hombres. Milord Y a mi qué se contentó con decir: "He aquí un hombre bien vigoroso". Los rústicos, que habían acudido de la vecindad, montaron en cólera porque se los había hecho ir inútilmente y se la tomaron con el extranjero: lo amenazaron llamándolo perro extranjero y quisieron golpearlo.
Amazán tomó a dos en cada mano y los arrojó a veinte pasos; los otros lo respetaron, lo saludaron, le pidieron dinero del que jamás habían visto en su vida.
-Os estimo; venid a beber conmigo a mi casa de campo, que sólo se halla a tres millas.
Subió en el vehículo de Amazán, porque el suyo había quedado maltrecho luego del golpe.
Luego de un cuarto de hora de silencio, miró un instante a Amazán y le dijo: How dye do; literalmente. ¿Cómo hace usted hacer?, y en la lengua del traductor ¿Cómo está usted?, lo cual no quiere decir absolutamente nada en ningún idioma; luego agregó: "Tiene usted seis lindos unicornios" y siguió fumando.
El viajero le dijo que ponía sus unicornios a su servicio; que venía con ellos del país de los gangáridas; aprovechó la ocasión para hablarle de la princesa de
Babilonia y del beso fatal que le había dado al rey de Egipto; a todo lo cual el otro no replicó absolutamente nada, preocupándole bien poco que hubiese en el mundo un rey de Egipto y una princesa de Babilonia. Estuvo nuevamente un cuarto de hora sin hablar, después de lo cual volvió a preguntar a su compañero cómo hacía hacer y si se comía buen roast - beef en el país de los gangáridas. El viajero le respondió con su habitual cortesía que no se comía a los hermanos en las orillas del Ganges. Le explicó luego el sistema que fue, después de muchos siglos, el de Pitágoras, Porfirio, Jámblico24. Después de lo cual el milord se durmió y continuó durmiendo de un tirón hasta que llegó a su casa.
Tenía una mujer joven y encantadora, a quien la naturaleza había dado un alma tan viva y sensible como indiferente era la de su marido. Varios señores albionenses habían venido ese día a cenar con ella. Había allí toda clase de caracteres porque no habiendo estado el país gobernado casi nunca sino por extranjeros, las familias que vinieron con estos príncipes habían traído cada una de ellas costumbres diferentes. Amazán se halló en compañía de personas muy amables.
La dueña de casa no tenía nada de esa apariencia falsa y torpe, de esa rigidez, de ese falso pudor que se reprochaba por entonces a los jóvenes de Albión. No escondía, tras un porte desdeñoso y un silencio afectado, la esterilidad de sus ideas y el embarazo humillante de no tener nada que decir: ninguna mujer era más entusiasta. Recibió a Amazán con la cortesía y la gracia que le eran naturales. La extrema belleza de este joven extranjero y la repentina comparación que hizo entre él y su marido, la impresionaron vivamente al comienzo.
Sirvieron la comida. Ella hizo sentar a Amazán a su lado y le hizo comer puddings de todas clases, habiendo sabido por él que los gangáridas no se alimentaban con nada que hubiese recibido de los dioses el don celeste de la vida. Su belleza, su fuerza, las costumbres de los gangáridas, el progreso de las artes, la religión y el gobierno, fueron el tema de una conversación tan agradable como instructiva, que duró hasta la noche y durante la cual milord Y a mi qué bebió mucho y no dijo una sola palabra.
Después de la cena, mientras milady servía el té y devoraba con los ojos al mancebo, éste conversó con un miembro del parlamento: porque, como todos saben, por ese entonces había un parlamento y se llamaba Wittenagemot25 lo cual significa la asamblea de la gente inteligente. Amazán se informaba de la constitución, las costumbres, las leyes, los conocimientos, los usos, las artes que tornaban a este país tan recomendable; el señor le hablaba en estos términos:
-Durante mucho tiempo anduvimos completamente desnudos, a pesar de que el país no es cálido. Durante mucho tiempo fuimos tratados como esclavos por gente que venía de la antigua tierra de Saturno26 regada por las aguas del Tíber; pero nosotros mismos nos hicimos males mucho mayores que aquellos que debimos enjugar de nuestros primeros conquistadores. Uno de nuestros reyes27 llevó su bajeza hasta declararse súbdito de un prelado que habitaba también en las orillas del Tíber y a quien se llamaba el Viejo de las siete montañas: hasta tal punto el destino de estas siete montañas fue durante mucho tiempo dominar una gran parte de Europa, habitada entonces por brutos.
«Después de esos tiempos de envilecimiento, vinieron siglos de ferocidad y de anarquía. Nuestra tierra, más tempestuosa que los mares que la rodean, fue saqueada y ensangrentada por nuestras discordias.
Varias cabezas coronadas perecieron en el último suplicio. Más de cien príncipes de sangre real terminaron sus días en el cadalso; se arrancó el corazón de todos sus seguidores y se azotaron sus mejillas. Era el verdugo a quien correspondía escribir la historia de nuestra isla, puesto que era él quien había terminado con todos los grandes debates.
«No hace mucho tiempo que, para colmo de horror, algunas personas que llevaban un manto negro y otras que usaban una camisa blanca encima de su chaqueta28, al ser mordidas por perros rabiosos, comunicaron su rabia a la nación entera. Todos los ciudadanos fueron o asesinados o degollados, o verdugos o ajusticiados, o depredadores o esclavos, en el nombre del cielo y buscando al Señor.
«¿Quién creería que de este abismo escalofriante, de este caso de disensiones, atrocidades, ignorancia y fanatismo, resultó finalmente el más perfecto gobierno que pueda existir hoy en el mundo? Un rey honrado y rico todopoderoso para hacer el bien, impotente para hacer el mal, se halla a la cabeza de una nación libre, guerrera, comerciante y esclarecida. Los grandes por un lado y los representantes de las ciudades por el otro, comparten la legislación con el monarca.
«Se había visto, por una singular fatalidad, al desorden, a las guerras civiles, a la anarquía y a la pobreza, desolar el país cuando los reyes detentaban el poder arbitrario. La tranquilidad, la riqueza, la felicidad pública sólo reinaron entre nosotros cuando los reyes reconocieron que no eran absolutos. Todo se hallaba subvertido cuando se disputaba sobre cosas ininteligibles; todo estuvo en orden cuando se las desdeñó. Nuestras flotas victoriosas llevan nuestra gloria por todos los mares y las leyes aseguran nuestras fortunas: un juez jamás puede aplicarlas arbitrariamente; nunca se arresta a nadie sin motivo. Castigaríamos como asesinos a los jueces que osaran enviar a la muerte un ciudadano sin manifestar los testimonios que lo acusan y la ley que lo condena.
«Es cierto que siempre hay entre nosotros dos partidos29 que se combaten con la pluma y con intrigas; pero también es cierto que siempre se unen cuando se trata de tomar las armas para defender la patria y la libertad. Estos dos partidos velan el uno por el otro; se impiden mutuamente violar el depósito sagrado de las leyes; se odian, pero aman al Estado: son amantes celosos que sirven a porfía a la misma querida.
«El mismo poder espiritual que nos ha hecho conocer y sostener los derechos de la naturaleza humana ha llevado a las ciencias al más alto grado que puedan alcanzar entre los hombres. Vuestros egipcios, que son considerados tan grandes como mecánicos; vuestros hindúes, a quienes se cree tan grandes filósofos; vuestros babilonios que se jactan de haber observado los astros durante cuatrocientos treinta mil años; los griegos que ha escrito tantas frases y tan pocas cosas, no saben nada con precisión en comparación con nuestros más pequeños escolares, que han estudiado los descubrimientos de nuestros grandes maestros. Hemos arrancado más secretos a la naturaleza en el lapso de cien años que los que el género humano había descubierto en la multitud de los siglos.
«He aquí en realidad el estado en que nos hallamos. No os he escondido el bien, ni el mal, ni nuestros oprobios, ni nuestra gloria; y no he exagerado nada.
Amazán, ante este discurso, se sintió invadido por el penetrante deseo de instruirse en las ciencias sublimes de las cuales se le hablaba; y si su pasión por la princesa de Babilonia, su respeto filial por su madre, a la cual había dejado abandonada no hubiesen hablado con fuerza a su corazón desgarrado, habría querido pasar su vida en la isla de Albión; pero aquel malhadado beso dado por su princesa al rey de Egipto no daba suficiente libertad a su ánimo para estudiar las altas ciencias.
-Os confieso -dijo - que habiéndome impuesto la ley de recorrer el mundo huyendo de mí mismo, siento bastante curiosidad por ver esa antigua tierra de Saturno, ese pueblo del Tíber y de las siete montañas a quien habéis obedecido otrora; debe ser, sin duda, el primer pueblo de la tierra.
-Os aconsejo emprender ese viaje - le repuso el albionense -, por poco que améis la pintura y la música. Nosotros mismos vamos muy a menudo a llevar nuestro aburrimiento hacia las siete montañas. Pero os sentiréis muy asombrado al ver a los descendientes de nuestros vencedores.
Esta conversación fue larga. A pesar de que el hermoso Amazán tenía el cerebro un poco afectado hablaba con tanto encanto, su voz era tan conmovedora, su porte tan noble y tan suave, que la dueña de casa no pudo evitar a su vez conversar con él a solas. Al hablarle le estrechó tiernamente la mano mirándolo con ojos húmedos y brillantes que llevaban el deseo a todos los resortes de la vida. Lo hizo quedarse a comer y a dormir. Cada instante, cada palabra, cada mirada, inflamaron su pasión. Apenas todos se hubieron retirado, le escribió una esquelita, sin dudar que él vendría a hacerle la corte a su lecho, mientras que milord Y a mi qué dormía en el suyo. Nuevamente Amazán tuvo el coraje de resistir; hasta tal punto un grano de locura produce efectos milagrosos en un alma fuerte y profundamente herida.
Amazán, siguiendo su costumbre, escribió a la dama una respuesta respetuosa en la cual le informaba de la santidad de su juramento y la fuerte obligación en la que se hallaba de enseñar a la princesa de Babilonia a dominar sus pasiones; después de lo cual hizo uncir sus unicornios y volvió a partir hacia la Batavia, dejando a todos los huéspedes maravillados de él, y a la dueña de casa desesperada. En el exceso de su dolor, leyó al día siguiente.
-Ésas son -dijo, encogiéndose de hombros - necedades bien aburridas. Y se fue a una cacería de zorro con algunos borrachos de la vecindad. Amazán ya bogaba sobre el mar, provisto de un mapa geográfico que le había obsequiado el sabio albionense que había conversado con él en la casa de milord Y a uní qué Veía con sorpresa gran parte de la tierra sobre una hoja de papel.
Sus ojos y su imaginación se perdían en ese pequeño espacio; miraba el Rin. el Danubio, los Apees del Tirol, llamados entonces de otra manera, y todos los países por donde debía pasar antes de llegar a la ciudad de las siete montañas; pero sus miradas se dirigían sobre todo al país de los gangáridas, a Babilonia, donde había visto a su querida princesa y al fatal país de Bassora, donde ella había dado un beso al rey de Egipto. Suspiraba, derramaba lágrimas, pero estaba de acuerdo en que el albionense, que le había regalado un universo en pequeño, no se había equivocado al decirle que la gente era más instruida en las orillas del Támesis que en las del Nilo, del Éufrates y del Ganges.
Mientras él regresaba a Batavia, Formosanta volaba hacia Albión con sus dos navíos que singlaban a toda vela; el de Amazán y el de la princesa se cruzaron, casi se tocaron: los dos amantes estaban cerca el uno del otro y no podían sospecharlo. ¡Ah, si lo hubiesen sabido! Pero el imperioso destino no lo permitió