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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO [43] DEL RECEBIR NOVICIOS Y HERMANOS DONADOS

 

  Este capítulo lo había dejado para la postre, por parecerme era necesario hacer de él solo un grande tratado o libro. Y por mis peccados y las ocasiones que ahora se nos han ofrecido, más parece pudiéramos tratar de cómo se habían de expeler algunos que no cómo se habían de recebir otros. Y aun podría ser todo uno y pertenecer a una materia, tratado y capítulo, porque de no advirtir quién se recibe es necesario luego pensar y contemplar a quién se ha de expeler. Y así, tratando de las propiedades y condiciones de los que vienen a la Religión -por un opuesto se saca la doctrina del otro- se podrá echar de ver cuáles los que no conviene estén en ella.

 

 

1.  Materia importante y difícil

 

  Esto del recebir novicios es un pozo tan hondo y materia tan dificultosa que a, si no fuera tentar a Dios, parece le habíemos de pedir y


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instar con grandes veras nos descubriera y mostrara con señales cuál era el que habíe de ser electo y scogido para compañía de sanctos, pues es verdad que suele hacer más daño el yerro y engaño en uno que el acierto en muchos, pues una mala pecus inficiona y pierde toda una manada y una manzana podrida todo un montón y una muela dañada podrir una quijada. Y aun para eso dan a los prelados tantos ojos, figurados en los animales de Eczechiel 1 y en los de san Juan en el Apocalipsi 2 y los llama Cristo luz 3, para que miren, vean y deslinden quién entra en su casa. Que, con ser tan cuidadosos los criados que envió aquel gran padre de familias por gente para que comiese a su mesa, se le entró un mal vestido, roto y defaltrazado; que fue necesario para esto no fiarse el padre de familias de los criados, sino que él propio, que tiene los ojos más clarosb y resplandecientes que el sol, que entrase a dar una vuelta a los asientos, no hubiese alguno que, no siendo de los dignos del convite, les alborotase el hato 4. Y así han de ser los prelados: que, en semejantes ocasiones, han de quitar el velo, limpiar las lagañas y abrir los ojos, y no fiarse de los prelados inferiores, sino que él propio dé vuelta por los noviciados, examine y con atención mire el vestido y calidad de los que están asentados a esta mesa de Dios.

  Pudo ser que esto estuviese figurado en elc camino strecho y angosto del reino de los cielos 5, porque, si es estrecho y angosto, muy por contadero entrarán, de uno en uno, no de tropel y amontonados, no se pase alguno a gozar de las fiestas que gozan los sanctos, sin pagar el precio de la mortificación y rendimiento que Dios les tiene puesto. Con ser tan sanctos y justos Mathías y Joseph, habiendo de escoger el uno para el apostolado de Cristo, hubo tanta oración en aquel colegio apostólico y, como decíamos denantes, no se contentaban con su elección, sino que pedían y querían asignación del cielo, diciendo: Ostende, [149r] Domine, quem elegeris ex his duobus 6.

  Tengo por cosa evidente que la perdición de las religiones ha venido por recebir a montones. Por no advertir y considerar quién se recibe, se vienen a quedar tantos que más sirven de ladrones de casa que no de amorosos hermanos; y, si hermanos, serán en quien halló san Pablo tantos peligros por ser falsos 7. Bien sabía esto la sancta madre Theresa de Jesús cuando reprehendía la compasión de los prelados que se movían por unas fingidas lágrimas de los que expelían de su religión 8. Que como esto de llorar es officio del cuerpo, en hallando alguna incommodidad o menoscabo suyo, hace su officio, y no es bien que d lágrimas derramadas por los menoscabos temporales de una persona sola sean ocasión de que haya esos menoscabos spirituales en muchas. Y adviertan,


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como dice el sancto Moisés en el libro de Job 9, si entre los hijos de Dios no se juntara satanás a acusar al sancto Job, es llano que no tuviera el sancto los alborotos que después tuvo ni se viera en un muladar. ¡Qué ha de veces sucede que un mal religioso -que siéndolo más le podremos llamar satanás- os alborotará vuestra religión y os pondrá del lodo y echará en un muladar! ¿Qué ha de hacer una comadreja en un palomar, sino comerse unos palominos y alborotar otros, y un lobo con piel de oveja sino degollar corderos? Atiendan los prelados, miren, consideren, prueben, que aunque es verdad que el año del noviciado se hizo para eso, pero bien es que ni aun un solo día parezca el malo en compañía de los buenos, sino que tollatur impius e de medio justorum, ne videat gloriam Dei 10.

  ¿Por qué piensan que hay tantas riñas, discordias y disensiones en casa de los casados? Se ven cada hora tantas muertes y disensiones sólo porque la mujer no miró quién recebía por marido y el marido quién recebía por mujer. Miraron el uno y el otro el dinero, el dote, el linaje y otras cosas, que no son las que se sientan a la mesa y duermen en la cama, sino la mujer y el marido; como personas que tratan con quien no vieron mi miraron, hallándose nuevos con las personas, se hallan engañados y en discordia. Pero en la Religión, que sólo se pone los ojos en la persona y no se deben poner en el dinero, ¿por qué ha de haber yerro y engaño. Pues sólo buscamos y compramos las personas que vienen a nuestra compañía, ¿por qué hemos de fiar lo que tanto inporta de personas que quizá aun el mundo las f desecha? ¿De dónde han venido tantos inconvenientes a las religiones, tantos daños y males? ¿De dónde con tanto cuidado han venido los papas a hacer propios motus de las calidades y propiedades de los que se reciben, sino de lo poco que los prelados lo miran? Abranos Dios los ojos y a mí me dé sabiduría para que pueda decir algo y descubrir algunas señas de los naturales de los que nos buscan y de la vocación sobrenatural del que Dios nos envía.

 

 

2.  Motivaciones vocacionales

 

  [149v] Digamos primero de la vocación. Es llano que Dios llama para sí a todos los hombres, porque todos quiere que se salven 11. Pero, como en su casa hay muchas mansiones y moradas 12, llama para diferentes estados. Bien podría al otro llamarlo para continente y, viéndose así movido con la tal inspiración, pareciéndole conservará aquella virtud mejor en la Religión, querer dar un paso más adelante y querer pasar por camino más estrecho de por el que Dios le llama y después en


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algún paso dificultoso zahondar y quedarse al mejor tiempo. Y así, en las vocaciones no sólo ha de mirar un hombre que lo llama Dios, pues es verdad que a todos llama, sino con qué medios y por qué camino me llama. Bien podría el rey llamarme y meterme en su casa, y errar y darle disgusto por tomar el officio ajeno y no g el officio para que me trujo. Y así, el prelado y el que busca a Dios han de examinar no sólo el fin, sino el medio con que Dios pretende llevar un alma para sí.

  Otras vocaciones hay de mayor perfección, que sólo tienen por fin el mejoro en el estado que uno tiene. Como si yo fuera fraile calzado, para que fuera buen fraile en aquel estado y religión me diera Dios unas ansias y deseos de ser fraile descalzo, pretendiendo Su Majestad que me perficione y enmiende en el que tengo. Paréceme esto como cuando un tirador apunta a un blanco: que, para mejor acertar, siempre apunta algo más arriba, para dar en el puesto y hito. Esto hace Dios no sólo con los religiosos de religión menos estrecha, sino aun con los casados, que millares de veces pone Dios en sus corazones unas ansias y deseos vehementíssimos de ser religiosos; y esto no para que lo sean, sino para que sean buenos casados y en el estado que tienen se mejoren h y imiten en lo que pudieren a los verdaderos religiosos. Y para que den en el blanco, les pone la mira en lo más alto, siendo como el padre de familias que, enviando a su criado camino, le da mayor tarea de la que él pretende que haga porque se dé más priesa y salga con la tarea que él desea. Y aun vos, cuando queréis enllenar bien una medida, siempre se echa grano o licuor que se derrame; no es su intento que todo aquello que echa entre en aquella medida o vasija, sino que se enllene bien y no le quede vacío que no esté ocupado según su capacidad. Suele Dios poner pensamientos en una persona que se reviertan y derramen, no para que aquellos pensamientos se pongan en ejecución, sino para que, según su officio y estado, enllene sus senos y vacíos de la perfección necesaria, según [150r] los límites y términos a que se estiende su jurisdición, porque llano es que le serviría de poco a la medida y vasija decir que quiere todo aquello que le echan si no cabe.

  En estas vocaciones se ha de tener grande cuenta que se podrían engañar los prelados con facilidad viendo venir al otro con devoción a pedir el hábito y derramar lágrimas, persuadir con palabras. No sólo se ha de atender a eso, sino a la capacidad de la vasija, a la persona, fuerzas y natural del que pide el hábito. Bueno fuera que el otro labrador que tiene una tierra flaca i que es harto lleve centeno, porque la vido bien llovida, que quiera sembrar trigo recio en ella o sembrar semilla que faltándole el humor se perdiese y secase. Yo confieso que hay hombres flacos, movidos para ser religiosos descalzos, pero hase de advertir que aquellas lágrimas y ternura se acabarán muy presto y le faltará el humor y se quedará la tierra con su flaqueza y se perderá la semilla que en ella sembraren.

 


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Esa es la razón por qué aquel tratante y divino mercader repartió los talentos conforme las chalidades de las personas que los recebían: a uno dio cinco, a otro tres j, a otro dos y a otro uno. Y, con dar un solo talento -que no se atrevió a cargar más la mano-, fue la tierra tan débil y flaca que no sólo no dio fructo, pero el propio talento y semilla que le echaron la perdió, pues la escondió en el hoyo que hizo 13. De aquí sacamos que no sólo se ha de mirar lo exterior del que pide el hábito, su devoción y lágrimas, sino sus fuerzas, fortaleza y brío para el rigor de la Religión. Va el otro mayordomo a la plaza a alquilar hombres para que caven en la haza y viña de su señor; no se contenta con ver al hombre vestido de labrador y su azadón en la mano para lo alquilar, sino que lo está tanteando y mirando el cuerpo, el tamaño, las fuerzas, y de ahí sacando si podrá salir bien con la tarea que le han de dar y, si no, busque otro officio. ¡Oh, cómo es menester mirar mucho en los que se alquilan para trabajar en la viña de Dios si tendrán fuerzas para sufrir el trabajo y el peso del día y del sol! Porque, si no son para ello, no sólo ellos no trabajan, pero es llano que inpiden a los trabajadores. ¡Qué de religiosos, por tener esta falta, no sólo ellos huelgan, pero son ocasión de harta distración en otros, de inpedirles y estorbarles sus jornales y tareas!

  [150v] Otras vocaciones hay ad tempus, de quien dijo Cristo 14 que [ad tempus credunt], et in tempore tentationis recedunt. Una gente [que] oyen de buena gana lo que Dios les inspira y admiten la inspiración, pero, en habiéndola de poner por obra y que les haya de costar algo de su parte, huyen. Como el que, deseoso de ir a las Indias, apresta k su camino y gusta de parlar de su viaje, pero después es de aquellos que dicen: Mare vidit et fugit 15. Cuando ven que se han de meter en la apretura de un navío y han de comer bizcocho y no se han de desnudar por no poder llevar cama en lugar tan estrecho y que ha de padecer mill incommodidades, peligros y malos ratos, ya de hambre, ya de tribulaciones, tempestades y borrascas, veréis que dice que no lo decía él por tanto, que más quiere su pobreza y ración ordinaria que ponerse en semejantes ocasiones. ¡Qué dulce es para muchas personas tratar de ser frailes, considerarse en la compañía de los demás, y que allí ­se ha de enriquecer de dones y virtudes, etc.!, y en llegando a le informar de veras de la estrechura del navío, del pan y cebolla y bizcocho tasado, de la aspereza de la cama y pobreza del vestido, de las tribulaciones y trabajos que un siervo de Dios padece, verlo l heis retroceder y contentarse con su vida ordinaria, con ir por el rodeo y echar por tierra y no querer enbarcación por la mar. Truecan la brevedad del camino por los peligros que en él se les pueden ofrecer. Y así es bien que los prelados miren muy bien estas vocaciones y a estos tales se les informe muy por entero de los trabajos que acá dentro hay, para que hagan


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temprano lo que después han de hacer tarde con detrimento de la Religión y suyo m.

  No es dificultoso atender estas devociones, si son de paso o de corrida, si está esta vocación en los labios o escondida en el corazón para dar a su tiempo fructo centéssimo. En conociendo a estos tales, desengañarlos de una vez y decirles que se aprovechen de estas devociones para cosas de paso. Que ya se sabe que hay semillas que en un mes se siembra y se coge fructo de ella; otra hay que ha menester casi un año; y es llano que si se trocasen estas semillas no valdríe todo nada. En éstos, a quien presto se les acaba el humor, no se les ha de dar por aquellas poquitas de lágrimas estado perpetuo de rigor. Con esos dolores y actos de contrición que se pasan presto, aconséjeseles que confiesen, comulguen [151r] o tomen alguna disciplina, cosa que dure, venga y se acabe con sus contriciones y movimientos.

  No son n buenos para las religiones los que crecen y menguan como la luna. Que por eso comparé denantes el estado de la Religión a los navíos que van o por la mar, los cuales es muy ordinario en muchas partes de la mar zahondar en luna menguante, porque bajan las aguas. Bueno fuera que cuando a un religioso le faltan los consuelos, ternuras y sentimientos -que a esto llamo yo luna menguante-, pararan las cosas de la Religión y zahondara nuestro navío y diéramos con todo al traste. Estos tales quédense en el siglo, do vive la gente que un rato suben al cielo y otro bajan al infierno. Pero quien siempre ha de ser uno, siempre ha de caminar y ir adelante, es llano que ha menester ser, como dice Cristo 16 del scriba docto: que profert de thesauro suo nova et vetera; que está y viene a la Religión apercebido de cosas nuevas y viejas para armarse, según diferentes tiempos, unas veces con paciencia y otras con alegría, unas con fortaleza y otras con humildad y mansedumbre, etc.

 Otros hay que son más movidos que llamados de cosas exteriores, unas de parte del fin y otras de parte de alguna causa o principio extrínseco. De parte del fin, como acierta a entrar un estudiante en un convento de religiosos, visitando sus celdas, trato y conversación, agradóle y parecióle aquello más quieto y descansado que la vida que él tiene en el siglo; apercibió todas las cosas que vido debajo de razón de bien y descanso, y así determinóse de hacer mudanza sin pasar adelante ni dar dos pasos más e pensar que todo aquello que vido de descanso y contento está acensuado en la obediencia, mortificación y penitencia y que, al tiempo del ejecutar y pagar los réditos de tantas cosas como se piden en la Religión, se hallará muy arrepentido por haber arrendado, y quisiera quizá más estarse en su casa con muchos trabajos y libre antes que tener empeñada y captiva su voluntad. Y a estos tales es bien, pues han visto lo que es gustoso a la carne, le muestren también lo que le ha de ser desabrido antes, como dicen, que arrienden.

 


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Otros hay que se mueven de parte de algún principio extrínseco temporal, como, por haberles sucedido alguna desgracia o pérdida o afrenta, vense atajados y que Dios con estos medios, ya que no sean sogas p y lazos de amor sino de rigor, [151v] los pretende llevar a sí. Y éstas tampoco las tengo por mociones muy fijas ni verdaderas, porque son como el orujo: que, mientras lo apretáis en el lagar, da zumo y, en aflojando, se enjuga y queda seco. Y es muy cierto que, en pasándoseles a estos tales la pena que concibieron con su pérdida o con su enfermedad, se quedan sin jugo de devoción y, separadas las quiebras que primero tuvieron, desean volverse al siglo. Y a éstos, si fuese posible, antes de recebirlos se les habíe de probar, si era posible, con quitarles estas causas primero, a ver si todavía duraban en sus pensamientos. Porque he visto yo muchos en un peligro de mar hacer todos votos de religión y, en saliendo de allí, apenas haber uno que desee o quiera ponerlo en execución; y es llano que, si cuando están en el tal peligro les diesen siete hábitos, los tomarían y los dejarían en tiempo de la bonanza. Así, cuando uno viene a ser religioso porque lo prometió q en la enfermedad, no r le den el hábito en la convalecencia, déjenlo afierre en la salud y asegure su vida. Y si entonces le durare, es llano entró Dios de por medio y tomó por instrumento aquel tropezón para sacarme del siglo.

  Otras veces son causas exteriores spirituales, como algún peccado que hice, alguna ocasión que tengo con que ando distraído y a mucho peligro. Y a estos tales sería bien hacerles confesar y quitar la ocasión y mirar si después desto les dura el deseo de mejorarse en la vida y conservarse en la gracia. Y, según eso, se puede juzgar y dicernir.

  Tanbién quiero que se advierta que todas estas vocaciones y mociones, aunque de parte del hombre no son ciertas y train consigo duda, dificultad y poca perpetuidad y seguro para la perseverancia, si acaso movido de las cosas dichas toma el hábito, pero de parte de Dios -en cuyas manos todas las cosas son de valor y estima- pueden ser mejoradas y tener altíssimos fines. Es Dios gran cazador y con una cosa muy pequeña y con un gusarapillo coger un pez muy grande. Y así digo que no tanto se ha de mirar lo que mueve al que quiere dejar el mundo y entrar en Religión, como mirar el efecto y operación que hace en la tal persona. Bien hemos visto pasar un hombre con una bala y atravesarle con una estocada [152r] y no morirse, y otros de un rascuño expirar en breve, y unos sanar de un dolor de costado y otros morir de un panarizo. Lo propio digo yo: que no tanto se ha de mirar la enfermedad y cosas que nos mueven cuanto la operación que en mí hace la tal enfermedad. ¿Qué sirve que Dios con grandes veras haya llamado a un hombre para la Religión si en él no hizo tanta operación como en otro una palabrita que oyó en un sermón, un exemplo que le contaron, un amigo suyo que mataron? Porque, no obstante que estas cosas parecen de poca consideración, podrían hacerle tanta fuerza, según


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su buena disposición, que den con él en la sepultura de la Religión, donde viven otros muchos muertos. Y así digo que siempre se mire lo que estas causas exteriores s obran en estos que Dios llama para sí.

  Otras vocaciones hay que llamamos ciertas, verdaderas, que vienen derechas, que no son menester antojos para conocer que Dios trai a la Religión aquella tal persona. Luego se conoce y echa de ver que viene a buscar a Dios bien lejos de propios intereses y que no le mueve carne ni sangre, sino sólo Dios, que le llama para estado más alto y para que a solas le ame y sirva. Aun acá t suelen decir algunos padres pobres a sus hijos, cuando los ven con buenos respectos e inclinaciones, que nacieron para grandes caballeros o hijos de reyes. Suelen estos tales conocerlos de lejos que nacieron para Dios, para hijos y siervos suyos, porque sus inclinaciones y meneos están descubriendo no son deste siglo, pues ni ellos aman las cosas del siglo ni el siglo los ama ni conoce. No hay mucho que dificultar en estos tales ni que traerlos en largas, sino admitillos luego, que en el gesto train scrito que vienen de parte de Dios.

 

 

3.  Impedimentos físicos

 

  Hase de advertir, demás de las vocaciones y llamamientos, otras muchas cosas de parte de los sujetos, que bien podríamos hallar todas estas buenas señas en la persona que viene a pedir el hábito y no ser cosa justa dárselo de parte del que lo pide por tener algunos defectos necesariamente opuestos al estado de la tal religión, como si fuese cojo o manco, enfermo, débil o flaco. Y así es bien que se mire, según el rigor de la Religión, las fuerzas y propiedades de parte del que pide el hábito. Y no sólo se han de mirar los defectos extrínsecos, sino las [152v] propiedades intrínsecas: si es demasiado de colérico, flemático, sanguino o melancólico.

  De manera que aquí podría haber dos maneras de estorbos: los unos, naturales, extrínsecos, y otros intrínsecos u. De los primeros se suele decir por común refrán que no nos hemos de aficionar de hombre señalado de la naturaleza. Y como defecto de ella, no tiene el hombre que afrentarse porque le desechen, pues son las tales cosas por que ni hemos de ser alabados ni vituperados 17.

  La causa por qué los hombres señalados tienen en la condición o propiedad algún defecto es porque los hombres, aun naciendo perfectos, enteros y acabados, aun con todas las perfecciones de la naturaleza, salen muchos aviesos, como cada día vemos que seríe, si de esas perfecciones de la naturaleza le quitásemos algunas, es llano que en la


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condición y el natural saldríe más mal acondicionado. Porque ya sabemos que el hombre no tiene cosa en su cuerpo que no corresponda a alguna cosa interior, como un hombre de lengua expedita y fácil da muestra de buen entendimiento, etc. Luego, si fuese tartamudo, seríe muestra de cortedad de entendimiento, y lo propio digo del cojo y manco. Séase lo que se fuere, no tengo por bien que las religiones se enllenen de hombres defectuosos, a quien siempre que Cristo sanaba, les decía que no quisiesen más pecar 18. De suerte que ya argüía que lo ordinario aquellos males eran pena de culpas propias o ajenas y, cuando fuesen excusables por no ser propias v las culpas, sino de sus padres 19, ya sabemos que suele Dios castigar en los bienes naturales las culpas de los padres en los hijos 20, y no es bien que lo pague la Religión, pues ella no lo debe.

  Tanbién tengo por defecto grande de la naturaleza el ser uno demasiado de pequeño, particularmente si es hijo de padres proporcionados, que parece allí no tuvo fuerzas la naturaleza y que le faltó la administración suficiente de lo material para componer aquel tal hombre. Y siendo así demasiado de pequeños, me parece serán como la cera ahilada, que cada momento es necesario atizarla y desenvolverla para que no se apague, y también despabilarla porque se gasta apriesa. Cierto, hay unos hombres pequeños que es necesario desenvolverlos y envolverlos cada momento, según se gastan de presto en cualquier cosa que ponen mano y, para que no se nos vuelvan humo, subiéndoseles presto a las narices, es necesario despabilarlos y desenojarlos cada momento.

  Tampoco no alabo otros demasiado de [153r] grandes, desvaídos, flojos como madeja sin cuenda, que parece se les cai cada cuarto por su cabo, que parece andan olvidados de sí propios, sin saber si están allí enteros o se dejaron la mitad en la tarima; que parece es necesario, en mandándoles o encargándoles algo, es necesario ponerles horquillas y tientos, como a los sarmientos largos que no pueden sustentar un racimo de uvas sin tenderse y caerse en el suelo.

  La perfección de la naturaleza tiene su estado y término proporcionado, que bajar o subir arguye algún defecto corporal que allá dentro tenga su correspondencia. Es llano que, si aquí hubiese cuatro hombres de un tamaño, los vestidos que se les hiciese habíen de ser de una proporción y grandeza, porque, si a unos se los ajustasen y otros hiciesen pequeños y otros grandes, es llano que no se les entallaría a las tales personas y que no podrían parecer con aquella gentileza y bizarría que las personas a quien les vino el vestido al justo. Las almas todas las cría Dios de una manera; unas entran en unos cuerpos proporcionados, y éstos llamamos hombres perfectos y acabados, otras entran en unos cuerpos mayores y otras en unos cuerpos muy pequeños, de suerte que


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es necesario, siendo el vestido grande del cuerpo del tal hombre, ande aquel hombre flojo y desvaído, y el chico ande apretado. La causa de estos defectos son los padres, porque ellos son los sastres que visten aquellas almas y les dan los cuerpos; y, porque al tiempo de la generación no pueden tener aquel acuerdo ni su jurisdición se estiende a tomar la medida para hacer el tal vestido, y así w es necesario salgan desproporcionados y no tal justo como se requiere para que un hombre sea perfecto. En esta especie entran los ciegos, tuertos, muy cortos de vista, cojos, mancos, mal entallados, muy chicos, muy grandes, tartamudos, gangosos, que tienen más o menos dedos en las manos y en los pies, y otras cosas que cada día se van experimentando.

 

 

4.  Impedimentos temperamentales

 

  En lo que toca a los defectos intrínsecos naturales, hay también harto que advertir: si es demasiado de colérico, repentino, arrojadizo. Que estos tales, aunque la gracia los modifica y perficiona, pero siempre -como dicen acá- recreen a su natural y x, cuando más seguros están, muestran lo que son. Y quien en la Religión ha de ser muy modesto, sufrido y paciente, es necesario no tenga en casa fuego que le queme la casa y encienda la cólera a deshora.

  Otros hay demasiado de flemáticos, que para hacerles [153v] dar un paso más adelante son menester tres aguijones. Son estos tales mozos de palo, que agruman en los conventos a todos los que tratan con ellos. En religiones que vuelan y han de volar, terrible cosa es recebir un hombre que si se echa en la tarima es necesario irle a dar de vestir o llamarlo cuatro veces. Otros hay turnios y melancólicos, que siempre andan cabizbajos, que ni sabréis si están enojados o si les debéis algo, que basta mirarlos al gesto para que os vuelvan de su color, etc. Otros hay sanguinos y tan risueños que, siendo los pasados todos de semana sancta, éstos son todos de paschua y fiesta. Y yo los he visto, que en esta materia los podré juzgar por hombres enfermos en esta pasión, que en cualquier tiempo y a deshora están dispuestos para reír bien sin ocasión, pues con la que ellos daban en sus rissas alteraban y enojaban a quien los oía, pensando se reían de ellos.

  No quiero murmurar de los unos ni de los otros, pues, siendo sus naturales estremados en cualquiera de los cuatro humores, es necesario sean viciosos. Por eso, para sacar Dios un hombre perfecto y acabado, templó Dios los unos humores con los otros. ¡Bueno fuera que quisiéramos criar el trigo con solo el sol y el calor, o con solo el agua, o finalmente con uno u dos de los cuatro y elementos! No, que fuera imposible. Así, hizo Dios una mezcla de todos cuatro para que, juntos y templados los unos con los otros, saque el año fértil y abundante. Y de aquí se dijo el refrán entre los labradores: marzo ventoso y abril


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llovioso sacan a mayo hermoso, que es cuando ya calienta el sol. Y así, metieron en el refrán junta de todos cuatro elementos para que, con la ayuda de los unos y de los otros, los temporales se dispusiesen en bonanza. Lo propio digo yo de los humores de los hombres, que todos cuatro corresponden a los cuatro elementos: la cólera al fuego, la sangre al aire, la flema al agua y la melancolía a la tierra. Y si queremos sacar un hombre perfecto, es necesario junta, mezcla, peso y medida de todos cuatro: el colérico que temple con agua su cólera y calor, que es con un poco de flema, y el sanguino con la tierra pesada, que es la melancolía, huyendo con esto de caminar y ir por estremos, dando en unos medios justos y proporcionados, huyendo de los coléricos porque con facilidad alborotan, de los sanguinos porque siempre inquietan y distraen, de los flemáticos por pesados y de los melancólicos por tristes. Sino que se procure escoger la persona a quien Dios hizo tanta merced que la puso tan en fil que, cuando ve que conviene y la prudencia y razón la inclina a la cólera, a la flema, sangre o tristeza, allí se carga y aquella balanza es la que pesa. Tengo yo por peso falso y engañoso al que sin peso se inclina y baja hacia cualquiera [154r] de las partes. Y así es vicioso el hombre que sin ocasión se enoja, se ríe o entristece, etc., hombres que se dejan llevar y se inclinan a sus pasiones sin causa y sin tiempo.

  Cuando en las religiones se pueden buscar y hallar estos hombres pesados y medidos, ¿por qué nos hemos de arropar a recebir al que viene con esperanzas de Dios te lo depare bueno? Va un hombre por una libra de carne y veremos que no la quiere de la ijada ni del pescuezo, sino de la parte que come bien y es más sabrosa; y si ha de comprar un melón, lo pesa, tienta y güele una y muchas veces, ¿y para entrar un hombre en la Religión lo hemos de recebir a carga cerrada? Recebía el otro obispo un lacayo y examinábalo en mirar cómo se paseaba, ¿y no examinaremos un hombre, que no viene para menos que siervo de Dios, en lo esencial? ¡En cuántos lugares el Spíritu Sancto amonesta y enseña esta doctrina y da millares de avisos 21: que no seamos fáciles, que probemos y escudriñemos el spíritu, la calidad y condición que los hombres tienen! ¿De qué le sirvió a z Gedeón aquella lición que le dio Dios de que reprobase los soldados que se echasen a buzas en el río y aprobase los que con la mano tomasen el agua 22, sino que con aquella señal conociese los soldados atentados y cuerdos, y reprobase los arrojadizos y sin prudencia determinados? Bien entiendo yo que es más don de Dios que otra cosa el conocer espíritus, pero ahora más tratamos de naturales, y cierto que me parece con poco acuerdo o discreción poderse hacer esto, particularmente si la persona a cuyo cargo está tiene alguna oración y desea acertar y hacer la voluntad de Dios.

 

 


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5.  Admitir si hay esperanzas de componer los humores

 

  Tanbién quiero notar que no porque un hombre se señale en alguno de los cuatro humores se ha de desechar. Y que ésta sea regla general: a este tal mirarle el spíritu y la razón, que son las cosas que componen lo que de raya sale de los tales humores. Y ya se sabe que la gracia es sobre la naturaleza y se ve cada día de hombres muy coléricos haberlos hecho muy sufridos, y de flemáticos muy liberales y ligeros, y de sanguinos muy llorosos por sus peccados, y de melancólicos muy alegres a, moviéndoles a ello su buena conciencia. Y más: el colérico aprovecharle la cólera a la gracia para sus intentos, pues con ella los hace un fuego en el camino de la virtud; y la melancolía les sirve para que se deshagan en lágrimas por haber ofendido a Dios. Lo que yo digo es que se miren estos humores cuando sin freno predominan y sin espíritu y gracia salen de madre, que no servirán más que destruir los sembrados y jardines que en el encuentro hallan. Un río, cuando crece [154v] y tiene ya hecha madre y valladar por do camina, sus crecientes y menguantes no inpiden ni destruyen, pero, cuando no, todo lo asuelan. Una cólera en un hombre sin razón, una flema en otro sin medida, ¿qué pueden causar sino desorden en sus personas e inquietud en las ajenas? Pero si en estas tales personas se conociere don, gracia y que la vocación es tan fuerte que eso lo sujetará y rendirá con facilidad, no hay sino admitirlos y fiar en Dios que Su Majestad lo perficionará y purificará.

  También digo que no hay en la carnecería peso sin güeso y que no es posible hallar todos los hombres como los queremos y buscamosb. Cuando el güeso y la ijada es poca, no hay sino disimular, que no hay enfermo, por bien curado que salga, que no le dejen algunos rastrillos a la naturaleza para que su poco a poco los consuma y enmiende. Y es certíssimo que no podemos traer los hombres tan perfectos y acabados a la Religión que no sea necesario dejar algo para que la Religión lo consuma y perficione, digo en lo que toca a los naturales. El continuo encerramiento y clausura en la celda refrena y amansa la cólera, las continuas vigilias aligeran la flema, las continuas disciplinas y meditación de miserias, etc., templa la sangre, la confianza en Dios adelgaza la melancolía. Y así no juzgo es bien, por un poco más o un poco menos, privemos al soldado de Cristo de la plaza que Dios le tiene guardadac.

 

 




a  rep.



1 Cf. Ez 1,5ss.



2 Cf. Ap 4,6.8; 5,6.



3 Cf. Mt 5,14.



b  sigue que el tach.



4 Cf. Mt 22,2-14.



c sigue cap tach.



5 Cf. Mt 7,14.



6 Cf. He 1,24.



7 Cf. 2 Cor 11,26.



8 Cf. Fundaciones, 7,5 y 7; Camino de perfección (Escorial), 21,2-3; (Valladolid), 14,4 (donde la Santa menciona también al "ladrón en casa").



d sigue los p tach.



9 Cf. Job 1,6.



e  corr. de impios



10  Cf. Is 26,10. La frase precisa (tollatur impius, ne videat gloriam Dei) la pudo tomar de Gregorio Magno (Moralia in Iob, 4,11; 6,30; etc.) y de san Bernardo (In Cantica Canticorum, 76,3; etc.), entre otros.



f ms. los



11  Cf. 1 Tim 2,4.



12  Cf. Jn 14,2.



g  sigue p tach.



h ms. mejores



i ms. flaque



j  sigue y tach.



13 Cf. Mt 25,14-24.



14  Lc 8,13.



k ms. presta



15  Sal 113,3.



l ms. velo



m  ms. suya



n sigue p tach.



o ms. var



16 Mt 13,52.



p  ms. sogan



q corr.



r sigue se tach.



s  sigue pueden tach.



t sigue sue tach.



u corr.



17 Evocación de la expresión non laudatur aut vituperatur (o variantes según el tiempo de los verbos), usada a menudo por santo Tomás.



18 Cf. Jn 5,14.



v  sigue sino tach.



19  Cf. Jn 9,2-3, donde Jesús declara, respecto al ciego de nacimiento, que su ceguera no proviene del pecado propio ni de sus padres.



20  Cf. Lam 5,7.



w  y así sobre lín.



x sigue a lo tach.



y ms. qualo



21 Cf. 1 Tes 5,21; 1 Jn 4,1.



z  sigue Dios tach.



22  Cf. Jue 7,5-6.



a  sigue p tach.



b ms. buscarnos



c sigue cap.º acerca del recebir a nro. Sancto ábito y de las ciertas y verdaderas vocaciones tach.






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