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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • EL RECOGIMIENTO INTERIOR
      • INTRODUCCION
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INTRODUCCION

 

            1.         El "tratado del recogimiento interior" ocupa los folios 41r-200v y los cuadernos 3-10 del tomo II autógrafo. De 99 capítulos, no numerados, le corresponden 65, comprendidos entre el 10 y el 76. Estamos ante una materia bien delimitada por el contenido y la forma.

 

           

 

            Describe el autor en los 10 primeros capítulos del manuscrito algunas penas del justo en el camino de la perfección, sobre todo cuando, atenazado por pruebas desconocidas, no encuentra un director espiritual idóneo para su alma. Y termina: "Denos Dios su gracia y a todos nos enseñe lo que nos conviene para obrar y enseñar, que esto de enseñar espíritus es materia tan dificultosa que bien es dejarla al Spíritu Sancto, que él infunda este don y conocimiento de espíritu al que él fuese servido, dándonos a todos su gracia. Amén" (f.40v). Luego, comenzando el nuevo capítulo con el monograma de Jesús y María (Jhs. ), aborda directamente el tema de la unión perfecta con Dios sin expresar relación alguna con los folios ya escritos. Cerrará después el bloque literario que nos ocupa con una precisa "conclusión de lo dicho en este tratado" (f.200r). A partir del folio 201r vuelve a reflexionar en torno a las penas y mortificaciones espirituales del justo, teniendo cuidado de advertir que "desde estos capítulos se puede hacer tratado de por sí".

 

            2.         El título del escrito lo tomamos de la primera frase de la conclusión: "Ya pienso será bien ir recogiendo este tratado del recogimiento interior, en el cual nos entramos muy sin pensar haciendo una digresión de la materia que íbamos tratando" (f.200r). En realidad este epígrafe da razón directa sólo de una parte, la central, de la obra; lo que el autor llama digresión engloba estrictamente una serie de capítulos relativos al tema específico del recogimiento: "De las mortificaciones y trabajos que a un justo se le ofrecían, dijimos que el alma acudía huyendo a su retrete y recogimiento, deseoso de que todos esos trabajos se llevasen por amor de Dios. Y con mucha paciencia hemos venido a tratar de los fructos que en este recogimiento vienen a causar" (f.200r). Pero, además, desarrolla también con amplitud el tema de las mortificaciones exteriores e interiores en sí mismas: "Dijimos también cómo los trabajos eran en muchas maneras" (Ibid.). Tales mortificaciones no son ajenas al tema de la unión con Dios.

 

           

 

            La cuestión de los trabajos enlaza el tratado con los demás capítulos del tomo II, que publicamos como texto aparte. Podrá comprobar el lector cómo el místico trinitario desvía fácilmente su atención hacia lo penoso de la vida espiritual cuando ésta se orienta a la unión transformante a través del recogimiento interior. Para sortear la dificultad relativa a la pluralidad de temas y a cierto desorden expositivo, damos a continuación un breve guión del contenido.

 


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            3.         Guión indicativo del temario

 

            a)         La unión perfecta con Dios:

 

            - no se puede saber lo que es en sí, pues Dios y el alma se funden en uno. Dios se sirve libremente de medios ordinarios o extraordinarios para unirse con el hombre: c.1.

 

            - seguridad y paz interior del alma que la goza: cc.12, 13, 14 y 17 pár.1.

 

            - produce obras perfectas de caridad: c.63.

 

            - conlleva trabajos y padecimientos por Cristo: cc.15 y 16.

 

            - presupone y comporta el desasimiento total de las criaturas: cc.1 pár.1; 2 párs.1, 6 y 15.

 

            - dificultad y naturaleza del desasimiento: ibid. y c.3.

 

            - alusión bíblica (Deut 23,24-25) al desasimiento: c.57.

 

            - la gracia y Cristo, figurados en el aceite, despegan de las cosas terrenas: c.58.

 

            - males que origina el apego a las criaturas: c.55.

 

            b)         El recogimiento interior:

 

            - tres grados; el tercero, que acompaña a la unión perfecta, es el objeto del tratado: c.49.

 

            - excelencia: cc.31, 35, 47, 51, 54, 60, 61 y 62.

 

            - se efectúa cuando el alma se recoge en el fondo de sí misma: cc.31 pár.8; 63.

 

            - el alma, depósito y asiento de Dios y de los dones espirituales: cc.42, 43, 44 y 59.

 

            - figuras bíblicas y naturales del corazón recogido: cc.45, 46, 47 y 64.

 

            - Dios se comunica únicamente en la soledad y ésta se alcanza en el recogimiento interior: c.54.

 

            - aplicación de Deut 23,24-25 al recogimiento: c.57.

 

            - Cristo nos libró del poder del demonio: c.48.

 

            - libertad para rechazar el rec. int.: c.40.

 

            - males y daños originados por su falta: cc.35, 36, 37 y 48.

 

            - el amor desordenado de las criaturas, enemigo principal del rec. int.: cc.37 y 55.

 

            - el trato con las criaturas: cc.3, 37 y 50.

 

            - oposición carne-espíritu en el hombre: cc.32, 33 y 34.

 

            - el hombre exterior acecha contra el interior: c.56.

 

            - el rec. int., exigencia primaria de la vida religiosa: cc.44, 49, 51 y 59.

 

            c)         Mortificaciones, trabajos, penas:

 

            - bienes encerrados en los trabajos: cc.16, 17, 18 y 65.

 

            - importancia para la vida espiritual de las mortificaciones bien aplicadas: c.6.

 

            - penas interiores místicas: cc.19 y 20.


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            - trabajos interiores causados por Dios para obligarnos al recogimiento: cc.31, 34, 36 y 52.

 

            - el bien de las mortificaciones depende de Dios; los eventuales males, del hombre: cc.8 y 9.

 

            - las mortificaciones, contraindicadas para la corrección de éxtasis y arrobamientos: c.5.

 

            - error de prelados y directores espirituales: la aplicación constante e indiscriminada de mortificaciones a sus dirigidos: cc.2, 9, 11, 13 y 21.

 

            - un error particular de los padres espirituales: querer remediar algunos desmayos corporales a costa de los bienes espirituales: c.10.

 

            - criterios para prelados y padres espirituales: ante todo, indagar y seguir la voluntad de Dios: c.8.

 

            - partir del examen del estado actual del sujeto: c.4.

 

            - prudencia y discreción al imponer mortificaciones, siempre que sean necesarias, de acuerdo con el estado anímico actual del interesado: cc.2, 6, 7, 11 y 22.

 

            - procurar hacerse una misma cosa con el súbdito o discípulo: c.22.

 

            - la cruz, inherente a la vida religiosa; ahogos y pesadumbres causados a los religiosos por prelados y padres espirituales: c.28.

 

            - recomendaciones al alma injustamente afligida por prelados y directores espirituales: cc.23, 24, 25, 29 y 30.

 

            4.         El recogimiento interior, según la mente del Santo, es sinónimo de la unión sobrenatural transformante del alma con Dios, unión que él llama "perfecta". El hombre recoge dentro de sí sus potencias para unirse con el divino huésped de su alma; y si esa unión ha de ser completa y permanente, se requiere la plena soledad del recogimiento interior. De ella habla en estas páginas, motivado por los deseos de un hermano en religión. "Yo tengo tratado de esto -nos dice- en mill partes; y quien de ella sabe poco, poco puede decir y ahondar. Pero, atento que un hermano, siempre que se le trata de esta materia, siempre dice que apenas halla quien le diga o donde lea qué sea esta unión secreta de un alma con Dios, ... a quien respondo..." (c.1,1). Consciente de que la unión en sí "no se sabe qué sea ni se puede saber", trata particularmente "del camino para ella y de los efectos que en un alma deja"; de la excelencia del alma que la posee; de las exigencias que comporta; del desasimiento afectivo de lo terreno que implica; de los medios para conservarla y de los peligros de perderla; del discernimiento y de la dirección espiritual de las almas agraciadas por dicha unión.

 

            En los capítulos que dedica al recogimiento, el nervio vertebral de su razonamiento es el de la relación existente entre unión divina, soledad y recogimiento. "Siempre vamos en estos capítulos probando este intento: que Dios ama y quiere a un alma en la soledad para de veras comunicársele, porque ése es el lugar donde obra Dios con ella sus extraordinarias maravillas" (c.54,1). "Lo segundo que aquí vamos tratando en estos capítulos es que esta soledad, que es tan necesario para alcanzar lo dicho, no se alcanza de veras y como conviene si no es en un recogimiento interior que dentro de sí el alma tiene" (c.54,3). Unicamente cuando interioriza sus potencias y vacía el corazón de todas las aficiones terrenas, el hombre obtiene la gracia de la unión perfecta.


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            Otro argumento que despunta en las consideraciones de nuestro Santo es el siguiente: la unión se verifica de espíritu con espíritu, o sea, de Dios con el espíritu del hombre; es pues necesario que el alma se purifique al máximo eliminando toda adherencia material con el fin de capacitarse para recibir las comunicaciones divinas. Ahora bien, esta purificación, esta progresiva espiritualización del alma coincide con el progresivo recogimiento de sus potencias: "El alma..., por recogerse, se hace espíritu" (c.36,3); accede al espíritu puro, que es Dios, "cuando es recogida dentro de sí, trocada y vuelta espíritu" (c.32,5).

 

            5.         El recogimiento, como la unión con Dios, es susceptible de grados. Nuestro autor, ajeno al prurito academicista, no traza un preciso itinerario de etapas subsecuentes, como lo hacen, por ejemplo, los Doctores del Carmelo. Nos sorprende su concepción partidista de la perfección, al vincular el grado de la misma con "tres estados de gentes que hay en la Iglesia": los casados, "recogidos y guardados con los diez mandamientos"; los continentes, "los cuales, guardando con grande puntualidad la ley de Dios, guardan muchos de sus consejos"; y los religiosos, "los cuales desembarazados de todas las cosas de la tierra, procuraron con grandes veras llegarse a Dios con particular gracia, don y unión sobrenatural de su espíritu al de Dios". A estos últimos se les pide mayormente el recogimiento interior (c.49,2-3). Anteriormente, evocando 1 Cor 7, ha sostenido que los casados en la vida espiritual producen "fructo desmedrado y no tan colmado y pingüe como el que lleva el verdadero religioso" (c.34,2)1. Es evidente que, al hablar así, refleja una visión eclesial corriente en su época2. Con todo, según otras expresiones del tratado, es consciente de que la unión sobrenatural con Dios no está reservada a una categoría de personas3, idea que ha subrayado con vigor en un escrito precedente4.

 

            Más allá de la "clausura y recogimiento" de quien practica simplemente los "preceptos y consejos", existe el recogimiento interior, que se da cuando Dios a un alma "la recoge dentro de sí, atándola y ligándola con ataduras de amor y caridad estrecha. Metiéndose Su Majestad primero allá dentro en lo más profundo y centro de nuestro espíritu, allí, como pastor amoroso, da un silbo suave con que llama a la esposa y su querida el alma para que, desembarazada de todas las cosas de la tierra, vaya a recogerse y recostarse en sus amorosos regazos" (c.49,2). Desligada de todo lazo terreno, el alma se aferra a Dios con un amor exclusivo e ilimitado. Ese abrazo con Dios en el centro del alma ya no es fruto de la ascesis personal, sino obra y don del Señor.


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            El autor no se cansa de disertar sobre las excelencias del recogimiento interior, porque se trata del único cauce de las comunicaciones divinas, la única vía para encontrar y poseer a Dios, la única disposición adecuada para recibir la gracia de la unión transformante.

 

            6.         Estas páginas no son el resultado de la investigación científica ni de la síntesis ecléctica de lecturas piadosas ni de la perspicacia intelectual de un teorizante, sino más bien el fruto de la experiencia personal del autor en su doble vertiente de vivencia propia y contacto directo con las almas. Consiguientemente, el desarrollo de las ideas no se atiene a un plan lógico preconcebido. "Puesto caso que en este tratado sólo hemos tomado por intento descubrir algunas dificultades que se ofrecen en el camino de la perfección, particularmente acerca de las mortificaciones que al justo se le ofrecen, no habrá mucho que reparar en el orden, porque aquí pretendo más hablar de experiencia y práctica que no de especulación; y la experiencia, ora sea en persona propia o ajena, hase de tomar conforme Dios la enviare y al tiempo que la diere" (c.4,1).

 

            7.         Excluyendo de su óptica a los principiantes5, el tratado, según las precisas indicaciones del autor, "va enderezado a religiosos y a gente que trata de perfección, a quien en este camino angosto y estrecho se le ofrecen mill dificultades y mortificaciones interiores" (c.26,1). "Este tratado va enderezado a religiosos y a siervos de Dios" (c.26,3). "Tratando voy -nos dice el autor- con los varones spirituales, que buscan cada día su mayor aprovechamiento y procuran evitar sus menoscabos" (c.35,4). Y también: "Este tratado va hablando con religiosos y siervos de Dios" (c.56,3).

 

            8.         ¿Dónde y cuándo fue compuesto este tratado? En el capítulo 4 leemos: "Así como si un hombre estuviese aquí en Sevilla, donde deseó y pretendió venir desde Madrid...". "Y así he visto yo -leemos en el capítulo 28- que en Sevilla a los hombres ricos no dicen: Fulano es hombre que tiene tantos mill ducados...". No encontramos más alusiones geográficas de este tipo, pero, al redactar los últimos capítulos del tomo II, el autor se encontraba en el convento de La Solana (Ciudad Real)6. Es posible que, no sólo los primeros capítulos, sino el tratado entero fuera escrito en Sevilla.

 

            En cuanto a la fecha -a falta de nuevos y seguros elementos- resta como probable la primavera de 1609, ya indicada por un buen conocedor de la materia7. Desde el mes de noviembre de 1608, en que cesó como provincial, hasta 1610 el reformador trinitario, despojado de toda autoridad, anduvo de convento en convento, sin residencia fija. A los sufrimientos de este periodo parecen aludir algunos pasajes del tomo II que no entran en nuestro tratado; pero sabemos que éste fue redactado en el mismo periodo que aquéllos.

 


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            9.         La división de capítulos corresponde al autor, que además ha titulado la mayor parte de ellos. Sin embargo, no los ha numerado. Nuestras suplencias al respecto se patentizan con el uso de los corchetes. Pero advertimos que toda la numeración de párrafos es añadidura nuestra. Baste esta indicación, sin necesidad de encuadrar cada cifra, cosa que encarecería inútilmente la impresión.


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            EL RECOGIMIENTO INTERIOR

[f.41rJhs.




1 No es la única vez que declara esa terna de estados. Otro pasaje: "Así hallo yo tres diferencias de estados en esta Iglesia militante: unos que son como olanda fina, blancos por la castidad, que son los religiosos; otros de seda, que son los continentes; otros de jerga, que son los meramente seculares" (VIII, f.423r). Sostiene que los seglares pertenecen a un estado inferior al de los religiosos, una de cuyas consecuencias es que difícilmente alcanzan la unión perfecta y la intimidad divina. Véase, por ejemplo, VIII, ff.454v, 455r.



2 Sabido es que ya san Agustín distinguía tres categorías de cristianos (sacerdotes, continentes y simples fieles): cf. FOLLIET, G., Les trois catégories des chrétiens, en Augustinus Magister, II, Paris 1954, 631-644.



3 Se ofrece a toda la "gente que trata de perfección" (c.26,1), a "los varones espirituales que buscan cada día su mayor aprovechamiento" (c.35,4), a "gente devota que pretende ser aprovechada y aficionada a lo que es más perfecto" (c.49,4).



4 El conocimiento interior sobrenatural, por ejemplo: "No hay estado ni edad, vida u oficio, tiempo o lugar donde no se pueda hallar el espíritu divino levantando almas a vida perfectísima: de hombres, de niños, de mujeres, viudas, casadas..." (IV, f.66r).



5 Al comienzo del tomo hace esta afirmación, que sirve para todas sus partes: "Aquí no hablo de principiantes" (II, f.7r).



6 Cf. II, ff.251v, 253r.



7 NICOLÁS DE LA ASUNCIÓN, Apuntes críticos al tomo II: ActaOSST V/1 (1953) 44.






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