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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
53
[131r]
Jhs. Maria
A un capítulo se dijo lo que aquí hubiere, que
querría hacer de ello memoria por haber muchos días que lo hice y pongo esto,
porque fue de lo que allí dio Dios y porque, si no fuere tan concertado aquí,
parece que la obligación de Dios sólo debe ser para el decirlo y no para el
scribirlo. La cláusula de la regla que se leyó fue: Ubique sermo eorum sit honestus
et sine scandalo 1
Nuestros hermanos, nunca más razones pude tener para hablar y hacer capítulo que el día de hoy, y nunca más apretado para lo dejar, y la principal es el verme tan sin palabras, sin recogimiento, sin oración ni lección, ni aun tiempo para las cosas que se ofrecen, cuánto más para dar doctrina y enseñar. Pero hace tanta fuerza la letra de la regla que eso manda 2; el haber de hacer absencia dentro de dos horas; el haber algunos defectos que advertir. Que es una de las cosas que pueden hacer temblar a un prelado: el considerar que ha de dar cuenta de cómo un súbdito guardó una cláusula de su regla, como la que hoy nos ha propuesto de las palabras y acciones de los súbditos, cuenta de culpas ajenas como si fueran propias.
Es cosa notable que crucificasen a Cristo los judíos por manos de los gentiles y que lo condenasen a, etc.; y que diga Cristo: Ecce ascendimus Hierosolymam, et Filius hominis tradetur principibus sacerdotum et scribis, et condemnabunt eum morte 3, etc. Ni ellos lo crucificaron ni azotaron, pues ¿cómo dice que había de pasar todo aquello por las manos de los príncipes de los sacerdotes? Respondo. Eran curas de almas, eran prelados, eran por quien el pueblo se había de apaciguar con sus palabras [131v] y exemplo, y no lo hicieron. Y assí les toman cuenta no sólo de sus culpas y pecados propios, sino también de los ajenos. Que es lo que dice Dios por Eccequiel: Si, dicente me ad impium: morte morieris, non annuntiaveris ei, sanguinem eius requiram de manu tua b 4. Si con mis amenazas no tomares la sangre que se le va a la conciencia desatada, para que en sus culpas se refrene, quedará aquella sangre vertida a tu cuenta. De esa misma suerte, mis hermanos, se ha el prelado justo en sus palabras y obras. Tenga descuido en no amonestar, avisar, castigar los defectos y faltas y las palabras, por mínimas que sean, contra su regla, como sangre vertida se las demandarán en el juicio de Dios.
No lejos de esto iba, sino lo propio es lo que san Pablo amonesta a su discípulo Timotheo: Testificor coram Deo et Christo Jesu, qui iudicaturus est vivos et mortuos, per adventum eius et regnum eius: praedica c, etc., usque: in omni patientia et doctrina 5. Palabras son que, para declararlas, había yo menester tener el mismo spíritu de san Pablo y sus palabras. Vale allí amonestando que haga capítulos a sus súbditos, que eso quiere decir: judica, insta importune 6, etc. Todo aquello que allí dice se hace en los capítulos. Y para haberle de persuadir a ello, le dice: Testificor coram Deo et Christo Jesu d. Válame Dios, ¿Cristo no es Dios? Pues ¿para qué dice coram Deo et Christo Jesu? Di: testificar idem est quod testes adducere. Fue decir: Yo te aviso y mando que prediques y avises y reprehendas; y tú tienes tanta obligación de hacerlo y yo de decírtelo, que, para que no pretendas ignorancia y yo quede descargado de la obligación que tengo, traigo tres testigos; son todas tres personas de la Sanctíssima Trinidad. Testificor coram Deo, [132r] un Dios que es uno y trino; et Christo Jesu, y te pongo por testigo la pureza, inocencia, mansedumbre y justicia de Cristo Jesús. Testigo ha de ser la vida inmaculada de Cristo, nuestros hermanos, y todas tres personas, de que yo debo hacer esto y tengo obligación de amonestar, decir. Y esa misma vida de Cristo ha de ser testigo de sus palabras y acciones, etc. Y, por la vida de Cristo, que con tantas veras amonestó, me han de pedir a mí cuenta de las amonestaciones que he hecho; y, por ella propia, de sus palabras: qui iudicaturus est vivos et mortuos e; que él propio por su inocencia ha de juzgar. Ven aquí los testigos que san Pablo traía, testigos que no se acaban ni mueren, etc.
Las dos cosas que pone delante es: adventum eius et regnum eius; el día del juicio le pone delante. A este día la Scriptura le llama día de ira; assí lo llama Sophonías: Dies irae dies illa 7, etc.; y en otros muchos lugares. Pídote que amonestes no por los días que agora vives, ni por la primera venida de Dios al mundo, que es cuando Dios disimula y perdona y trata con benignidad, sino por el día de su enojo y ira; por el día que se ha de dar cuenta hasta de una palabra ociosa 8 y ha de salir cada uno por su cabal; por el día que nada se ha de disimular, de lo propio y ajeno, a los prelados. Póngote delante, para te advertir tu obligación, el día de la ira de Dios, cuando los muy sanctos y los que mejor hicieron y guardaron su officio temblarán delante de Dios, cuando un Job deseará esconderse en el infierno 9.
Lo segundo que te pongo delante es regnum f eius, el reino de Dios, que en nadie admite defecto ni falta, por pequeña que sea, ni aun una pequeña risa, una palabra ociosa, que priva nuestra sancta regla. Et regnum eius, donde los ángeles se desvelan y ocupan buscando el bien de las almas, amonestándoles, inspirándoles [132v] de día y de noche. Et regnum eius. El día del juicio le pone delante, donde, si lo hicieres bien, avisares y amonestares a tus súbditos como debes y tienes obligación, saldrás para el reino de Dios. No te va menos pérdida o ganancia que quedar rey en reino, quedar con Dios o sin Dios, con gloria o infierno.
Díganme, mis hermanos. Estas son las obligaciones del prelado; esto lo que interesa o pierde. Tal juez, tal cuenta, tales testigos se ponen para las obligaciones de los capítulos. ¿Quién me escusará? ¿Quién me quitará la obligación? ¿El no saber, el no tener palabras, el no tener lugar? ¿Qué escusa puedo yo dar que no sea sin escusa? ¿A quién no hará esto temblar? Paréceme es esto lo de los Cantares 10: Septuaginta fortes ambiunt lectulum Salomonis, omnes tenentes gladios g, etc., propter timores nocturnos (vide, que es buen lugar a este propósito, do me parece va Dios hablando de los prelados). Setenta varones fuertes, sabios para la guerra, cercan y rodean el lecho y cama [de] Salamón. Todos tienen sus cuchillos y espadas enpuñadas super femur suum 11. Este Salamón es Cristo. Así lo dice él propio 12: Ecce plus quam Salamon hic h. El lecho y cama son las religiones y, en particular, ésta de que vamos tratando. Llámala cama, porque en esto se diferencia el que está en la cama del que no lo está: que el que está en la cama descansa, reposa y está de asiento; el que anda va de paso. El que está en pie presto se muda y el que sentado, vendrá la noche y gustará de irse a reposar. Pero el que está acostado, de espacio, de asiento, y para allí guarda sus cansancios. Anda Dios por las almas del mundo: en unas de paso, en otras está como de levante, por la facilidad con que en la tal alma tocan a rebato y le ofenden; en otras está sentado por un mes o seis meses después de su confesión. [133r] Pero, en las religiones y en ésta, está Dios y ha de estar de asiento, de reposo, no por un año sino por toda la vida. Aquí tiene Dios sus descansos: et deliciae meae esse cum filiis hominum i 13. Estos tales que son verdaderos religiosos se pueden llamar hijos de hombres, que conocen tan buena compañía como Dios les hace y no le dejan ir, ni lo tienen en pie ni sentado, sino le mullen cama y lo acuestan y dan reposo y descanso. Pero el que, con ingratitud y sin conocimiento, le ofende o lo envía o lo tiene por pocos días, ése más se puede llamar hijo de bestia que de hombre.
Pues, entrando Dios a reposar en estas religiones, es necesario que guarden la cama setenta fuertes. Son los prelados, en quien se ha de hallar brío, fortaleza, osadía. Assí lo dice san Pablo: argue, increpa 14, etc. Et ad bella doctissimi j 15; que sea hombre sabio para la guerra. Esta ciencia, mis hermanos, pues tan poca hay entre nosotros de la que se enseña en las universidades, debe de ser sabiduría del cielo, teulugía mística. La que comunica Dios y enseña a los humildes 16. La que dijo san Joan que está y consiste en conocer a Dios 17. La que san Pablo decía que no sabía ni aprendía otra que Cristo crucificado 18. La que dice san Agustín 19 que causa amor del mismo Dios, etc. Esta alumbra y enseña y da luz al prelado para que sepa cómo se ha de haber en la guerra: ad bella doctissimi k.
Y esta guerra no es de espada y arcabuz, sí de la que dijo san Pablo 20: Non est colluctatio adversus carnem et sanguinem, sed adversus principes et rectores tenebrarum l. Guerra contra demonios y príncipes de tinieblas ha de ser la que el prelado ha de tener. Sabiduría que conozca y vea los golpes del enemigo dados en medio de las tinieblas. Que assí llama Cristo a los prelados: [133v] lux mundi 21. Y san Pablo a los demonios: tinieblas, tenebrarum, etc. Y esto que en este lugar el Spíritu Sancto llama ad bella doctissimi, san Pablo lo significó de Timotheo diciéndole: argue, tu. Acá decimos m de un hombre docto que arguye bien y que concluye. Concluir es convencer, de suerte que el contrario quede confuso y conozca no sabe y que procure estudiar. Todo esto está encerrado en aquella palabra: argue, arguye, concluye y persuade; deja al súbdito confuso, conocido de que tiene necesidad de studiar. Y concluyendo al pecador, queda vencido el demonio, que es con quien se trai la guerra.
Dice más: omnes tenentes gladios in manu sua et super femur suum 22; y enpuñada la espada. Que en cualquier ocasión con facilidad echen mano de la palabra de Dios, a quien san Pablo llamó guchillo de dos filos 23. Super femur suum. Que, aunque la traigan enpuñada, ha de estar super femur, etc., en la vaina; que no siempre la ha de traer n desenvainada, asombrando y atemorizando. Que eso es lo que dijo san Pablo 24: in omni patientia, que sepa tener paciencia y sufrimiento. In omni patientia et doctrina o. Que en este sentido lo juzgo por lo propio doctrina que paciencia. Que tenga paciencia y sufrimiento es decir que aguarde con discreción tiempo cómodo, y que dé el golpe con paciencia y doctrina. Que no sean como unos hombres fanfarrones que, echando mano cada momento, todo se les va en tajos y reveses, sin jamás acertar un golpe a dar en lo vivo, do hiera y venza al enemigo. Como unos vocingleros, que la fuerza de su argumento la ponen en dar voces. In omni patientia et doctrina p, es decir, que arguya con suavidad y sean sus razones vivas. Y esto es lo propio que dice el Spíritu Sancto: tenentes gladios in manu sua super femur suum 25.
Ahora [134r] veamos, sancto Dios, por qué han de tener estas propiedades estos setenta que guardan este lecho. Luego lo dice él: propter timores nocturnos 26; por los miedos, asombros y cosas que se pueden ofrecer en la noche. A la muerte la sagrada Scriptura la llama noche: Veniet nox quando nemo poterit operari 27. Por los miedos de la muerte ha de hacer todo eso un prelado, por el miedo q que ha de tener de la cuenta que ha de dar en la muerte de las palabras y acciones de los súbditos, conforme la regla manda. Que es lo propio que dice san Pablo: per adventum eius 28.
Según esto, escusado quedo yo, mis hermanos, si hoy riñere, arguyere, reprehendiere, aunque sean cosas livianas. Y sus charidades de lo que del prelado queda dicho quedasen vencidos para no hacer cosa que sea de ofensa de Dios, aunque sea en una acción o palabra, porque, si al prelado le han de pedir cuenta de ella, ¿qué hará al súbdito que la habló?
Dirán sus charidades: Hermano, tanta menudencia: ubique sermo eorum sit honestus et sine scandalo; similiter et omnis actio 29; parece que la regla y su charidad hilan muy delgado: ni una palabra, ni un levantar de ojos. Ahora me adviertan, mis hermanos, que Dios, que traía a los hebreos a la tierra de promisión, les disimulaba y sufría faltas grandes, etc. Dic. Pero, en llegando a la tierra de promisión, manda apedrear al que coge serojas [en sábado] 30. Que parece atendía Dios a los trabajos del camino y desasosiego, etc., pero, puesto ya su pueblo en tierra de regalo y descanso, apedrean al que falta en cosas pequeñas, como es coger serojas. Mis hermanos, si hasta aquí, que habíe cosas poco sentadas y que parece se caminaba, se disimulaba algunas cosas, vaya. Pero ahora, que ya parece tenemos y poseemos una Religión bien conforme a la tierra de promisión, ni aun serojas no ha de haber en un religioso de este hábito ni una palabra ni acción, etc.
[134v] Veamos esta palabra que dije de comparar esta Religión a la tierra de promisión, para que por ahí saquemos nuestras obligaciones. Debe de haber cuatro o cinco meses scribía este pedazo de capítulo, y me acuerdo que esto sólo fue introducción y deseo. Sea la Majestad de Dios servido se me acuerde algo de lo que entonces dije. Paréceme lo tengo por imposible, si no hace Dios conmigo lo que hacen algunos hombres que quieren hacer subir el agua: que toman unas cañas güecas y soplan, y con el soplo la hacen subir, porque, como no se puede dar vacío en la naturaleza, sube el agua do estaba el aire que el otro tiró para sí. Esto pienso hace el aire del Spíritu Sancto: que do entra no deja vacío en un alma, sino que, si Dios en lo interior de ella tiene escondida alguna sabiduría, con aquel soplo la hace subir y derramar por la lengua.
Cierto que pienso que el corazón del hombre es como un pedernal y como la tierra de que dice David: sine aqua tibi 31, pero, si al uno Dios le toca, dará luz y a la tierra, si la rompe, se abrirá en fuentes que traigan el agua de los abismos. Assí lo dice de lo primero David 32: Tange montes, et fumigabunt r. Y de lo segundo dice Moisés 33: Ruptae sunt cataractae caeli et fontes abyssi s. Sin la luz nada ve un hombre; sin el agua está agostada la tierra. Y assí, cuando Dios toca al alma y rompe las fuentes, queda con luz para los secretos de Dios y con agua queda fecunda de palabras. Y assí tenía yo harta necesidad de que Dios hiciera esto conmigo, porque yo no sé dó se está la sabiduría, porque debe de estar bien abscondida en los corazones de los que Dios ama, y el mío no sé yo dónde ahora se anda. Sea mi Dios conmigo para que de veras lo conozca, que, pues en él están todas las cosas, por perdido que esté un hombre y no hallado su corazón, en él lo hallará. Claro está que, si en Dios están todas las cosas, que, conociendo el [135r] alma a Dios, conocerá lo que olvidó y lo que perdió. Yo confieso que siempre lo ando y no sé cuándo me tengo de hallar para no me perder. Será cuando halle a Dios para no le dejar.
¡Oh amoroso Dios, y qué diferencia debe de haber de que tú me tengas a tenerte yo! Cuando yo te tengo, como perdido cada momento te pierdo t y, por no conocer lo que hay en ti, con facilidad te trueco, como el pobre y desconocido de su mayorazgo Esaú, que lo trueca por una escudilla de lantejas 34. Pero, Señor, si tú me tienes, si tú das el mundo, nemo tollet eas de manu mea, dices tú, Señor 35. Perdóneme quien esto leyere, que me pareció no poder hallar la sabiduría que a mí me falta sino quien tiene a Dios y conoce a Dios.
Y se me ofrece cómo ha de procurar tenerlo de suerte que le dure, porque de primo ad ultimum le dure la sabiduría que a mí me falta. Y esto pienso es de mucha consideración, porque yo no soy amigo de fuentes que hoy corren y mañana no hay memoria de ellas. Y assí yo soy enemigo de mí propio, porque nunca sé cuándo sé. Pues digo que durará esta sabiduría cuando al hombre lo tuviere Dios, porque, cuando yo le tengo, con facilidad se me pierde. Y de eso no me espanto, porque las cosas puestas a mal recaudo ¿qué se puede aguardar de ellas? Y los hombres estamos llenos de malos recados. Ya durmiendo y con el olvido, ya con las ocasiones, ya con las tentaciones y combates del enemigo, nos despojan, como hicieron las guardas a la sposa. Y fue bien hecho, porque la que no le quiso abrir, porque se había despojado de su túnica, ahora la despojen y despojada vaya a lo buscar; y assí lo halle, para que entienda que otra vez no ha de dar aquella escusa, que, si lo halla habiéndola otros despojado, mejor lo topará a la puerta, que la llamaba habiéndose ella despojado 36. De manera que en nuestro poder poca seguridad hay de las cosas que [135v] nosotros tenemos. Y por eso dijo Cristo que nuestro thesoro lo pusiésemos en el cielo 37. Y aun san Pablo, conociendo esto, escondía su vida en el mismo Cristo 38.
Ahora, pues, veamos cómo se entenderá esto: estar yo en Dios o Dios en mí. Porque parece que por san Joan juntó Cristo entrambas cosas: Qui manet in me, et ego in illo, hic fert fructum multum u 39. Eso es cierto, que para que un alma lleve mucho fruto, ha de estar Dios en ella y yo en Dios. Y en decir que lleva mucho fructo, es decir que durará, porque los años que no son de mucho fruto poco duran, pero los que son de grande fructo mucho duran v: hay para su tierra y para las circunvecinas. Y assí digo yo del alma que está en Dios y Dios en ella: que tiene para todos, para sí y para sus hermanos. Y aun con eso parece queda declarado, porque, cuando yo tengo a Dios, parece que lo tengo para mí, pero cuando yo estoy en Dios, hay para mí y para mis vecinos.
Ahora, pues, otro exemplo se me ofrece, que creo mejor muestra cuánto mejor se conserva una alma en Dios que no w Dios en el alma. Quiero decir que es necesario para que dure que yo esté en Dios y Dios esté en mí. Hallo esta diferencia de cuando Dios está en mí o yo en Dios: que, cuando Dios está en mí, querría yo traer a Dios a las cosas de mi gusto; estar en mí es querer tener a Dios en mi visita y en mi commodidad, en mi hablar o parlar, y entonces es cuando digo que poco x dura. Pero, cuando yo estoy en Dios, es decir que yo me ando acommodando a los gustos de Dios; ando mirando dó está Dios para buscarle allí. Si me dicen que está en el trabajo, en la penitencia, en la mortificación, en la cruz y espinas, y allí le busco y allí le hallo y allí me dura. ¿Quiérenlo ver la diferencia de buscarme a mí Dios en mi lugar, o que yo le busque [136r] en el suyo, cómo lo uno dura poco y lo otro dura mucho? Viene el sposo a buscar a su sposa al lugar donde ella estaba, que era en su regalo y en su cama. Túvole a la puerta un rato. Cuando se levantó, ipse iam transierat [atque] declinaverat 40. Pero, cuando se levantó y lo buscó y lo halló en el lugar donde él estaba, mirad lo que la propia sposa dice: tenui [eum], et non dimittam 41; no lo dejaré. No me espanto, que lo hallastes en su territorio, hallásteslo en él.
Pues ahora diré el exemplo que me parecía arriba que lo declaraba bien, y cierto que no sé otro mejor. Mucha diferencia hay del estar la mar en un arroyo o río o estar el arroyo o río en la mar: que, cuando la mar está en el río y en el arroyo, como el río y arroyo tiene tantos desaguaderos y pasa por tantas partes, es muy ordinario el secarse, pero el río y arroyo en la mar es imposible, porque la mar ni crece ni mengua y siempre está de una manera. Pero el arroyo y río que sale de la mar allá van por donde, si no se topan con otras muchas fuentes y manantiales, es parece dificultoso el tornar adonde salieron con agua. Assí, mis hermanos, estar Dios en mí, como de mí hay tantos desaguaderos y tantos gastos, cuando volvemos a Dios, de donde salimos, apenas llevamos virtud ni rastro, si no es que Dios nos hace particular merced de que nos dé de ayuda de costa otros manantiales y fuentes, y se junten en mi alma muchas avenidas del cielo. Pero, cuando yo estoy en Dios, como es infinito, que ni tiene crecientes ni menguantes, el arroyuelo que entró en aquel inmenso piélago no se puede secar. Assí entiendo yo aquello que dice Cristo: «No puede el árbor bueno hacer malos fructos» 42. El hombre que está arrojado y echado en la bondad de Dios, no puede secarse, etc.
Ahora, pues, volviendo a lo que decimos arriba, porque se levantó esto: que el que quiere sabiduría procure tener a Dios, en quien tendrá y conocerá todas las cosas. Tener, digo, estar en Dios, porque todavía me parece hay grande diferencia, porque, [136v] cuando Dios está en mí, como la vasija es pequeña, estrecho, abrevio y apoco a Dios, en el sentido que puedo, pero, cuando yo me arrojo en Dios, como Dios es grande, engrandézcome yo. Claro está que, si yo planto un árbor en poquita tierra, que el árbor ha de echar pocas raíces 43, porque tiene poco por do estenderse, y que, si planto o siembro un grano de mostaza en un campo grande, que se ha de estender y matear y hacer árbor, donde aniden las aves del cielo 44. Lo propio digo yo: que, como el corazoncillo del hombre es corto y limitado, sembrar o plantar en él aquel árbor de la vida que estaba en medio del paraíso 45, ha menester Dios abreviarse y estrecharse. Pero, cuando sus charidades mis hermanos, que son granillos de mostaza, se siembren en aquel campo grande e inmenso de la bondad de Dios, cómo se ensancha el hombrecillo, cómo estiende sus raíces, cómo matea, que los ángeles, con ser tan grandes, anidan en nuestras almas y ramas, siembran en nuestra voluntad buenos deseos y en la memoria buenos acuerdos y en nuestro entendimiento buenas sentencias e inteligencias. No me espanto, que está sembrado en tierra buena, donde, como vido san Joan en el Apocalipsi, habíe una ribera que en todo el año los árbores de ella estaban verdes y llevaban fructo. Tal río los riega que sale de la silla de Dios 46. Decir que salía de la silla de Dios es decir que se regaban de asiento, porque eso dice este nombre: silla, asiento y dura. Ahora, pues, granillo plantado en buena tierra, buen riego, que es de río y no de noria, yo no me espanto que se ensanche y que todo el año esté verde y lleve fructo de dura.
No sé si se podrá explicar a este propósito lo que dice Cristo. Aplíquese la parte que se pudiere. Non vos me elegistis, sed ego elegi vos, ut eatis et fructum afferatis y 47. No me elegistes vosotros, porque fuera elección corta y limitada y breve. Fue mía la elección. Elegíos yo [137r] para mí, que estuviésedes en mí. Y como z la elección fue buena de la tierra donde habíades de ser sembrados, echaréis matas: ut eatis. Lo que en otro lugar dice David: In omnem terram exivit sonus eorum 48. Y Cristo 49: Ite in universum mundum a, etc. Et fructus vester maneat 50; que dure. ¿Quién se ha de espantar que dure elección hecha del mismo Dios y sea fructa de dura la que llevaren? Y assí digo yo que será muy grande la sabiduría del alma que estuviere en Dios y tendrá grandíssimo conocimiento de cosas, porque está donde todas las cosas están.
Ahora, por si no queda bien entendido, hermanos, al arroyo que sale de la mar o el arroyo que entra y está en la mar, el arroyo que sale vadéase fácilmente, cría unos pescadillos de poca consideración, pero, en entrando en la mar, vadeadlo; no podréis. El que criaba pececillos, ya tiene ballenas que se tragan inmensidad de cosas y pescados, que vuelcan y rompen un navío. Mirad un Pablo lo que dice 51: Omnia possum in eo qui me confortat b. Si estáis in eo c, no me espanto, Pablo, que en vos se crían ballenas, que son pensamientos fuertes de amor de Dios, que se traguen inmensidad de cosas: que se trague guchillos, que se trague torres, que se trague la muerte, etc. Ansí lo dice él propio: ¿Quién me apartará de la charidad de Cristo? La tribulación no, ni la angustia, ni la hambre, ni el peligro, etc. Cierto estoy que ni el guchillo, ni el infierno me podrá apartar 52. ¿Qué de ellos se ha tragado y acabado la tribulación? ¿Qué de ellos las angustias los ha ahogado? La hambre ¿con qué de reinos ha dado al traste? El peligro ¿a cuántos ha despeñado y ahogado en la mar? El guchillo ¿a cuántos ha quitado la vida? El infierno ¿a cuántos se ha tragado? No me espanto, que eran arroyuelos salidos del mar y sus pensamientos cortos. [137v] Pero san Pablo, que está asido, pegado con la charidad de Cristo, arrojado en aquella mar, cría ballenas, pensamientos y deseos, que todo se lo traga. Lo que más acá se suele decir de un valeroso soldado es decir que se sustenta y que digiere puntas de espadas. Es encarecimiento y fábula. Pero de Pablo es verdad que las traga y digiere, porque está en Dios, que es fuego que todo lo consume. Llegaos a vadear el arroyuelo y veréis lo que pasa. Una altura no lo vadeará. Así lo dice él 53: neque altitudo d. No hay que espantar, que está el arroyo en la mar. Y más, que cría pescados, que da con sus palabras al traste con navíos poderosos de reyes. Esto tiene el alma que está en Dios, que tiene, que posee, entiende, sabe, conoce y halla lo que perdió con grandes ventajas.
Todo esto he dicho porque, como yo cada momento me veo perdido por querer traer a Dios donde a mí me parece, y no irme yo con Dios donde él gusta, cuando deseo saber o decir o scribir lo que en algunas ocasiones dije, no lo hallo. Pero, hallándote a ti, Dios mío, todo lo tendré y hallaré. Ruégote que sea en ti, para que nadie me quite ni aparte de tu mano y siempre esté fecunda esta pobrecita alma, que ahora está sicut terra sine aqua tibi e 54.
Volvamos ahora a lo que yo quisiera scribir en lo que me faltaba del capítulo que un día hice despidiéndome de los hermanos en Alcalá. Bien sé que no tengo por posible el acordarme del intento principal que entonces llevaba. Será Dios servido quede algo. Comparé, mis hermanos, esta sagrada Religión a la tierra de promisión, que, entre otras cosas y excelencias, tenía dos, que eran que llevaba leche y miel 55. Y éstas f son dos cosas que menos cuestan a su amo de todas cuantas ganancias tiene. El labrador, para haber de sembrar, miren sus charidades el afán, [138r] el trabajo, con las heladas, con los soles y, al cabo, Dios y ayuda. Pero la miel sin trabajo la coge y la leche; sin cavar ni arar se dan esos fructos. Por eso llamo yo tierra de promisión a la Religión, por el poco trabajo que nos cuesta nuestro sustento y los fructos de que tenemos necesidad. Pero los que viven en el mundo, todo es afanar y, al cabo, todo es hambre. Están los otros segadores de Habacuc g asoleados, cansados y hartos de segar; y llega un ángel y coge al hatero y llévalo al lago de los leones, do estaba Daniel 56. Ven aquí que para el propheta fue aquel sustento como fruto de abejas y, para los segadores, como labrador que siembra y trabaja y no come, pues se quedaron sin la olla y la comida.
Y, pues la Religión es tierra de promisión, que gozamos los fructos como de balde y sin trabajo, hemos de advertir que nosotros hemos de dar nuestros fructos como los dan las abejas. ¡Con qué facilidad, con qué suavidad hace su officio! ¡Y qué officio tan honrado!: ver que no entiende sino en coger lo mejor de las flores con un particular artificio y sabiduría; y todo lo pasa, labrando un dulcíssimo panal de miel, digno de ser puesto en las mesas de los príncipes y poderosos. Esta es la vida de un religioso descalzo de la Sanctíssima Trinidad: un coger y aprovecharse de todo lo mejor y más perfecto que hubiere en otras religiones, y de lo más apurado de las virtudes labrar en lo secreto y ascondido un dulce panal de miel, una charidad amorosa que vuelva a un hombre, como dijo Cristo 57: Discite a me, quia mitis sum et humilis corde h, manso y humilde. Quia charitas benigna est, patiens, et non aemulatur 58, etc. i; hace la charidad unos efectos dulces, amorosos, no religiosos [sic], desabridos, ásperos, avinagrados. Assí parece proveyó la naturaleza [138v] al abeja: que animalito que tal obra hace que no sea desabrido. Y si alguna vez lo fuere picando a alguno, allí muera. Un religioso, que lo tiene Dios para que labre en sí y para sí y para otros la charidad, no ha de ser desabrido, sino humilde y manso.
Lo segundo que dice que llevaba la tierra de promisión era leche. En esto nos significa la perpetua obediencia del religioso y cómo siempre ha de obrar con grande voluntad y muy de grado. La leche es sanguis bis coctus 59; sangre dos veces cocida. Y en esto se diferencia la sangre de la leche: que, para sacar la sangre, es necesario romper las venas y que llegue hierro y lanceta, pero la leche no, ella tiene cuidado de salirse, si no, la j tienen de mamarla. Que, para que el seglar obedezca, para que cumpla los mandamientos de Dios, sea necesario fuerza de hierro y romper, vaya, que ése no está en la religión. Pero el religioso, que vive en la tierra de promisión, sea necesario fuerza, es malo, porque su obediencia ha de ser como la leche: que, cuando el prelado no mande, ha de tener cuidado de hacer aquello que su profesión y hábito le pide y su regla le manda.
A este propósito, está un lugar en el Apocalipsi harto misterioso, que no sé si lo tengo tocado otras veces. Llegó a preguntar un sancto viejo a san Joan en el Apocalipsi, en un particular acompañamiento que traía el Cordero, quién era aquella gente y de dónde vinieron: Qui sunt isti? et unde venerunt? k Y dándose el sancto como por vencido, le respondió al l viejo y soltó la duda y manifestó él que es cosicosa: Isti sunt qui venerunt ex magna tribulatione, et laverunt stolas suas in sanguine Agni m 60. Dos cosas preguntó: ¿Quién son? y ¿de dónde vinieron? Que acá en los hombres son cosas muy distintas. ¿Quién soy? apela sobre vuestras obras. ¿De dónde venís?, de las de [139r] vuestro abolorio. Y acá el sancto todo lo confunde en una palabra diciendo: éstos son los que vinieron de la tribulación. Como si dijera: en el siglo hay ¿quién sois n vos? y ¿de dónde venís?; acá en la Religión el ser y la descendencia todo ha de ser uno, porque nada ha de buscar el religioso enprestado. Aquí no hay sino las obras de cada uno y ésas le dan ser y noble descendencia. La tribulación, la cruz y el trabajo es el que me da ser y el que sirve de mi abolorio y da nobleza. Mis hermanos, en la Religión el que padece mayor cruz y el que más trabaja por amor de Dios, ése es el que tiene mayor y mejor ser.
Dice más, que laverunt stolas suas in sanguine Agni o. La sangre ¿no mancha? ¿Cómo dice que se lavaron en la sangre del Cordero? Digo que es verdad, pero que, para darnos a entender cómo la sangre del Cordero Jesús había salido como la leche, que es sangre dos veces cocida, y no tiene necesidad de hierro para sacarse a sí la sangre que Cristo derrama, atento que tantas veces fue cocida en tal fuego y en tal amor, se volvió a hacer los efectos de la leche, que fue blanquear. Y no obstante que salió por las heridas de los clavos y lanzas, cuando no rompieron sus sacrosanctas venas ella estaba aparejada para salirse. Y assí él mismo estaba deseando saliese: Baptismo habeo baptizari, et quomodo coarctor? p 61; que estaba estrechado y detenido, deseando se saliese ya. Pues sangre que tantas veces está cocida y tal deseo tenga de derramarse, haga efecto de leche: blanquee las vestiduras de los justos. El religioso que obra por fuerza, que es menester cuchillo, azote y fuerza y venir a romper, ése derrama sangre, ése en sus obras no se lava, porque son sangre y no leche. Pero, si las obras, la obediencia va cocida en amor, en charidad, aunque sea sangre, es leche que blanquea la vestidura del justo.
Así una de las mayores alabanzas que entre el sposo y la sposa se [139v] dijeron, fue la una q decir que el otro derramaba r mirra prima 62 y el otro lo comparó a la mirra probatissima 63. Veamos este misterio. Y digo que entramas mirras, la probatissima y la primera, son todas una misma. Los árbores, la primera goma o mirra que da la da libre y voluntariamente la suda, pero la segunda rompen el árbor con un hierro para que sude y dé su mirra. Y para dar a entender que obras y palabras las daban entramos a dos libre y voluntariamente, y que para ello no han menester hierro, sino libremente de su propio gusto y voluntad, la comparan a la mirra primera probatissima, que es el sudor de los árbores que sin ningún trabajo lo dan. Y esto ha de tener el que fuere verdadero religioso, que sus labios han de destilar mirra primera: unas obras y palabras nacidas de grande voluntad y amor; que sude y para obras de voluntad; que no sea mirra segunda, que no tenga necesidad de disciplina para obrar, etc. Pues tenemos tal exemplo en Cristo, qui oblatus est quia ipse voluit s 64; porque quiso, que nadie le forzó. Y estos pasos ha de seguir el siervo de Dios: ofrecerse de voluntad en sacrificio.