A todos nos ha impresionado constatar cómo el testimonio del
Papa Juan Pablo II ha tenido un eco profundo también en poblaciones no
cristianas, como han referido varios nuncios apostólicos en sus relaciones.
Esto confirma que quien anuncia a Cristo con la coherencia de la vida habla al
corazón de todos, incluso de los hermanos de otras tradiciones religiosas. Como
dije hace algunos días al clero romano, la misión de la Iglesia no contrasta
con el respeto a las otras tradiciones religiosas y culturales. Cristo no quita
nada al hombre, sino que le da plenitud de vida, de alegría y de esperanza.
También vosotros estáis llamados a "dar razón" de esta esperanza (cf.
1 P 3, 15) en los diversos ambientes a los que la Providencia os
destine.