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INTRODUCCION
1. El
"tratado del recogimiento interior" ocupa los folios 41r-200v y los
cuadernos 3-10 del tomo II autógrafo. De 99 capítulos, no numerados, le
corresponden 65, comprendidos entre el 10 y el 76. Estamos ante una materia bien delimitada
por el contenido y la forma.
Describe el autor en los 10 primeros
capítulos del manuscrito algunas penas del justo en el camino de la perfección,
sobre todo cuando, atenazado por pruebas desconocidas, no encuentra un director
espiritual idóneo para su alma. Y termina: "Denos Dios su gracia y a
todos nos enseñe lo que nos conviene para obrar y enseñar, que esto de enseñar espíritus
es materia tan dificultosa que bien es dejarla al Spíritu Sancto, que él
infunda este don y conocimiento de espíritu al que él fuese servido, dándonos a
todos su gracia. Amén" (f.40v). Luego, comenzando el nuevo capítulo con el monograma de Jesús y
María (Jhs. Mª), aborda directamente el tema de la unión perfecta con Dios sin
expresar relación alguna con los folios ya escritos. Cerrará después el bloque
literario que nos ocupa con una precisa "conclusión de lo dicho en este
tratado" (f.200r). A partir del folio 201r vuelve a reflexionar en torno a
las penas y mortificaciones espirituales del justo, teniendo cuidado de
advertir que "desde estos capítulos se puede hacer tratado de por
sí".
2. El
título del escrito lo tomamos de la primera frase de la conclusión: "Ya
pienso será bien ir recogiendo este tratado del recogimiento interior, en el
cual nos entramos muy sin pensar haciendo una digresión de la materia que
íbamos tratando" (f.200r). En realidad este epígrafe da razón directa sólo
de una parte, la central, de la obra; lo que el autor llama digresión engloba
estrictamente una serie de capítulos relativos al tema específico del
recogimiento: "De las mortificaciones y trabajos que a un justo se le
ofrecían, dijimos que el alma acudía huyendo a su retrete y recogimiento,
deseoso de que todos esos trabajos se llevasen por amor de Dios. Y con mucha paciencia
hemos venido a tratar de los fructos que en este recogimiento vienen a
causar" (f.200r). Pero, además, desarrolla también con amplitud el tema de
las mortificaciones exteriores e interiores en sí mismas: "Dijimos también
cómo los trabajos eran en muchas maneras" (Ibid.). Tales mortificaciones no son ajenas al
tema de la unión con Dios.
La cuestión de los trabajos enlaza el tratado
con los demás capítulos del tomo II, que publicamos como texto aparte. Podrá
comprobar el lector cómo el místico trinitario desvía fácilmente su atención
hacia lo penoso de la vida espiritual cuando ésta se orienta a la unión
transformante a través del recogimiento interior. Para sortear la dificultad
relativa a la pluralidad de temas y a cierto desorden expositivo, damos a
continuación un breve guión del contenido.
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3. Guión
indicativo del temario
a) La
unión perfecta con Dios:
- no se puede saber lo que es en sí,
pues Dios y el alma se funden en uno. Dios se sirve libremente de medios
ordinarios o extraordinarios para unirse con el hombre: c.1.
- seguridad y paz interior del alma
que la goza: cc.12, 13, 14 y 17 pár.1.
- produce obras
perfectas de caridad: c.63.
-
conlleva trabajos y padecimientos por Cristo: cc.15 y 16.
-
presupone y comporta el desasimiento total de las criaturas: cc.1 pár.1; 2
párs.1, 6 y 15.
-
dificultad y naturaleza del desasimiento: ibid. y c.3.
- alusión
bíblica (Deut 23,24-25) al desasimiento: c.57.
- la
gracia y Cristo, figurados en el aceite, despegan de las cosas terrenas: c.58.
- males que origina el apego a las
criaturas: c.55.
b) El
recogimiento interior:
- tres grados; el tercero, que
acompaña a la unión perfecta, es el objeto del tratado: c.49.
- excelencia: cc.31,
35, 47, 51, 54, 60, 61 y 62.
- se
efectúa cuando el alma se recoge en el fondo de sí misma: cc.31 pár.8; 63.
- el
alma, depósito y asiento de Dios y de los dones espirituales: cc.42, 43, 44 y
59.
- figuras bíblicas y naturales del corazón
recogido: cc.45, 46, 47 y 64.
- Dios se comunica únicamente en la
soledad y ésta se alcanza en el recogimiento interior: c.54.
- aplicación de Deut
23,24-25 al recogimiento: c.57.
- Cristo nos libró del poder del demonio:
c.48.
- libertad para
rechazar el rec. int.: c.40.
- males
y daños originados por su falta: cc.35, 36, 37 y 48.
- el
amor desordenado de las criaturas, enemigo principal del rec. int.: cc.37 y 55.
- el
trato con las criaturas: cc.3, 37 y 50.
-
oposición carne-espíritu en el hombre: cc.32, 33 y 34.
- el hombre exterior acecha contra el
interior: c.56.
- el rec. int., exigencia
primaria de la vida religiosa: cc.44, 49, 51 y 59.
c) Mortificaciones, trabajos, penas:
- bienes
encerrados en los trabajos: cc.16, 17, 18 y 65.
-
importancia para la vida espiritual de las mortificaciones bien aplicadas: c.6.
- penas
interiores místicas: cc.19 y 20.
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trabajos interiores causados por Dios para obligarnos al recogimiento: cc.31,
34, 36 y 52.
- el
bien de las mortificaciones depende de Dios; los eventuales males, del hombre:
cc.8 y 9.
- las
mortificaciones, contraindicadas para la corrección de éxtasis y arrobamientos:
c.5.
- error
de prelados y directores espirituales: la aplicación constante e indiscriminada
de mortificaciones a sus dirigidos: cc.2, 9, 11, 13 y 21.
- un
error particular de los padres espirituales: querer remediar algunos desmayos
corporales a costa de los bienes espirituales: c.10.
-
criterios para prelados y padres espirituales: ante todo, indagar y seguir la
voluntad de Dios: c.8.
- partir
del examen del estado actual del sujeto: c.4.
- prudencia y discreción al imponer
mortificaciones, siempre que sean necesarias, de acuerdo con el estado anímico
actual del interesado: cc.2, 6, 7, 11 y 22.
- procurar hacerse una misma cosa
con el súbdito o discípulo: c.22.
- la cruz, inherente a la vida
religiosa; ahogos y pesadumbres causados a los religiosos por prelados y padres
espirituales: c.28.
- recomendaciones al alma
injustamente afligida por prelados y directores espirituales: cc.23, 24, 25, 29
y 30.
4. El
recogimiento interior, según la mente del Santo, es sinónimo de la unión
sobrenatural transformante del alma con Dios, unión que él llama
"perfecta". El hombre recoge dentro de sí sus potencias para unirse
con el divino huésped de su alma; y si esa unión ha de ser completa y
permanente, se requiere la plena soledad del recogimiento interior. De ella habla en
estas páginas, motivado por los deseos de un hermano en religión. "Yo
tengo tratado de esto -nos dice- en mill partes; y quien de ella sabe poco,
poco puede decir y ahondar. Pero,
atento que un hermano, siempre que se le trata de esta materia, siempre dice
que apenas halla quien le diga o donde lea qué sea esta unión secreta de un
alma con Dios, ... a quien respondo..." (c.1,1). Consciente de que la
unión en sí "no se sabe qué sea ni se puede saber", trata
particularmente "del camino para ella y de los efectos que en un alma
deja"; de la excelencia del alma que la posee; de las exigencias que
comporta; del desasimiento afectivo de lo terreno que implica; de los medios para
conservarla y de los peligros de perderla; del discernimiento y de la dirección
espiritual de las almas agraciadas por dicha unión.
En los capítulos que dedica al
recogimiento, el nervio vertebral de su razonamiento es el de la relación
existente entre unión divina, soledad y recogimiento. "Siempre vamos en
estos capítulos probando este intento: que Dios ama y quiere a un alma en la
soledad para de veras comunicársele, porque ése es el lugar donde obra Dios con
ella sus extraordinarias maravillas" (c.54,1). "Lo segundo que aquí
vamos tratando en estos capítulos es que esta soledad, que es tan necesario
para alcanzar lo dicho, no se alcanza de veras y como conviene si no es en un
recogimiento interior que dentro de sí el alma tiene" (c.54,3). Unicamente
cuando interioriza sus potencias y vacía el corazón de todas las aficiones
terrenas, el hombre obtiene la gracia de la unión perfecta.
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Otro argumento que despunta en las
consideraciones de nuestro Santo es el siguiente: la unión se verifica de
espíritu con espíritu, o sea, de Dios con el espíritu del hombre; es pues
necesario que el alma se purifique al máximo eliminando toda adherencia
material con el fin de capacitarse para recibir las comunicaciones divinas.
Ahora bien, esta purificación, esta progresiva espiritualización del alma
coincide con el progresivo recogimiento de sus potencias: "El alma..., por
recogerse, se hace espíritu" (c.36,3); accede al espíritu puro, que es
Dios, "cuando es recogida dentro de sí, trocada y vuelta espíritu"
(c.32,5).
5. El
recogimiento, como la unión con Dios, es susceptible de grados. Nuestro autor,
ajeno al prurito academicista, no traza un preciso itinerario de etapas
subsecuentes, como lo hacen, por ejemplo, los Doctores del Carmelo. Nos sorprende su concepción
partidista de la perfección, al vincular el grado de la misma con "tres
estados de gentes que hay en la Iglesia": los casados, "recogidos y
guardados con los diez mandamientos"; los continentes, "los cuales,
guardando con grande puntualidad la ley de Dios, guardan muchos de sus
consejos"; y los religiosos, "los cuales desembarazados de todas las
cosas de la tierra, procuraron con grandes veras llegarse a Dios con particular
gracia, don y unión sobrenatural de su espíritu al de Dios". A estos últimos se les pide mayormente el
recogimiento interior (c.49,2-3). Anteriormente, evocando 1 Cor 7, ha sostenido
que los casados en la vida espiritual producen "fructo desmedrado y no tan
colmado y pingüe como el que lleva el verdadero religioso" (c.34,2)1.
Es evidente que, al hablar así, refleja una visión eclesial corriente en su
época2. Con todo, según otras expresiones del tratado, es consciente de
que la unión sobrenatural con Dios no está reservada a una categoría de
personas3, idea que ha subrayado con vigor en un escrito
precedente4.
Más allá de la "clausura y
recogimiento" de quien practica simplemente los "preceptos y
consejos", existe el recogimiento interior, que se da cuando Dios a un
alma "la recoge dentro de sí, atándola y ligándola con ataduras de amor y
caridad estrecha. Metiéndose Su Majestad primero allá dentro en lo más profundo
y centro de nuestro espíritu, allí, como pastor amoroso, da un silbo suave con
que llama a la esposa y su querida el alma para que, desembarazada de todas las
cosas de la tierra, vaya a recogerse y recostarse en sus amorosos regazos"
(c.49,2). Desligada de todo lazo terreno, el alma se aferra a Dios con un amor
exclusivo e ilimitado. Ese abrazo con Dios en el centro del alma ya no es fruto
de la ascesis personal, sino obra y don del Señor.
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El autor no se cansa de disertar sobre las
excelencias del recogimiento interior, porque se trata del único cauce de las
comunicaciones divinas, la única vía para encontrar y poseer a Dios, la única
disposición adecuada para recibir la gracia de la unión transformante.
6. Estas
páginas no son el resultado de la investigación científica ni de la síntesis
ecléctica de lecturas piadosas ni de la perspicacia intelectual de un
teorizante, sino más bien el fruto de la experiencia personal del autor en su
doble vertiente de vivencia propia y contacto directo con las almas.
Consiguientemente, el desarrollo de las ideas no se atiene a un plan lógico
preconcebido. "Puesto caso que en este tratado sólo hemos tomado por
intento descubrir algunas dificultades que se ofrecen en el camino de la
perfección, particularmente acerca de las mortificaciones que al justo se le
ofrecen, no habrá mucho que reparar en el orden, porque aquí pretendo más
hablar de experiencia y práctica que no de especulación; y la experiencia, ora
sea en persona propia o ajena, hase de tomar conforme Dios la enviare y al
tiempo que la diere" (c.4,1).
7. Excluyendo
de su óptica a los principiantes5, el tratado, según las precisas
indicaciones del autor, "va enderezado a religiosos y a gente que trata de
perfección, a quien en este camino angosto y estrecho se le ofrecen mill
dificultades y mortificaciones interiores" (c.26,1). "Este tratado va
enderezado a religiosos y a siervos de Dios" (c.26,3). "Tratando voy
-nos dice el autor- con los varones spirituales, que buscan cada día su mayor
aprovechamiento y procuran evitar sus menoscabos" (c.35,4). Y también:
"Este tratado va hablando con religiosos y siervos de Dios" (c.56,3).
8. ¿Dónde
y cuándo fue compuesto este tratado? En el capítulo 4 leemos: "Así como si un
hombre estuviese aquí en Sevilla, donde deseó y pretendió venir desde
Madrid...". "Y así he visto yo -leemos en el capítulo 28- que en
Sevilla a los hombres ricos no dicen: Fulano es hombre que tiene tantos mill
ducados...". No encontramos más alusiones geográficas de este tipo, pero,
al redactar los últimos capítulos del tomo II, el autor se encontraba en el
convento de La Solana (Ciudad Real)6. Es posible que, no sólo los primeros capítulos, sino el tratado
entero fuera escrito en Sevilla.
En cuanto a la fecha -a falta de
nuevos y seguros elementos- resta como probable la primavera de 1609, ya
indicada por un buen conocedor de la materia7. Desde el mes de
noviembre de 1608, en que cesó como provincial, hasta 1610 el reformador
trinitario, despojado de toda autoridad, anduvo de convento en convento, sin
residencia fija. A los sufrimientos de este periodo parecen aludir algunos
pasajes del tomo II que no entran en nuestro tratado; pero sabemos que éste fue
redactado en el mismo periodo que aquéllos.
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9. La
división de capítulos corresponde al autor, que además ha titulado la mayor parte
de ellos. Sin embargo, no los ha numerado. Nuestras suplencias al respecto se
patentizan con el uso de los corchetes. Pero advertimos que toda la numeración
de párrafos es añadidura nuestra. Baste esta indicación, sin necesidad de
encuadrar cada cifra, cosa que encarecería inútilmente la impresión.
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EL RECOGIMIENTO INTERIOR
[f.41r] Jhs. Mª
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