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San Juan Bautista de la Concepción Obras IV – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
Qué buen estómago le hacen al justo los consuelos, y cómo no sólo el gozarlos lo alegra y a regucija, sino la memoria de ellos lo entretiene y satisface
1. No se puede negar sino que los buenos y dulces manjares, particularmente aquellos que saben bien, demás de hacer buen estómago, entran en provecho, crían buena sangre y buenos humores, con que un hombre vive vida más sana, pacífica, quieta y más dispuesto para el trabajo, usando, digo, bien de ese bien que recibe. Que, si son buenos manjares y delicados, en hombres que están llenos de malos humores no han entrado cuando ya están corrompidos y hechos al bando de los enemigos de adentro. De donde hay médicos que dicen que los güevos, que son comida fácil, son buenos para los buenos y convalecientes, para aquellos en quien reina y tiene la plaza el buen humor, pero no para aquellos que ya tienen corrompidos los interiores. De esa misma suerte digo que los consuelos divinos son muy conformes a los buenos, a los que con grandes virtudes están bien compuestos, a quien les es fácil tornar ese manjar en el buen humor que en ellos reina. Que es lo que san Juan [sic] dijo: que a los que aman a Dios omnia, todas las cosas [208r] se les vuelven en mayor bien 1. Porque, como la charidad que tienen, con que aman a Dios, es fuego, todo lo convierten en fuego y en charidad, y así todo cuanto en ellos entra, séase lo que se fuera, no sirve sino de aumentar el fuego y hacer crecer la charidad. ¡Oh buen Dios, qué es ver a un alma cada día con recibo de nuevos beneficios, cómo se enternece, se deshace, o por mejor decir, se quisiera hacer ciento para por muchos agradecer y dar gracias de tales beneficios!
2. Que, si el que los recibe es malo y perdido, llano es que ha de volver de su calidad el manjar que recibiere, y tanto más presto cuanto fuere más fácil de digerir, como lo serán los consuelos y gustos que les hiciéredes. Que así lo dijo san Ignacio de los soldados que lo guardaban: Quia, cum benefeceris eis, peiores fiunt 2; hácense peores y cobran más fuerzas b viéndose c favorecidos. Y así se ensanchan para se ensalzar, como lo hicieron los d malos ángeles. En fin, tierra mala volver y trocar tiene la semilla e en abrojos y espinas. Que es lo que los otros buenos siervos dijeron y preguntaron a aquel gran padre de familias, cuando, habiendo visto f el cuidado con que su señor habíe procurado sembrar buena semilla, y después la vieron ahogada y trocada en cizania: Señor, ¿quién ha hecho esto?, ¿cómo puede ser que, habiendo sembrado bonum semen, ahora veamos tanta cizania? Respondió: Inimicus homo hoc fecit 3. Esas obras g son del hombre que es enemigo de Dios, que trueca y convierte en mal el bien que se le hace. Y así a esos tales fulgur, spiritus procellarum, pars calicis eorum 4; a bestias comidas de bestias y a gente indómita, castigos, palos y azotes.
3. Pero al justo regalos, gustos, entretenimientos y consuelos divinos h, los cuales no sólo poseyéndolos causan en un alma buenos efectos, sino sólo el olor de ellos, la memoria de que Dios los tiene en sí depositados para darlos cuando conviene, eso les basta para más amar y querer a su Dios y Señor. Exsultabimus et laetabimur in te, memores uberum tuorum. Recti diligunt te 5. Sólo con pensar que tienes, Señor mío, pechos y leche para los que te sirven, eso nos alegra. Y no alegría que se queda en sólo nuestro i entretenimiento, sino que recti diligunt te, los buenos te aman. Miren por charidad la cautela con que aquí habla la esposa, que, cuando trató del alegría que tienen los que se acuerdan de los gustos de Dios, se metió ella, como dicen, en la danza, pero, cuando trató de los que amaban a Dios y de los rectos de corazón j, habló de tercera persona. Como quien dice: en el alegría y en el recebir consuelos, todos entramos en la parte, pero, en el amarte como tú eres digno de ser amado, tú lo sabes, Señor, que yo no puedo dar testimonio de mi inocencia ni saber quién es digno de amor o de odio.
4. Pues digo que sólo acordarse que su Dios tiene pechos, dice que le causa alegría. Que es como el chiquillo, que no sólo se regocija cuando toma el pecho de la madre, sino que antes y después de tomarlo le da palmaditas, juega con él y se entretiene tomando el pezoncillo en las manos. [208v] Y el buen hijo, con sólo saber que su padre es cuidadoso de lo que él ha menester, se alegra y regucija. Sólo con saber que tiene en casa paño con que vestirlo de fiesta y abrigarlo para el invierno, antes que le ponga el vestido, eso le basta. Y aun éste parece fue el intento que tuvo Cristo con Pedro, Juan y Diego cuando los subió al monte Tabor y les mostró los tesoros y riquezas que les tenía guardadas para su tiempo 6, para que con esa memoria lo amasen y se alegrasen no sólo cuando estuviesen gozando esos bienes, sino cuando, desnudos de consuelos, se acordasen tenía Dios paño en el arca de que vestirlos. Y eso es memores uberum tuorum.
5. Dice que se regocijan y alegran de acordarse que su esposo tiene pechos super vinum 7, sobre el vino, causa por qué los buenos, dice, Señor, te aman. Que me parece fue decir: algunos dicen, Señor, que el amigo del vino, si no bebe en la taberna, huélgase en ella. Pero mienten, que las cosas de la tierra y sus consuelos y entretenimientos no sólo no consuela el olor de estas cosas de acá, pero aun ellas, después de tenidas y poseídas, no satisfacen, según aquello de [Eclesiástico]: In omnibus requiem quaesivi, et in haereditate Domini morabor 8. No hay taberna o botica de tantas cosas k llena que entretenga a un alma o la suspenda por sólo un rato, pero vos, Señor, sois la hartura y consuelo de los vuestros, en quien no sólo hallan descanso las almas sanctas, pero aun en vuestra heredad, en vuestra tienda y botica, memores uberum tuorum, aquí sí, Señor, que vale a los enbriagados en vuestro amor holgarse en vuestras bodegas.
6. Y noten por charidad que las palabras antes que están escritas de éstas: Exsultabimus et laetabimur in te, memores uberum tuorum, son éstas: Introduxit me rex in cellaria sua 9; que el esposo la entró en sus aposentos. No dice que le dio nada, sólo de la entrada sacó este regocijo y memoria de los pechos de Dios. Y en el capítulo 2, n. cuarto l, torna a decir esta propia esposa: Introduxit me rex in cellam vinariam, et ordinavit in me charitatem; que la entró en su bodega. No dice que le dio a beber, sino que ordenó y compuso en ella la charidad. No debiera de ser menester beber, sino oler y eso bastaba al alma sancta para aficionarla a Dios. Y así, en saliendo de allí, con sólo el olor parece m derribada, pues dice: Fulcite me floribus, stipate me malis, quia amore langueo 10; que la deshacía y derretía el amor. ¿De dónde tanto fuego, tanta afición y amor, esposa sancta? De donde introduxit me rex in cellam vinariam; de que me entró en su bodega, donde habíe tan lindo vino que su olor bastaba para derribar al más estirado. Y si nuestra flaqueza es tanta en este mundo, cristianos, no queramos acá la bebida, basta el olor y la memoria de que Dios tiene pecho: memores uberum tuorum; que, en fin, la nuestra es hambre que espera hartura, y ciertas y buenas speranzas entretienen. Etc.
[209r]